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LA MONEDA AMURALLADA
4 de julio de 2005
Por todos lados, China recibe presiones para modificar su política cambiaria, que ha mantenido una paridad fija en los últimos años. Ya se sabe que no hay nada más enigmático que un político chino, pero hasta ahora parece claro que las autoridades están tratando de ganar tiempo para resolver sus desequilibrios internos y neutralizar movimientos especulativos que pudieran sacudir a la nueva fábrica del mundo.

Carlos Uscanga

El asunto de la revaluación del yuan o renminbi –moneda del pueblo– no es nuevo en los círculos financieros internacionales, en especial en Washington. Una oleada de declaraciones se ha desatado por los recientes comentarios del secretario del Tesoro, John Snow, referentes a la necesidad de reconsiderar la paridad de la divisa china de 8.3 por dólar, que ha durado casi una década.

El gobierno de George W. Bush ha indicado a Pekín desde hace dos años la necesidad de permitir una mayor influencia de los mercados de divisas para regular el valor del yuan, lo que implicaría menor intervención del gobierno. La negativa china ha sido interpretada como signo de manipulación desleal que ha generado ventajas en el comercio y una competencia injusta.

Los senadores Charles Schumer y Lindsey Graham presentaron una iniciativa para imponer un tarifa compensatoria de 27.5 por ciento a los productos chinos que ingresen al mercado estadunidense. Es más, Schumer acusó a China de querer las ventajas del libre comercio, pero no afrontar sus responsabilidades.

La reacción de Pekín ha sido ambigua al no definir las formas para revaluar el yuan. El primer ministro, Wen Jiabao, ha señalado que su país no se someterá a ninguna presión externa relativa a su soberanía. Es clara la intención de ganar tiempo y resolver los problemas de fragilidad existentes del sistema financiero y neutralizar los movimientos especulativos que pudieran afectar el valor de la moneda que hasta ahora ha llevado a China a acumular reservas internacionales por 647 mil millones de dólares.

¿Hasta cuándo podrá el país diferir la apreciación del yuan? El gobierno introdujo en 1994 el sistema de “flotación controlada” y durante la crisis económica de 1997 adoptó la política  de “no devaluación”. Pekín fijó su paridad de 8.28 yuan por  dólar en 1995, lo que generó la perdida de competitividad de los países del sudeste de Asia y profundizó su vulnerabilidad.

Se ha señalado, de manera exagerada, la emergencia de una nueva guerra comercial, cuyo actor principal es China, el gigante comercial del siglo xxi frente a Estados Unidos y la Unión Europea. Las condiciones económicas semejan en cierta medida a las que mostró Japón en las décadas de los 70 y 80, cuando se consolidó como potencia económica mundial.

La capacidad de negociación de China es grande y su producción está diversificada, además de su presencia política. Debe considerarse su influencia para mantener el clima de estabilidad y la seguridad regional en el Pacífico asiático. Para ilustrar lo anterior puede referirse que es el único interlocutor directo con el régimen de Corea del Norte. Es pieza clave para las estrategias de acercamiento diplomático multilateral o bilateral de Washington con Pyonyang. Esta posición, sin duda, será utilizada por Pekín.

China se ha convertido en el centro maquilador de manufacturas, generando procesos complejos de interdependencia comercial y financiera. Existen intereses económicos de las principales empresas trasnacionales de EU y Europa en China que podrían ser un contrapeso de las acciones unilaterales de carácter ultraproteccionista de Pekín.

Aunque podría descartarse el surgimiento de una guerra comercial, es un hecho, ahora inaplazable, que China tendrá que enfrentar a corto plazo una decisión respecto al yuan. Especialistas chinos no recomiendan la entrada inmediata de un sistema flexible de cambios; algunos plantean un aterrizaje suave frente al dólar pero, en caso de que éste se devalúe, el yuan lo podrá hacer en alguna proporción.

Altos funcionarios del Departamento del Tesoro han propuesto un periodo de transición en que pueda mantenerse una paridad fija con un incremento del valor del yuan entre 10 y 15 por ciento para después alcanzar un sistema de flotación total.

Otro escenario es el de una devaluación con un margen de 5 por ciento, acompañada de acciones para reducir el superávit comercial de 162 mil millones de dólares con Estados Unidos. Como medidas compensatorias alternas, se discute la necesidad de reducir del superávit global de China mediante mayores compras de petróleo y materias primas, la ampliación de los impuestos internos para las exportaciones de 74 productos textiles y del vestido, así como aumentar sus compras de bonos del tesoro de Estados Unidos.

En suma, no hay duda que China tendrá que revaluar su moneda, no sólo ante la creciente presión internacional, sino por la exigencia de un reajuste de su modelo económico. La decisión está siendo muy cuidada por Pekín para garantizar un margen controlado de revaluación y evitar así una abrupta caída de la competitividad de sus exportaciones
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