Usted está aquí: sábado 6 de agosto de 2005 Opinión Historias de policías

*Enrique Calderón A

Historias de policías

No es mi afán contribuir al estado de sicosis de la sociedad mexicana ante la escalada de violencia del crimen organizado (y también del desorganizado) que azota al país desde varias semanas atrás, sino contribuir con una reflexión al respecto. Paso a relatar tres historias que escuché durante la semana.

1) Piratas. En días recientes una camioneta que repartía libros de una casa editorial en la ciudad de México fue secuestrada. La empresa denunció el robo ante las autoridades del Ministerio Público. Un par de días después los abogados de la compañía recibieron la visita de dos judiciales, que se presentaban como representantes de los delincuentes a pedir 80 mil pesos por la devolución de la camioneta y la mercancía. Ante la negativa de los abogados, los libros aparecieron a la venta con valor de 10 pesos en manos de vendedores de productos piratas que pululan por el Centro Histórico. ¿Existe acaso alguna asociación entre judiciales y el comercio de productos piratas?

2) Impartición de justicia. Un profesionista fue asaltado al llegar a su casa en las cercanías de Ciudad Satélite, luego de concluir su jornada de trabajo, por dos policías uniformados que le quitaron su laptop, su palm, su celular, el reloj y la cartera. Enojado, el profesionista se presentó ante la agencia del Ministerio Público de Naucalpan a denunciar el robo; mientras estaba haciendo la denuncia se percató de que uno de los dos policías que lo asaltaron había entrado a las instalaciones, lo cual informó de inmediato al funcionario que estaba conformando el acta. Este no se inmutó y continuó interrogándolo, pidiéndole que describiera los objetos robados. Al final le preguntó: "¿Y por esta lista de objetos se va usted a arriesgar a firmar esta acta, sin importar las consecuencias que ello le pueda ocasionar?"

3. Fargo a la mexicana. Luego del nacimiento de su primer hijo, el padre se percata de la necesidad de construir un patrimonio para el futuro de su vástago. El no es un delincuente, pero decide secuestrar a una vecina para luego pedir un rescate por ella, como una forma natural para lograr su objetivo económico. Luego de efectuar la operación, el personaje se encuentra con algo no previsto. La secuestrada lo conoce y lo puede acusar una vez liberada. Por ello decide entonces asesinarla, para lo cual invita a participar en la aventura a un par de vecinos que por simpatía y amistad con el empresario aceptan la invitación. La falta de experiencia los lleva a cometer errores y a su posterior delación. Los investigadores de la procuraduría encuentran el cadáver y descubren a los asesinos; identifican la responsabilidad de cada uno en el crimen, permitiéndoles formular una propuesta para un arreglo económico, que una vez finiquitado lleva a archivar el caso como tantos otros.

Las tres historias narradas, como muchas otras similares, dan cuenta de la enorme crisis de valores y de descomposición social que vivimos. Pareciera que la ética es cosa del pasado. La solución del problema es fundamental; ninguna sociedad así de enferma tiene posibilidades de superar sus demás problemas y de pensar en esperanza alguna; el regreso a la normalidad tomará décadas, porque implica un cambio a fondo en nuestros sistemas educativos, en la conducción de la vida pública, en la redefinición de los sistemas de seguridad y justicia, en la programación patética de la televisión actual, en la participación permanente de todas las organizaciones sociales; deberá ser un esfuerzo individual y colectivo que nos involucre a todos. De otra manera nunca vamos a superar esta crisis vergonzosa.

En esta lucha contra la delincuencia y la siembra de valores éticos entre los niños, jóvenes y adultos tenemos que empezar desde ahora, porque la lucha va a llevar tiempo. En lo personal, considero que un factor fundamental en este esfuerzo debe ser la aportación que los líderes y las grandes figuras nacionales pueden hacer a la solución del problema, tanto con su discurso como con su ejemplo, antes de pensar inclusive en el problema del desarrollo económico.

En este aspecto, pienso que si Vicente Fox no ha podido hacer mucho por los abusos y turbiedades que ha permitido a su alrededor, los principales aspirantes a la Presidencia de la República a partir de 2006 tampoco podrán hacer mucho, desafortunadamente. ¿Acaso podría hablarnos de ética Santiago Creel, luego de los actos de gobierno que se le conocen? ¿Podrían Roberto Madrazo o Arturo Montiel convocar a los mexicanos a la honestidad y el cultivo de la ética? ¿Podría pedir Andrés Manuel López Obrador a los ciudadanos el cumplimiento de las leyes y la abstención a aceptar prácticas corruptas alrededor nuestro? La seguridad, la guerra contra la delincuencia, el restablecimiento de la ética debieran ser puntos torales de la próxima contienda electoral.

 
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