Usted está aquí: martes 19 de julio de 2005 Espectáculos "Cuando un preso se acerca al Quijote como liberación, le da mayor vigencia a la novela"

En la representación teatral se autoanaliza, desahoga el rencor que lleva dentro: Morell

"Cuando un preso se acerca al Quijote como liberación, le da mayor vigencia a la novela"

Los reclusos actores afirman que esta experiencia les cambió la vida

Desean reintegrarse a la sociedad sin ser estigmatizados por su estancia en la prisión

MARIANA NORANDI

Ampliar la imagen El dramaturgo parte de la idea de que lo fundamental es recuperar la autoestima de las personas en prisi�OTO Mariana Norandi Foto: Mariana Norandi

Don Quijote: un grito de libertad nace de la inconformidad del dramaturgo y abogado Arturo Morell con las técnicas de readaptación social que emplea el actual sistema penitenciario. En su opinión, la privación de la libertad hace que los reclusos desarrollen más sus sentidos y sus capacidades, tanto positivas como negativas. Por lo tanto, el centro de readaptación debe dar herramientas al interno para que desarrolle sus capacidades positivas. De no darse esas herramientas, las cárceles se convierten en escuelas del crimen. "Las técnicas normales de readaptación buscan un cambio con humillaciones y matando la autoestima. Y es todo lo contrario, se debe empezar por recuperar la autoestima del interno para promover un cambio positivo."

Su interés por transformar los centros de readaptación lo llevó a utilizar el teatro como herramienta de sensibilización y recuperación de la autoestima, como un transformador social. Comenzó por incorporar a su Festival Hispanoamericano de Pastorelas, que realiza desde hace 12 años, una categoría denominada penitenciaria, ya contaba infantil, amateur e independiente.

Esa experiencia lo llevó a Barcelona, donde realizó una conferencia sobre lo que pasaba en las cárceles mexicanas. "Fue muy importante, porque allá no se podía creer lo que ocurría en las cárceles mexicanas. En Europa tienen la imagen de que México es un país tercermundista que a los presos los meten en las cárceles, con un candado oxidado y se olvidan de ellos. Mostré fotos de lo que estaba haciendo, pero eso no era suficiente, entonces se me ocurrió que era importante hacer un documental."

Desde entonces, Morell realiza un video documental en el cual registra la experiencia de El Quijote en las cárceles. Para ello ha grabado imágenes desde que comenzó en el Cereso de Morelos el año pasado hasta el montaje de Tlaxcala. Estas imágenes capturan todo el proceso de producción, ensayos, declaraciones, funciones y anécdotas de esta aventura quijotesca. El proyecto de Querétaro costó 300 mil pesos, financiados en su mayoría por el gobierno estatal y con apoyo de la Fundación Voz de Libertad.

El proceso de realización no ha sido sencillo, pues es muy difícil dirigir a 150 reclusos pero, según Morell, la experiencia vale la pena. El proyecto duró dos meses, 20 sesiones de nueve horas y tres semanas de funciones, que fueron vistas por los otros internos, la administración, custodios, familiares e invitados del exterior como autoridades o prensa.

Las dos primeras semanas fueron las más complicadas, se trata de ir involucrando al interno en el proyecto y que vayan confiando en el mismo. "Al principio aceptaron participar más de 200 reclusos, pero luego algunos se fueron porque se cansaron o no se supieron disciplinar. La gente que está en reclusión tiene una difícil capacidad de concentración, porque todo el tiempo piensa en el juicio, en la familia o en cuánto tiempo le queda de estar ahí."

Empieza la reflexión

Una vez pasadas las dos primeras semanas, comienza la etapa de técnicas teatrales de relajación, vocalización, respiración, clases de baile y expresión corporal. Ahí comienza la reflexión. Los ejercicios comenzaban en la tarde y se extendían hasta la una de la mañana. Esto representó una ruptura con el horario y rutina cotidiana de los internos, que diariamente son encerrados en sus celdas a las seis de la tarde. Los reclusos pudieron, después de muchos años, sentir la noche, observar la luna, empaparse con la lluvia, darse la mano o vestirse de otro color diferente al beige de sus uniformes. Experiencias tan normales para las personas del exterior, en ellos se convertían, a través de este proyecto, en fuga espiritual. Tras introducirse en el ejercicio teatral, Morell comenzó a leer el texto con los internos. Es una lectura reflexiva y posicional, ya que reclusos del siglo XXI tienen que asumirse como prisioneros del siglo XVI y aportar sus propias vivencias a los personajes que interpretan. Ahí se autoanalizan, sensibilizan y desahogan todo la angustia o rencor que llevan dentro. En ese momento El Quijote cobra vida, vigencia y adquiere otro sentido. "En México y el mundo se está celebrando al Quijote con lecturas o conferencias. Eso está muy bien, pero que un interno de una cárcel se acerque al Quijote como liberación, es darle mayor vigencia a la filosofía de la novela".

En este montaje los reclusos participaron como actores, coristas, bailarines, músicos, vestuaristas, iluminadores, escenógrafos, sonidistas o electricistas. Como parte de este proyecto teatral de readaptación, Morell contó con la colaboración de Napoleón Ochoa en la dirección musical y Sergio Rod en la coreografía. Ambos realizaron una labor extraordinaria y se complementaron totalmente con la aventura quijotesca de Morell. Las imágenes son grabadas por Iván, ex presidiario de Tlaxcala que participó en aquel montaje y, cuando fue liberado, se comunicó con el dramaturgo para continuar trabajando en el proyecto.

Acabadas las funciones, Morell realiza técnicas de relajación con los reclusos antes de que éstos regresen a sus celdas. Este ejercicio busca equilibrar las emociones que se generan en cada función, la cual, dura casi tres horas y en ellas se viven situaciones catárticas debido a la profundidad del texto, la interiorización del personaje y relación con el público.

Convivencia después de la función

Cuando se presentó este espectáculo, hubo una convivencia de casi dos horas con los actores, después de que finalizó la función. Brindaron una cena elaborada por ellos y se pudo platicar sobre esta vivencia. Todos coincidían en afirmar que esta experiencia les había cambiado la vida. Que habían liberado su espíritu, reflexionado sobre sus errores y que, una vez que cumplan su condena, desean integrarse a la sociedad sin ser estigmatizados por su paso por la prisión. Pero esa experiencia no sólo enriqueció a los reclusos, sino también a los espectadores que aplaudieron su entrega y talento en el escenario, que superaba la de muchos actores profesionales, pero, además, demostró que el teatro sensibiliza y que la libertad no está en la calle, sino en el pensamiento.

Para muchos, Morell puede haberse contagiado de la locura del Quijote. Tal vez, así como el Quijote confundió los molinos con gigantes y las ventas con castillos, este dramaturgo está confundiendo asesinos, violadores, ladrones y atracadores con actores, bailarines, músicos y cantantes. Tal vez su locura lo lleva a creer, en un momento en que los reclusorios mexicanos están en crisis, que las cárceles son teatros y que el coreógrafo Sergio Rod es su escudero Sancho. Pero, como le dijo el Quijote a Dulcinea: "El ideal no es una obligación, sino un privilegio".

 
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