Usted está aquí: lunes 1 de agosto de 2005 Cultura A un año de haber sido desalojada, Beatriz Zamora renueva su actividad

Expone en la galería Pecanins Negro cósmico, donde plasma "hilos del universo"

A un año de haber sido desalojada, Beatriz Zamora renueva su actividad

Afirma que las autoridades culturales no la han ayudado; su obra, en una bodega de Iztapalapa

Prepara la donación de sus pinturas a los museos de arte moderno y universidades del país

MONICA MATEOS-VEGA

Ampliar la imagen Aspecto de su obra FOTO Cortes�Galer�Pecanins Foto: Cortes�Galer�Pecanins

A un año de sufrir el desalojo de su casa-taller, la artista plástica Beatriz Zamora sigue en pie. Hace unos días inauguró una exposición en la galería Pecanins: Negro cósmico, con la cual ratifica su compromiso de plasmar en cada uno de sus lien- zos "finas hebras de hilo, de la infinita madeja que conforma el universo".

Si bien su labor creativa está detenida por falta de un espacio adecuado, Zamora trabaja a todo vapor. Prepara un nuevo proyecto para solicitar por enésima vez una beca al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (este año le aseguraron que "ya merito", que "quedó entre los finalistas"), escribe un ensayo para un catálogo que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes prometió editarle este año, y se alista para donar su obra a museos y universidades tanto nacionales como extranjeras.

La sonrisa ha vuelto a su rostro, no obstante saber que su obra continúa arrinconada en una bodega de Iztapalapa. Una amiga le ha brindado un departamento donde vivir, pero el lugar no le sirve para trabajar porque es pequeño y está alfombrado.

En entrevista con La Jornada y arropada por el aprecio de las galeristas Ana María y Yanni Pecanins, la creadora recuerda los momentos que vivió el 11 de julio de 2004:

"Fue un desalojo terrible. Se me acabó el mundo, sobre todo cuando tiraron mis materiales. En aquellos departamentos (de la calle de Allende, en el Centro Histórico) trabajé 14 años, ahí hice alrededor de dos mil cuadros. Ese lugar era sagrado para mí. Casi me muero, perdí el sentido de la vida. Entré en una depresión terrible, no paraba de llorar. Acudí a terapia sicológica y siquiátrica, lo cual me ayudó a pensar de otra manera.

"Ahora sé que no es algo que no se pueda recuperar, que sólo necesito un espacio y dinero para comprar mis materiales: negro de humo, carbones. Lo más importante es que, a pesar de no haber creación, estoy recuperando mi salud y mi alegría luego de la desolación. Mi obra (36 toneladas, valuada en más de 30 millones de pesos) se encuentra donde guardan las cosas de la gente más pobre de este país, la que ha perdido sus casas ya sea por incendios, inundaciones o desalojos. Si no me hubiera ayudado la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal (en ese entonces a cargo de Raquel Sosa), esa obra estaría en la calle.

"En estos meses, la única alianza que he sentido, amorosa y solidaria, es la que me han brindado los medios de comunicación. También mis compañeros de gremio. Fuera de ellos, las autoridades culturales no han hecho gran cosa por ayudarme, me dicen que no hay un centavo para salvar la obra. No les interesa."

Por eso, Beatriz Zamora, quien cumple 70 años en 2006, donará su obra a todos los museos de arte contemporáneo de México, así como a las universidades, incluidos recintos de otros países: "Quiero que mi obra esté en un lugar digno, porque me duele mucho verla en ese galerón enorme, lleno de montoncitos de muebles atados con cinta canela. Es de lo más miserable, no se lo merece mi trabajo. Empezaré la entrega con el Instituto Nacional de Bellas Artes, les daré un tríptico de tres metros por uno cincuenta. Luego, al Museo Carrillo Gil, una pieza de dos metros."

La oscura luminosidad de su obra

Los cuadros de Beatriz Zamora son negros. Pero no. De alguna manera la luz está presente en esa oscuridad absoluta. A veces en las texturas (como de terciopelo o como la orografía alrededor de un volcán apagado), en el volumen agreste o delicado, en los materiales utilizados, o en las sensaciones que provoca en quienes miran sus cuadros.

"Los niños que vivían cerca de mi taller me pedían entrar a ver los cuadros, y se quedaban varios minutos frente a la obra. Me decían, 'nos gustan tanto'. Y es que no se necesita un nivel intelectual alto para entender mi obra, se requiere sólo el contacto."

La artista explica los fundamentos de su obra: "Los físicos dicen que 98 por ciento del universo es materia oscura. Negro absoluto, silencio, vacío, la nada. De ese espacio nacen las ga-laxias y las estrellas. De ahí venimos, de la riqueza y potencial de esa oscuridad. Silencio y armonía.

"También se dice, científicamente, que en el centro, del centro, del centro de cada una de nuestras moléculas está esa oscuridad. Y ese espacio de silencio, de nada, es nuestro contacto con lo espiritual. Entonces, mi propósito al plasmar el negro en mi obra es recordar lo que verdaderamente somos, y tener una conciencia cósmica para cuidar la tierra, para cuidarnos, amarnos y construir alianzas.

"El negro es como una medicina espiritual, pues se trata de nuestra propia esencia. Mi finalidad es hacer de cada cuadro un ensayo en torno a lo abso- luto del universo, bajo todos los planteamientos posibles. Durante 40 años no he trabajado para divertirme."

La exposición Negro cósmico se presenta en la galería Pecanins (Durango 186, colonia Roma). Los museos y universidades interesadas en la obra de la maestra Beatriz Zamora pueden ponerse en contacto con ella mediante la página de Internet www.beatrizzamora.com.

 
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