Usted está aquí: jueves 21 de julio de 2005 Opinión Caleidoscopios: Guillermo Prieto

Margo Glantz

Caleidoscopios: Guillermo Prieto

En el prólogo a su Viaje a los Estados Unidos, Guillermo Prieto habla de su afición por los caleidoscopios, y en las Memorias de mis tiempos se refiere a la linterna mágica como instrumento narrativo, tan bien utilizado luego por José Tomás de Cuéllar. Prieto sabe muy bien lo que está haciendo y a menudo intercala explicaciones a manera de reflexión:

''¡Buen chasco se lleva quien busque en este libro observaciones profundas, estudios serios, animadas descripciones, sino en descolorida imitación los vidritos del cuento (...) Es decir, se trata de charla, y charla tendrán los que quieran comprar esta cajita de vidritos."

Una cajita de vidritos permite visualizar, gracias al doble diminutivo y a la fragmentaria consistencia de la visión, un relato desmenuzado, expuesto a una constante fragmentación y a un movimiento incesante y, por tanto, a cambios imprevistos de foco, esbozos rápidos, deslumbramientos, bosquejos inacabados. Esta manera de mirar es sistemática y constituye una norma de organización del relato.

Como en los pintores o los grabadores del siglo XIX, el ojo del narrador contempla cuadros movibles y pasajeros de la realidad cotidiana, los fija como tipos o como costumbres y va conformando con ellos un panorama, algo que se extiende ante nuestros ojos con rápidos brochazos, sin ánimo de profundizar y careciendo de un espíritu de selección muy definido: se capta todo lo que alcanza la mirada y el conjunto está hecho de fragmentos, de gente que se encuentra por casualidad o por costumbre en ciertas zonas y conforma un paisaje que la mirada capta a vuelo de pájaro.

Los vidritos conforman tipos, esos tipos pintorescos que en sus cuadros de costumbres se dibujan en su apariencia visual y en sus comportamientos, por ejemplo, escojo al azar, Don Onofre Calabrote:

''El empinado sombrero cae ahora con gracias sobre sus sienes, Su chaqueta no ha sido ingrata al cepillo; el pantalón modesto, ni aun roza el empeine de su pie; y esa bota, ahora café y melancólica, pronto recibirá en el Progreso el brochazo de regeneración. ¡Vedlo! Un cirial parece su paraguas con funda: si abulta una de sus bolsas, es el paliacate sumamente doblado que conduce. El tesoro va hundido en la bolsa del costado."

Al hablar de los antecedentes de Baudelaire, Walter Benjamin explica: ''Un nuevo género literario ha abierto sus primeras intentonas de orientación. Es una literatura panorámica. Esos libros consisten en bosquejos, que con su ropaje anecdótico diríamos que imitan el primer término plástico de los panoramas e incluso, con su inventario informativo, su trasfondo ancho y tenso".

Y los tipos mexicanos fueron reproducidos por pintores, litógrafos, muchos de ellos viajeros extranjeros (Linati, Rugendas) y, claro, por los escritores costumbristas, como Prieto, quien en estos cuadros elige representarlos y definirlos por una descripción que los aísla de otros tipos y les otorga una fisonomía y un apodo. El mismo sistema organiza las tradiciones populares descritas en pequeños apartados en sus cuadros de costumbres, por ellos desfilan los días de fiesta, los años nuevos, las posadas, las navidades, la Semana Santa, los días de corpus y muchas de esas festividades religiosas de las que participa toda la población en curiosa y aparente confusión de clases. Y también las corridas de toros, las funciones de teatro, las de ópera y de manera muy especial (suceden a cada rato) ¡los pronunciamientos!

A pesar de que a veces se nos antojan ingenuos o sentimentales, los cuadros de Prieto tienen una gran fuerza política y moral, remiten a una sátira de las costumbres y a una energía que desnudan a una sociedad y revelan las amenazas y violencias a las que se la ha sometido. La gran perspicacia de Prieto fue advertir que la sociedad mexicana era fundamentalmente una sociedad teatral.

Más aún, esta característica sólo pudo advertirla de manera cabal al observarla desde la distancia que le daba el tiempo: es justamente su carácter de memoria lo que le da a este texto su singularidad.

Contemplado con los ojos del recuerdo, el México que Prieto nos entrega en estas memorias es un México ya pasado, sus memorias escritas en pleno porfiriato se sitúan en una perspectiva totalmente diferente; se trata de una sociedad casi totalmente modificada por el orden, el progreso y la dictadura, una sociedad histórica que sin embargo ha engendrado la sociedad desde la que se escriben los recuerdos.

 
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