Usted está aquí: martes 12 de julio de 2005 Espectáculos Incluye el circo Atayde este verano una suerte que gustaba a Moctezuma

Empresa rusa presenta a un par de osas patinadoras, entre otras artes sobre hielo

Incluye el circo Atayde este verano una suerte que gustaba a Moctezuma

JAIME WAHLEY

Ampliar la imagen Las elefantas, veteranas de circo Atayde

El circo y sus artes eternas tienen reflejo en la temporada de verano del Atayde, que presenta una mezcla de lo tradicional de los espectáculos bajo las carpas con la actuación de jóvenes artistas del ruedo provenientes, en su mayoría, del cono sur del continente americano.

En forma célere, pues se ha evitado la utilización de una figura tradicional como es la persona encargada de anunciar los actos, la función transcurre para darle un sentido de unidad, como explica Federico Serrano, el director de difusión del circo, que tiene ya un historial de 117 años desde su primera temporada en Mazatlán, en 1888.

Acróbatas, malabaristas, desde luego payasos, y la prácticamente infaltable doma de animales, forman, diríase, el meollo del asunto, que provoca lo mismo la sorpresa, el asombro o la buena medicina que es la risa.

Paquín Júnior es un payaso mexicano, buen mímico, que retorna a su país tras una ausencia de ocho años, en la que pisó pistas del Caribe y Suramérica. Le pone pimienta a sus frecuentes intervenciones en las que interactúa con el público.

El dúo Valencia -ella y él- ejecuta su acrobacia aérea sujetado a una sábana a ritmo de un lánguido tango, en tanto en el redondel Liza y Jorge completan la coreografía moviéndose al compás de la música argentina realizando ochos y demás filigranas.

Alfredo Atayde, integrante de la cuarta generación de cirqueros, presenta su número de contrastes: un percherón escocés y un ponie miniatura, de las pampas argentinas, demuestran sus dotes dancísticas.

Otros argentinos, éstos bípedos, la hacen de saltimbanquis con gran elasticidad y soltura; luego se transforman en la troupe Nexus. Sebastián Padilla, artista mexicano, asombra con su manejo de las pelotas saltarinas -siete a la vez y un trío de tabiques- y con la facilidad con la que le da vueltas con los pies a una estrella de madera y a unos cilindros, algo que se remonta a la época prehispánica y suerte vertiginosa que, dicen, con frecuencia se presentaba ante Moctezuma. Antipodismo se le denomina.

La doma pasa lista como parte medular de la función. Carlos Guillaumín, un joven de apenas 22 años, trabaja con seis espléndidos tigres de bengala y deja ver su relación con la Princesa, que se rehúsa a abandonar el escenario, a no ser de que el hombre del fuete le plante un beso y un abrazo. En tanto, Oscar Alegría pasea a las cuatro elefantas del Atayde, las veteranas del elenco, que giran, bailan y hacen pirámides.

Para culminar las emociones, Alán Alegría se sube al trapecio y, con tranquilidad que pasma, se sienta en una silla a 13 metros de altura y sin red protectora.

Las funciones son de lunes a sábado a las 17 y 20 horas; domingos a las 12, 16 y 19. Calzada de Tlalpan 855, estación del Metro Villa de Cortés.

Novedosa atracción

Por otro lado, debido a una promesa de su fallecido propietario Jesús Fuentes, quien dejó el encargo a sus herederos de que siempre en las vacaciones escolares se presentara un espectáculo circense en la capital, se ofrece ahora la novedosa atracción del Circo Ruso sobre Hielo.

Sin duda, Elena Popova es la atracción de la temporada. Su línea es la magia y el ilusionismo. En el contexto de lo primero, introduce a una niña en una jaula y segundos después en el mismo compartimento recinto aparece un tigre vivo y ¿dónde quedó la pequeña?

A Dimitrio Patulenko y a su compañera Svetlana les ha llevado tiempo entrenar en patinaje a un par de osas, algo que, pese a la corpulencia, los plantígrados realizan con bastante gracia. Las ursus juegan también a la pelota y para rematar saltan la cuerda como lo haría cualquier boxeador de peso completo durante su entrenamiento.

La misma Svetlana, en otro acto, pues bajo la carpa y en la vida misma hay que tener versatilidad, se eleva cerca del techo de la carpa azul, para un electrizante acto de acrobacia en las alturas.

Una intromisión en los asuntos rusos, pero con toda diplomacia, es la del mexicano José Vidal, arquero que con precisión y ante el asombro del respetable le parte una manzana -a lo Guillermo Tell- a su compañera de un flechazo y luego, en un disparo de ballesta, mediante un efecto dominó, le pega a una serie de platos metálicos. Todo esto en la gélida superficie.

Compartiendo marquesina con la maga Popova está Dimitri Sermykiv, el fornido Tarzán, que esta vez cambió las lianas por un cable de acero y llega y vuela en redondo con la colegiala, su Jane, diríamos, una bella rusa, en acto que es fuertemente aplaudido.

Dos eslavas hermosas tienen bien amaestradas a media docena de palomas que las acompañan por doquier de la helada circunferencia de 12 metros de diámetro, acto que remata una colombina que entre sus patas lleva amarrada una bandera mexicana y, ni hablar, el nacionalismo le pega al público que se desgrana en aplausos.

Circo Ruso sobre hielo, Insurgentes esquina Puente de Alvarado, colonia Buenavista, cerca de la estación Revolución del Metro.

 
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