Orlan, el cuerpo que vendrá…


* “Mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software”
* “Con la manipulación genética la metamorfosis será una realidad”

Araceli Zúñiga

“A veces percibo vislumbres del horror que conlleva la normalidad. Todos estos inocentes que nos encontramos por la calle están agobiados por el terror de su propia vulgaridad. Harían lo que fuera con tal de ser únicos.”

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Amor profano, Katherine Dunn
“Cuando desperté estaba muy oscuro y me atemoricé al encontrarme solo y transido de frío. Ya antes había abandonado tu casa con esta misma sensación.. Me sentí una pobre criatura desamparada y desgraciada, que nada sabía ni conocía a nadie, y dominada por un malestar tan grande que acabé por sentarme a llorar de angustia”

“Frankenstein o el moderno Prometeo”, Mary W. Shelley, 1816.

Cuando la joven y brillante escritora Mary W. Shelley escribió dando vida -a sus 19 años- a este moderno prometeo: Frankenstein, estaba dándo(se) vida a ella misma en su otredad, al terrible monstruo de la diferencia (cualquiera que ésta sea) y al que la sociedad rechaza con horror de sí misma.

Estoy segura que si alguna vez le hubiesen inquirido a Shelley sobre el modelo humano o mitológico en que se basó para escribir una de las historias más escalofriantes (y, al mismo tiempo, enternecedora y filosóficamente más interesante), hubiera contestado como Flaubert con su Madame Bovary: “Frankenstein soy yo”.

En el caso de Orlan, artista del performance, el “monstruo” es ella misma. Y ella misma “se da vida” a través de transformaciones performáticas donde su cuerpo es el espacio vital y entrañable para modelar(se), para reensamblar(se), para reconstruir(se), para diseñar(se) en libre albedrío, en contra de las imposiciones estéticas con que la sociedad de consumo nos tortura a las mujeres, a través de procesos dolorosos y humillantes que atentan contra nuestra salud física y mental.

Ejemplos de ello son, entre muchos otros, los famosos “corsés” que fracturaban costillas y dejaban sin aliento, o las fracturas de los pies de las chinas para que “cupieran” (chiquititos) en una mano masculina (sin importar el dejar baldadas a las muy “femeninas” dueñas de estas “preciosidades”) o las liposucciones y otras cirugías actuales de senos, de narices, de nalgas, de muslos, de orejas, de piel, cabello y ojos, para “colorearlos” y vernos cada vez más blancas, más rubias, más altas, más delgadas, con ojos claros (como de princesas imposibles), colonizando –para ello- a nuestros generosos cuerpos latinos a través de dietas que nos integren socialmente como mujeres que han “diseñado” su imagen y que son, por lo tanto, exitosas.

Hasta el presente, solamente podemos cambiar de apariencia; tal vez próximamente, con la manipulación genética, podremos cambiar totalmente y la metamorfosis ya no será un mito sino una realidad.

Pero la re-invención del cuerpo no es nueva, si se recuerda, por ejemplo, los desmembramientos dadaístas, hasta la cosificación del pop art y la autotransformación de personas como Michael Jackson, donde en un proceso de re-ensamblado exigido tal vez por la moda, la política o el rating, el cuerpo se (re)diseña para ubicarse en una sociedad global. ¿Cómo se ubica Orlan en estas dos propuestas de reinvención del arte y la sociedad de consumo?

En el caso de Orlan, ella trabaja con el arte corporal. Su obra implica una denuncia contra las presiones de una sociedad fetiche-consumista que impone arquetipos físicos de una estética "correcta" sobre el cuerpo. Ella ejecuta sobre su propia imagen una "puesta en escena", un performance de operación quirúrgica estética.

"Mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software, esto lo vengo haciendo desde mi adolescencia, trato de empujar los límites de la vida hasta el extremo.

