Usted está aquí: lunes 25 de julio de 2005 Sociedad y Justicia APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Suicidios permitidos

ALGUNOS LECTORES PREGUNTAN dónde se puede adquirir el libro de Lucía Rivadeneyra Robo calificado, que comenté y recomendé en este espacio el 11 de julio pasado, ya que en las librerías aparentemente está agotado. Aquellos que no excluyen la poesía de temas "aborrecidos" pueden llamar a la editorial Colibrí, al 5547 1466, o escribir al correo electrónico [email protected] donde les informarán sobre este estimulante poemario.

POR SU PARTE, Mariana Ponce reclama que no se haya dado el debido crédito al anterior gobierno del estado de Puebla, que por medio de la Secretaría de Cultura coeditó con Colibrí Robo calificado. Tiene razón, pero no mucha, como decía un espabilado niño a su mamá, dado que, por una parte, es obligación de todo gobierno promover la cultura en sus diversas formas, sin esperar otro reconocimiento que el deber cumplido y una ciudadanía menos embrutecida, y por la otra, que era tan necesario aludir a algunos de los intensos poemas de suicidas de Rivadeneyra, sin menoscabo de las otras logradas secciones del libro, que haber dedicado espacio a ese crédito hubiera reducido el de por sí apretado comentario.

Y OTRO LECTOR, J. Quijano Vélez, con una sesgada interpretación de dicha columna, de plano se indignó "por su abierta conformidad con tan cobarde recurso, censurado desde siempre por las sociedades civilizadas, ya que el suicidio es acto que afecta gravemente a otros y socava los valores esenciales de la persona y de toda comunidad democrática".

LEYO MAL; NO se trata de aprobar o desaprobar el suicidio, sino de promover y defender la libertad humana consciente, responsable, no avasallada, como fundamento del sentido de vida que pueda desarrollar o no cada individuo, así como de su eventual evolución.

SIN CONTAR EL suicidio colectivo a que inevitablemente conduce un sistema capitalista salvaje sin otro límite que su ambición, el Estado, las religiones, la doble moral y el falso humanismo de quienes deciden lo que la mayoría ha de hacer y dejar de hacer, permiten y desde luego promueven ciertas formas de suicidio, a la vez que demuestran que la vida es "sagrada" en la medida que beneficia al sistema económico, primero, y al de creencias después.

TRABAJE COMO BURRO y a costa de su salud, pero en aras del "progreso" individual y comunitario; reprodúzcase como conejo, independientemente de su capacidad de compromiso y de comunicación con "los hijos que Dios quiera"; endéudese sin culpa y con la pueril alegría de estrenar lo que sea; fume cuanto quiera, excepto en áreas donde esté prohibido; beba hasta caerse, pero al día siguiente no llegue tarde a sus labores; procure curarse con doctores y medicinas sin cambiar de hábitos; consuma como idiota, vaya a la guerra como patriota o emigre como ilota, no faltará el funcionario que lo ponga de ejemplo; por fin, jubílese y retírese a esperar no sólo la muerte "natural", sino a que decidan qué hacer con sus ahorros el gobierno y los banqueros en turno.

 
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