Usted está aquí: sábado 9 de julio de 2005 Cultura Velada de palabras, poesía y música para evocar a Borges y el tango

Guitarra y bandoneón se enfrascaron en un diálogo sellado por la placidez

Velada de palabras, poesía y música para evocar a Borges y el tango

El autor de El Aleph cuestionó, en 1969, que ese género fuera ''un pensamiento triste que se baila''

''Para mí es una expresión de valentía, de alegría, de coraje'', escribió

ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen El actor Emilio Ebergenyi, el guitarrista Jorge Jewsbury y el bandoneonista C�r Olgu�durante el espect�lo Borges y el tango, anteayer, en la Casa Universitaria del Libro FOTO Jos�ntonio L� Foto: Jos�ntonio L�

Jueves por la noche y entre el público que colma la sala de la Casa Universitaria del Libro se percibe y respira cierta atmósfera de tensión. No es un estado de incomodidad, sino de bienestar. Gozo y éxtasis. El desparpajo de la música mantiene las emociones en vilo.

Cha-rrrraáaannn. Rematan bandoneón y guitarra su descarado flirteo. Desdén, caricias, deseo se sobreponen una y otra vez, subrepticia, violenta, inclementemente. Y la noche se viste de lluvia y bochorno mientras arremeten los primeros compases de la siguiente pieza, en manos de César Olguín y Jorge Jewsbury.

''Y el tango sale, no del pueblo, no de la aristocracia, sino del ambiente mixto, creo yo, de ciertas casas 'no santas', y creo que esto puede probarse por los instrumentos", el actor Emilio Ebergenyi cita a Jorge Luis Borges, una vez concluido el último compás.

''Si el tango hubiera surgido del pueblo, su instrumento hubiera sido la guitarra. Yo de chico he oído tantas veces la guitarra en los almacenes, la guitarra muy mal tocada, pero frecuente; en cambio sabemos que los primeros instrumentos del tango fueron el piano, la flauta y el violín, al que se le agregaría después el bandoneón. Y nada de esto tiene que ver con el pueblo. Todo esto ya presupone ese ambiente en el que se codeaban el rufián y el niño bien, calavera."

Intercambio de decires

Borges y el tango es el título de este recital, concebido a partir de un discurso que sobre ese género rioplatense pronunció el poeta argentino en 1969 y en el que se sincretiza poesía con algunas de las joyas más preciadas del repertorio tanguístico.

En total fueron 11 piezas, entre ellas dos de Astor Piazzolla y dos de Aníbal Troilo y una de Pedro Maffia que integran el programa. No en pocas ocasiones alcanza a escucharse entre la sala cómo algunos se desinhiben y las mascullan, musitan, tararean, con sentimiento hondo.

Irrumpe del bandoneón de César Olguín una voz profunda, dulce, que se torna de improviso en rabieta, en capricho. Caricias y bofetadas, masa sonora metamórfica.

Responden entonces las cuerdas de la guitarra de Jorge Jewsbury, a veces como plañideras y otras más como putas desvergonzadas.

Y ambos instrumentos se enfrascan en un intenso intercambio de decires. Es un diálogo lánguido, lacónico, evocador de esa curiosa e inexplicable sensación en la que la melancolía o la nostalgia se argamasa con un estado de placidez y confort. Misterio humano habemus.

Embeleso nocturno

Viene de nuevo el silencio y entonces aparecen una vez más las palabras borgeanas en voz de Ebergenyi, palabras en las que el autor de El Aleph cuestiona un estigma que predomina hasta la fecha sobre esta música y que se resume en la frase ''el tango es un pensamiento triste que se baila".

Dijo Borges: ''(...) querría oponer unas tímidas objeciones. En primer término, no creo que la música siendo un arte proceda de un 'pensamiento'; yo diría, de una emoción; luego 'triste', ¿por qué triste?, habrá tangos tristes, pero para mí el tango es todavía una expresión de valentía, de alegría, de coraje (es verdad que estoy pensando en el tango milonga y no en el tango canción); y luego, 'que se baila', me parece algo agregado, porque si yo voy caminando por la calle y veo que alguien silba, reconozco inmediatamente el tango. Ese tango puede gustarme o no, pero hay algo en mi cuerpo, hay algo en mi cuerpo no sólo de porteño sino de argentino que lo reconoce inmediatamente".

Y así, se sucedieron palabras, poesía y música (santísima trinidad) por espacio de hora y media. Fue una velada en la que se pasó por varios estados anímicos. Igual lo erótico que lo agresivo, lo sensual que la aflicción. Noche, pues, embelesante e intensa, como un beso furtivo; incandescente, como la complicidad del deseo clandestino.

 
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