"Con el avance tecnológico uno se puede hacer muchas preguntas, cuál es el estatuto original del cuerpo y hasta dónde irá su futuro. Actualmente no estamos preparados para estos cambios sociales. Yo quiero cambiar, o mas bien, preparar a la sociedad para estos cambios.
“Mi trabajo centra exactamente en ese aspecto, trata sobre el cuerpo mutante, el cuerpo del futuro; es un trabajo en el que ando desde el 68 cuando llegaba a las conferencias con un cartel que decía: 'Yo soy una hombre y yo soy un mujer'.

"Todo mundo conoce ese dicho de Simone de Beauvoir: 'No somos mujeres, nos convertimos en mujeres' y los hombres 'No son hombres, se convierten en hombres'. La sociedad es una fábrica de cuerpos y de las realidades que van con esos cuerpos, y mi trabajo consta precisamente en cómo cambiar ese formato.

“¿Sobre si tengo dolor en mis intervenciones? No. Estoy totalmente en contra del dolor, es un viejo problema; siendo mujer siento totalmente ridículo el dicho (bíblico) de Debraux: 'Parir en el dolor'. En nuestra época tenemos la posibilidad de eliminar el dolor. Y es lo que realizo en mi trabajo: les pido a los cirujanos no recibir ningún dolor, no creo en el dolor como redención ni como purificación.
"Yo estoy muy lejana al concepto de la descalificación del otro, a la estandarización impuesta, porque uno puede hacer lo que quiera con su propio cuerpo.

"Actualmente, la gira de trabajo que estoy realizando trata sobre la estandarización de la belleza, a raíz de las civilizaciones precolombinas, sobre la deformación del cráneo, el estrabismo e incluso los postizos de las narices.

La clonación es justamente una de mis grandes preocupaciones; con la tecnología que está empezando a llegar a la sociedad es más difícil distinguirse, ya que promueve la homogeneización de la belleza: en esta época: la mayoría de las mujeres quieren tener grandes senos, la nariz erecta, los pómulos salidos, los ojos rasgados. Es contra lo que lucho, donde quiero despertar una conciencia y que la gente pueda ver la belleza de otra manera, a través de varias civilizaciones en la historia.

Ya fue registrada en el ARTIUM de Álava, Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo, con “Orlan, 1964-2001”, en la primera exposición retrospectiva de esta artista francesa, su trayectoria creadora desde sus primeros performances en Saint-Etienne, su localidad natal, hasta sus imágenes digitales y su proyecto ”Le Plan du film”. El trabajo de Orlan alcanzó especial notoriedad en los años 90 a raíz de sus "acciones quirúrgicas", en las que se somete a (ya diez ahora) operaciones de cirugía estética convertidas en auténticas performances, documentadas mediante fotografía y video y, en algún caso, retransmitidas en directo a diversos centros de arte. Sin embargo, este período ocupa tan sólo tres años en una carrera artística de casi 40, en los que Orlan ha convertido su cuerpo en objeto de creación, a la búsqueda siempre de la denuncia y la provocación. (http://w3art.es/invits/artium)

Inés matute, en el ensayo Self hybridations: Orlan, de profesión mutante, la cita: “Nuestros cuerpos han sido alienados por la religión, por el trabajo, por el deporte e incluso por la sexualidad, y han sido formateados en función de unos modelos prefijados. Yo obtengo seres híbridos, cuerpos mutantes, posibles apariencias de civilizaciones que no poseen las mismas ideas preconcebidas que nosotros. En mi opinión, el cuerpo se ha quedado obsoleto, no ha podido adaptarse al ritmo de los acontecimientos”.

Orlan es transgresión y autodeterminación; cuerpo propio e identidad, han sido los principales motivos de la artista francesa. Fuga radical de la naturaleza en un acto subversivo que desmiente las diferencias de los sexos para desembocar en la androginia. La artista no acepta renunciar a nada, quiere convertirse en su propia madre y en su propio producto, demuele la frontera de los sexos, niega la falta, no hay carencia, ni muerte... la ciencia brinda esperanzas y, “si tengo que morir, demostraré que soy una artista hasta el final”.

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