Usted está aquí: sábado 2 de julio de 2005 Cultura Se agotan los 750 mil timbres con la figura de Memín Pinguín

Desde el Mundial de 1986 no ocurría semejante tumulto, señaló un empleado postal

Se agotan los 750 mil timbres con la figura de Memín Pinguín

Por segundo día, los compradores abarrotaron las oficinas de correos

FERNANDO CAMACHO SERVIN

Por segundo día consecutivo, y como consecuencia de la polémica surgida por las acusaciones de racismo por el timbre de Memín Pinguín, la gente abarrotó las oficinas postales de la ciudad en las que se vendieron las estampillas conmemorativas del 50 aniversario del personaje creado por Yolanda Vargas Dulché.

Voceros del Servicio Postal Mexicano (Sepomex) calcularon que el tiraje de 15 mil planillas, con 50 timbres cada una, se agotará de un momento a otro en todo el país.

Al menos en los dos principales centros de venta en el Distrito Federal, ubicados en el Centro Histórico, la edición voló, por la asistencia aproximada de 10 mil compradores en 48 horas.

La pieza conmemorativa, parte de la serie La caricatura en México, se distribuyó en las 17 oficinas de la capital y en todos los estados. Al DF se destinaron 150 mil timbres -130 mil en el Palacio Postal y 20 mil en otras oficinas-, y 600 mil al resto del país.

La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) informó que aparte de las 750 mil unidades de uso regular, en cinco diseños distintos, se hicieron mil hojillas filatélicas -piezas especiales para coleccionistas- y mil ''sobres de primer día".

Respecto de la posibilidad de una redición, por la demanda, la SCT la consideró difícil dado que el timbre de Memín fue programado desde diciembre de 2004, y modificar el programa para este año sería una decisión del consejo directivo de Sepomex.

Cada estampilla cuesta 6.50 pesos, pero el furor ha provocado que se organicen subastas en Internet. En la página de remates Ebay.com, este viernes había más de 60 ofertas para comprar timbres postales, revistas o colecciones enteras de Memín, que iban de los 10 dólares por una estampilla hasta más de 300 dólares por cinco planillas completas.

Aprovechando también la memín-manía, Editorial Vid anunció que a partir de la próxima semana se lanzará el número 1 de la historia del niño afromexicano, para que se conozca la saga desde el principio.

La serie desde el número 1 saldrá con 150 mil ejemplares los jueves y los martes seguirá el orden de edición que había hasta antes de la controversia, en el número 184, con el tiraje regular de 125 mil historietas.

Encuestas por Internet entre el público estadunidense arrojaron que 67 por ciento de los participantes no considera racista la estampilla de Memín Pinguín, y 74 por ciento piensa que el gobierno estadunidense no debió haber reclamado a su par de México.

En tanto, el presidente del Consejo Nacional para prevenir la Discriminación, Gilberto Rincón Gallardo, respecto de la polémica desatada, manifestó mediante un comunicado que la reacción estadunidense podría ''frivolizar la propia lucha contra la discriminación''.

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Las filas para llevarse a casa la estampilla de Memín Pinguín se formaron desde antes de las siete de la mañana, hora en la que abre el Palacio Postal en la ciudad de México.

Durante las primeras horas la venta no tenía límites, así que se pudo adquirir desde una serie (cinco timbres), hasta 10 o más planillas. Poco a poco fue creándose la leyenda del hombre que compró mil estampillas por puro amor al negrito.

Sin embargo, ante la demanda y el creciente número de personas que quería la reproducción del condenado chiquillo, las autoridades debieron buscar nuevas estrategias: se limitó el número de planillas a cinco por persona.

No funcionó: fueron muchos los casos de quienes se formaron en una línea, después en otra y otra para tener más y más timbres. El promedio mínimo de espera fue de una hora.

¡Ah! Pero el chiste no era sólo adquirir las planillas, cada una integrada por 50 estampillas, sino cancelarla con el sello conmemorativo de Memín y ahí la espera aumentó a dos horas, porque los empleados postales sí ponían mucho cuidado a la hora de sellarlos.

Fueron hombres y mujeres, niños con sus madres, papás con sus hijos, familias completas, jóvenes solos, muchachas acompañadas, que después de comprar sus respectivas planillas o series y de cancelarlas tomaban con devoción religiosa el papel, cuidando que la tinta del sello no se chorreara y soplaban para secarla.

El sello no sólo terminó sobre los timbres postales, también llegó a manos, libros, hojas en blanco, revistas de Memín Pinguín, credenciales de elector. Cualquier superficie sirvió para poner la tinta roja del sello que, por cierto, será destruido siguiendo las tradiciones filatélicas.

''Desde los timbres del Mundial no teníamos nada así", dijo a La Jornada uno de los responsables de operaciones dentro del Palacio Postal. Haciendo memoria, ni siquiera los timbres que se emitieron el año pasado de Juan Pablo II ni el de Borola Tacuche, la que inició la serie de sellos postales dedicada a la historieta mexicana, crearon tanto problema de logística.

Hubo quienes se acercaron a la oficina de correos por el cariño al personaje; muchos más lo hicieron conscientes del valor económico que tendrá la estampilla en unas horas, días y años por la polémica creada en Estados Unidos y cuya raíz se sitúa en las declaraciones del presidente Fox de que los migrantes mexicanos hacían los trabajos ''que ni los negros quieren hacer".

No es la primera ocasión que una acción presidencial provoca el efecto contrario: la demanda contra la periodista Olga Wornat elevó las ventas de su libro Crónicas malditas; el intento de desafuero de Andrés Manuel López Obrador generó más apoyo que apatía.

Cierre de puertas

El asunto se complicó tanto en el recinto de Tacuba y Eje Central, que a las 13:30 horas se cerraron las puertas. Decenas de personas quedaron afuera, inclusive quienes iban sólo a dejar sus cartas. ''No vengo a comprar al pinche Memín", gritó un señor.

''Yo sólo quiero comprar timbres y mandar estas cartas", dijo una señora. ''¡Oiga! Yo ya estaba adentro y salí a comprar unos sobres", reclamó otra voz.

''Nomás pásele el agua a la señorita que está en la fila, no sea malito", pedía una mujer . Pero los polis, muy serios en su papel, nada que dejaban entrar ni pasaban el agua. Sólo se podía salir.

Si bien durante dos horas no se permitió el ingreso, adentro permanecían quienes ya habían hecho la infaltable fila. Los, y las, que terminaban el proceso de compra y cancelación debían salir por una puerta que da al servicio de carga de correspondencia.

''La verdad a mí no me interesa si el timbre vale más o menos por las tonterías de Fox", dijo Miguel Durán estampillas en mano.

''Mi abuela leía Memín, mi mamá también; yo lo leí, crecí con él, y ahora también mi hijo", dijo Ricardo Velázquez antes de que un policía malencarado comenzara a carrerearlo junto con su hijo para que se dirigieran a la salida alterna.

 
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