Usted está aquí: sábado 6 de agosto de 2005 Capital Nadia: una historia de injusticia e impunidad

Nadia: una historia de injusticia e impunidad

Policías abusaron de ella y después la ligaron al narco en un proceso irregular

MIRNA SERVIN VEGA

Nadia Zepeda está sentenciada a cinco años en el reclusorio de Santa Marta Acatitla después de ser detenida en medio de un operativo por elementos encapuchados, quienes la amenazaron: "o le pasas con todos los del camión o te va a llevar la chingada".

En medio de su desconcierto, pasaron las dos cosas. Fue víctima de abuso sexual por policías capitalinos, tras una detención en plena calle sin que conociera el motivo, y presentada momentos después ante los medios de comunicación como narcomenudista con varios paquetes de droga.

Aunque parece que ya está acostumbrada al uniforme azul de la penitenciaría, que la distingue de las otras internas vestidas de beige que aún son procesadas, dice desconcertada: "nunca te imaginas que te va a pasar algo así". Habla en nombre del valor para evitar que su historia se repita.

Ninguno de los exámenes toxicológicos que le han practicado ha resultado positivo, y el parte informativo que presentaron los policías está lleno de irregularidades, según respalda la revisión del caso hecha por el departamento jurídico del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, que desde junio del año pasado asumió la defensa.

Nadia no es farmacodependiente ni consumía drogas, pero sí era estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades Oriente de la UNAM, con 18 años de edad y planes de estudiar diseño gráfico por su gusto y facilidad para dibujar.

Ahora se vuelve al patio apenas ocupado por algunas internas en grupos de trabajo, ya que no es día de visita, y comenta que aunque añora salir, no sabe bien qué hará en caso de preliberación, la cual solicitó después de haber cumplido la mitad de su condena.

Piensa unos segundos en silencio y dice: "Un perro, me gustaría oír ladrar a un perro. Aquí hasta eso extrañas".

Denuncia pública, oídos sordos

Desde la detención de Nadia, el 23 de enero de 2003, se han formado movimientos de denuncia para pedir su liberación, pero la respuesta ha sido la misma y se traduce en la sentencia recibida: la joven es catalogada como una presa de criminalidad considerable, por tener estudios de nivel medio superior y ser de clase media. "Ahora resulta que porque no soy retrasada mental, soy peligrosa", exclama Nadia.

De nada ha valido que organismos de derechos humanos y comités ciudadanos hayan abogado a su favor. Uno de esos comités se formó en Chiapas, dado que la familia se fue a vivir allá y sólo venía al Distrito Federal para realizar trámites de la escuela de Nadia y del trabajo de su madre. Justo en ese periodo fue detenida.

Desde hace más de dos años, el caso de la joven también sumó la solidaridad de diputados y organizaciones que pidieron a diversos magistrados la revisión del juicio. La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) intervino en la investigación y pidió una conciliación con la Secretaría de Seguridad Pública local, a la que solicitó investigar a los tres elementos reconocidos por Nadia, integrantes del grupo especial Sagitario, quienes realizaban operativos para combatir el narcomenudeo y contra quienes la CDHDF emitió una recomendación posteriormente, con más de 70 casos por quejas de abuso de autoridad, robo, daño en propiedad ajena y abuso sexual, entre otros cargos.

Actualmente hay un expediente abierto en la Dirección de Asuntos Internos de la SSP del DF, contra los tres elementos.

Asimismo, hay dos averiguaciones previas: una ante la Fiscalía de Servidores Públicos y otra en la Fiscalía para Delitos Sexuales, de la procuraduría capitalina.

Para la defensa de Nadia, encabezada por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, esto sólo es una muestra de los obstáculos a vencer cuando se trata de fincar responsabilidades a servidores públicos, cuyo parte informativo sobre los hechos ha prevalecido como la verdad única, sobre el testimonio de la afectada.

"Un sueño del que quiero despertar"

Del café internet al que se dirigía en la Agrícola Oriental aquella tarde, en compañía de su novio y un amigo, dos días después se vio internada en el Reclusorio Oriente, como en un mal sueño.

Lloró, porque no sabía qué hacía ahí y no había podido hablar con su familia. Lloró aún más cuando su novio dijo en su declaración que ni siquiera la conocía, lo que significó la liberación de él, y después de un tiempo de incredulidad se dio cuenta que en verdad estaba ahí: en la cárcel.

Nadia pasó de la confusión tras su detención al proceso de la denuncia. "Aún me cuesta trabajo hablar de ello, tenía miedo y vergüenza", narra. Estos elementos han sido considerados como "contradicciones" al denunciar la agresión sexual.

"Era una mujer la que vino a tomarme la declaración, y sin consideración me preguntaba en tono de burla por qué, si sucedió, no lo dije antes", rememora. "Todo fue muy difícil, pero poco a poco, en un proceso de asimilación, llegué al coraje y vino la denuncia".

Tras conocer la vida en la cárcel, primero en el Reclusorio Oriente y luego en Santa Martha Acatitla, afirma: "ahora soy más fuerte", pero también ha perdido la confianza en los demás.

Ya no deja su bolsa en el dormitorio, ya que en una ocasión, como "broma" le dejaron un envoltorio de coca, que fue requerido por cinco custodias que sabían que lo encontrarían entre sus pertenencias. Eso le costó 15 días de apando.

También sabe que tener visitas es mal visto, así como ser joven, tener ropa y hablar. Ha recibido el mensaje: una vez encontró sus pantalones que había colgado a secar, convertidos en pantaloncillos cortos.

Sin embargo, Nadia sonríe. Da clases de primaria y secundaria a sus compañeras, toma clases de manualidades y hace ejercicio. Planea en voz alta y dice que ahora estudiará derecho.

Le duele el abandono en que se encuentran las otras mujeres en la cárcel. Sabe que la solidaridad masculina en esta situación desaparece con facilidad, pero el coraje de ella no. Aquí espero, dice, "soy inocente, si salgo en enero o no, de todos modos no pararé".

Los presuntos agresores siguen en activo

Los tres policías señalados por Nadia Zepeda como sus agresores, actualmente siguen activos en la corporación y no han recibido ningún castigo. Javier González del Villar, director de Asuntos Internos de la SSP, dijo en entrevista que de acuerdo con las investigaciones no existen elementos para sancionarlos, aunque el expediente continúa abierto.

Aseguró que el Ministerio Público no manifestó la existencia de irregularidades en la presentación de la detenida, y no se cuenta con pruebas que demuestren la acusación de abuso sexual que pesa contra los policías Pascual Cruz Castillo, Guillermo Flores Hernández y José Fernando Juárez Ramos.

González del Villar aseguró que la dirección a su cargo "está abierta" para que los familiares y la defensa puedan revisar el expediente de Nadia y recibir cualquier prueba de su inocencia.

 
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