Usted está aquí: lunes 1 de agosto de 2005 Opinión Novedades en el frente

León Bendesky

Novedades en el frente

Los hechos muestran la dirección divergente de los procesos políticos que ocurren en el terreno de lo que llamamos la globalización. Esa divergencia no aminora las fricciones que hoy se advierten, ni aquellas que potencialmente pueden surgir.

Los europeos parecían muy confiados en el avance de la unión económica y política: han formado un mercado único en el que se mueven sin obstáculo las mercancías, los capitales y las personas; han creado una moneda común, el euro, que representa esa libertad económica y con lo que ceden de manera efectiva parte de su soberanía expresada por la política monetaria.

Han avanzado también en la configuración de una unión política, a la manera de unos Estados Unidos de Europa, como había prefigurado Winston Churchill al final de la Segunda Guerra Mundial. Con ello no se pretendía cancelar la existencia de los viejos estados nacionales, sino configurar una nueva relación entre ellos que pudiera mantener la paz, asunto difícil en esa región, y acrecentar las ventajas económicas. Así, han extendido el número de sus miembros hasta llegar a 25, y quedan más en la lista de candidatos.

En los últimos años la política exterior mostró las discrepancias que prevalecen en Europa, sobre todo en relación con el país frente al cual se miden, es decir, Estados Unidos. La invasión de Afganistán, primero, y de Irak después, separó a los europeos.

Las condiciones internas son otro motivo de disputa, misma que se manifiesta de modo muy concreto en las políticas sociales que involucran al trabajo, las condiciones laborales, las prestaciones, los servicios médicos y los sistemas de pensiones. Las diversas aproximaciones nacionales a estos temas están debilitando a algunos gobiernos e, igualmente, han puesto en cuestionamiento lo que incipientemente se denomina el modelo europeo que ahora impulsa el gobierno británico.

Una muestra de estas discrepancias en distintos frentes fue el voto adverso para aceptar la Constitución Europea que ocurrió en Francia y Holanda. Esto frena de facto la unión política por un periodo indefinido. Del mismo modo pone en entredicho a la burocracia común que se ha formado en Bruselas y otras partes. Además, abre la puerta al cambio político en países como Francia y Alemania, en un interesante planteamiento sobre las preferencias sociales de los distintos países.

Pero a esta situación se ha sumado la de la inseguridad asociada con el terrorismo. España y Gran Bretaña son testigos de esta condición. Los entornos de las matanzas del 11 de marzo y del 7 de julio son distintos y en ello reside buena parte de la dimensión de este conflicto que tampoco tiene fronteras.

La manera en que se está procesando la situación económica, social y de seguridad entre las dirigencias políticas europeas es un asunto clave para definir no sólo la forma de organización de la Unión, sino en buena medida la estructura política del mundo. El fracaso de la invasión a Irak, la creciente inseguridad y las cambiantes condiciones económicas exigirán nuevas definiciones con consecuencias inciertas.

Mientras esto ocurre en Europa, en el terreno de la integración a escala nacional Estados Unidos sigue proponiendo el libre comercio como la opción a seguir en el continente americano. El gobierno del presidente Bush se batió en lucha política con el Congreso para ratificar el CAFTA (por las siglas en inglés), que establece la liberación del intercambio económico con los países de Centroamérica y la República Dominicana. El fracaso en este acuerdo habría marcado un freno a la política comercial que pretende abarcar a toda la región con el ALCA.

Bush sólo logró que la Cámara de Representantes ratificara el acuerdo por una mínima diferencia de votos y a última hora, antes de entrar en receso. Es curioso ver cómo se repiten las escenas de júbilo entre los gobiernos centroamericanos, el repudio de ciertos grupos sociales en esos mismos países y el lamento de algunos en Estados Unidos que ven este acuerdo como una forma de desplazar empleos a zonas de más bajos salarios de donde se importarán los productos. Diez años después del TLCAN todos deberían saber mejor de qué se trata. El gobierno del presidente Bush lo sabe bien.

Los patrones de integración impulsados en Europa y América son muy distintos, expresan condiciones políticas diferentes y reproducen formas específicas de relación entre las partes y de enfrentamiento social. Estos patrones habrán de medirse frente a las transformaciones que ocurren en Asia, las que afectan los mercados de los productos energéticos y las materias primas.

Las negociaciones internacionales de comercio están en una fase decisiva que enfrenta a los productores y los gobiernos por subsidios y concesiones. Lo que sigue siendo claro es que la guerra por los mercados, la tecnología y las utilidades está en apogeo y no se trata únicamente de la fortaleza de hojas de balances de las empresas frente a la debilidad de las cuentas públicas de los gobiernos, sino de la capacidad de resistencia de la sociedad.

 
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