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8 de agosto de 2005
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Ronald Buchanan

LA HORA QUE USTED DIGA

¿Qué hora es? La hora que ustedes digan, señores legisladores de Estados Unidos.

Sin consultar con sus vecinos y socios comerciales en México y Canadá, el Congreso estadunidense ha aprobado una ley que extiende por un mes el horario de verano. A partir de 2007, los relojes se tendrán que adelantar en el segundo domingo de marzo para atrasarse otra vez el primer domingo de noviembre.

En México, a partir de la ley de 2002, los cambios se efectúan ­como hasta ahora en Estados Unidos­ el primer domingo de abril y el último de octubre.

Desde que se impuso el horario de verano en México por decreto presidencial en 1996, los promotores del sistema han argumentado que evitaba un desfase dos veces al año cuando la hora se cambiaba en EU y aquí quedaba igual. Así, siempre han dicho, se complicaban mucho las operaciones financieras y los horarios de los vuelos internacionales.

Ahora, con fechas diferentes para el cambio en ambos países ­sin olvidar Canadá, que también será afectada­ las complicaciones sucederán cuatro veces al año en vez de dos.

Obviamente los legisladores estadunidenses no tomaron eso en cuenta, o si lo hicieron, les valió. En contraste, los países de la Unión Europea tienen un acuerdo entre ellos para hacer los cambios de horario de manera simultánea.

Nuestro Congreso, por supuesto, podría optar por aceptar la imposición y ajustar la duración del horario de verano al nuevo sistema de Estados Unidos con un cambio en la ley de 2002. Lo que sería preferible, sin embargo ­y no por necedad­ sería examinar el tema a fondo para ver cuál es la solución más conveniente al país.

Se ha presentado la cuestión del cambio y los husos horarios como la mera aplicación de las leyes ineludibles de la ciencia, como que el agua hierve cuando llega a 100 grados (al nivel del mar) o que la selección nacional no avanza más allá de los cuartos de final en un Mundial.

No lo es. En todos los países se ha mostrado flexibilidad en la imposición de las reglas. Si no fuera así, por ser atravesado por la línea internacional de la fecha, Nueva Zelanda tendría, no dos husos horarios, sino dos días distintos en su territorio.

En Estados Unidos, Hawai, Arizona y parte de Indiana no aplican el horario de verano; en Canadá tampoco Saskatchewan. El sistema mexicano no sigue una lógica científica. La hora central abarca más de dos líneas de longitud, mientras que las dos Bajas Californias tienen husos horarios distintos, no sólo del resto del país sino entre sí. Sonora, por sus pistolas, nunca ha aplicado el horario de verano.

En cuanto a dicho horario, la necesidad de imponerlo depende de la ubicación de cada país. En el caso de las naciones del norte de Europa, difícilmente el horario laboral cabe en las horas de luz del invierno. En el caso extremo de Islandia, la noche es permanente en los meses en diciembre y enero mientras que nunca se pone el sol en julio y agosto.

La mayor parte de México, sin embargo, está en el trópico, donde no hay mucha diferencia entre las temporadas en cuanto a luz de día. No habría necesidad de imponer el horario de verano si no fuera por la cuestión de los desfases con nuestros vecinos, pero si eso no los tiene preocupados, ¿por qué preocuparnos nosotros?

El gobierno nos asegura que el horario de verano nos ahorra energía al evitar la necesidad de construir algo así como dos plantas eléctricas al año. Si es así, que el horario que se aplique todo el año sea el de verano.

Pero que haya luz en el debate §


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