Usted está aquí: miércoles 6 de julio de 2005 Opinión ¿Por qué crece el protestantismo entre indígenas?

Carlos Martínez García

¿Por qué crece el protestantismo entre indígenas?

Los pueblos indígenas de México, los pueblos originarios, son diversos y viven cambios en su interior que a veces no captamos con la profundidad que deberíamos. Lo religioso tiene entre ellos especial significación como elemento integrador de la vida personal y comunitaria. Desde hace algunas décadas la presencia en esos pueblos de propuestas religiosas distintas a la tradicional ha tenido variadas respuestas, que van del franco rechazo a la adopción entusiasta de sus habitantes.

En los países de América Latina que cuentan con importante población indígena, como México, Guate-mala, Perú y Ecuador, el cristianismo evangélico se ha extendido con más éxito que entre los mestizos. Inicialmente los misioneros llegados a partir del último tercio del siglo XIX, principalmente de Estados Unidos y algunos de Europa, se enfocaron a trabajar en los centros urbanos y no tuvieron en su radio de interés a los pueblos originarios. Las circunstancias casi los obligaron a tomar conciencia de la realidad indígena, por ejemplo en Guatemala y Chiapas, y poco a poco fueron incorporando ese mundo a su actividad misionera.

En otros casos, y sin pretenderlo, algunos indígenas se encontraron con la alternativa protestante al emigrar en busca de trabajo desde los Altos de Chiapas, unos a Tabasco y otros a las fincas cafetaleras del Soconusco. En estas últimas jornaleros guatemaltecos, de la etnia mam, que ya eran evangélicos, se encargaron de difundir el mensaje entre sus compañeros de labores, que eran tzotziles y provenían, entre otros lugares, de Chamula. En las primeras décadas del siglo XX hubo varios conversos alteños en el Soconusco, quienes al regresar a sus pueblos fueron los primeros difusores del protestantismo, muchos años antes de que algún misionero estadunidense llegara a esas tierras.

Los misioneros locales espontáneos precedieron a las organizaciones misioneras extranjeras en muchos lugares. A los Altos de Chiapas los misioneros estadunidenses llegaron a partir de la década de los cuarenta del siglo XX. Su número siempre fue reducido y su influencia ha sido exagerada por críticos que conciben a los pueblos indios como guardianes de las tradiciones y reproductores de usos y costumbres que no deben cambiar por influencias externas.

Los buenos resultados para la opción evangélica se explican por el involucramiento de indígenas en la tarea de propagar la nueva fe. La apropiación que del mensaje hicieron desde muy temprano indios e indias es la razón primordial de que en pocas décadas el panorama religioso de los Altos de Chiapas se haya transformado de manera importante.

Hoy en esa zona existen municipios que, de acuerdo con el Censo General de Población y Vivienda de 2000, reportan entre 20 y casi 50 por ciento de creyentes evangélicos (rubro en el que incluimos a los adventistas, a los que el censo erróneamente excluye). Las cifras son resultado de la intensa movilización de la sociedad civil evangélica indígena, y no de la manipulación de misioneros extranjeros que llegaron a reclutar para su causa a incautos indígenas. La teoría de la manipulación es una explicación racista y profundamente discriminadora, porque niega a los indios la mayoría de edad y capacidad para decidir por sí mismos sus nuevos referentes de identidad.

Debido a distintas razones, que no podemos desarrollar aquí por falta de espacio, el presbiterianismo fue la principal, y por mucho tiempo la única confesión evangélica presente en Chiapas. Hoy, por número de feligreses, el primer lugar corresponde a los adventistas. La Iglesia presbiteriana indígena, en el caso de los Altos, que es el que conozco mejor debido a mis investigaciones, es fuerte y dinámica. Su liderazgo es eminentemente indio; los pastores y otros dirigentes se forman, primero, en las congregaciones locales y, más tarde, en la Escuela Bíblica Tzotzil.

Debido a su trabajo de una década -en el que contaron con asesoría de personas y organizaciones extranjeras y nacionales- vieron cumplido su deseo de tener toda la Biblia en tzotzil de Chenalhó, cuya presentación fue hecha en 1998. En una parte del trabajo de traducción participaron catequistas de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, sobre todo en la sección de los llamados libros deuterocanónicos. Existe también la Biblia en tzotzil de Chamula y en lengua tzeltal. Tener ese libro en sus idiomas ha derivado en la construcción de los que ellos denominan una teología evangélica indígena.

Hoy un grupo de tzotziles, tzeltales, mames, choles y tojolabales, comisionados por sus iglesias, están escribiendo la historia de los orígenes y desarrollo del presbiterianismo en los pueblos indios de Chiapas, porque quieren contar esa historia por sí mismos. Otros hacen planes para extender su obra entre los zoques chiapanecos, unos más se aprestan para irse a Oaxaca, donde creen que tendrán buenos resultados. Una pareja va a ser enviada al extranjero, con recursos que las iglesias indígenas se han comprometido a dar, y su destino será Turquía. El plan no es una puntada momentánea; por seis años se han estado preparando en la cultura y el idioma con los que se van a encontrar.

Termino con la respuesta que me dio uno de los pastores tzotziles, traductor de la Biblia, cuando le pregunté por qué habían crecido tanto las iglesias evangélicas entre los indígenas. Tajante y breve me dijo: "porque los evangélicos indígenas no nos quedamos callados".

 
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