Usted está aquí: lunes 8 de agosto de 2005 Deportes Cornada al fino y pundonoroso José Mauricio, aplaudido en el que mató

Con manso y peligroso encierro de Javier Garfias, los alternantes confirman su nivel

Cornada al fino y pundonoroso José Mauricio, aplaudido en el que mató

Reiteran empresa y ganadero su pobre concepto de espectáculo

Infame oportunidad

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Torero dobl�e Jos�auricio luego de sufrir seria cornada FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza

Nada vale poder debutar en la Plaza México y de poco sirve triunfar en el cada vez más desairado coso, ya que con sus singulares criterios la empresa antepone sus compromisos con determinados ganaderos a una obligada filosofía de servicio con el público.

Si hace décadas se sabe que el ganado de Javier Garfias se presta muy poco para el lucimiento convencional, ¿qué necesidad había de poner con ese hierro a los triunfadores José Mauricio, Fermín Rivera y Juan Chávez en el décimo festejo?

Lo mismo ocurrió la temporada pasada, cuando después de triunfar en su presentación la novillera Elizabeth Moreno, al domingo siguiente la repitió la empresa con unos galafates de... Javier Garfias, que si no le arrancaron la bella cabeza le hicieron devolver la oreja obtenida ocho días antes.

Pero aquí los empresarios taurinos son como los precandidatos: fascinados con sus pobres propuestas verbales, se les olvida preguntarle a la gente qué quiere ver y oír.

Además de sosos, mansos y de traer un peligro sordo, producto de su indefinición más que de su encaste, los novillos de Garfias lidiados ayer acusaron una dispareja presentación, tanto en pintas como en encornadura y trapío, dando la impresión cuatro de ellos de que procedían de otra dehesa.

Abrió plaza Blanquito, un cárdeno bragado con 390 kilos en la pizarra, ya que en los lomos parecía haberse bajado de ese peso en el camino. Como sus hermanos, acudió descompuesto a las verónicas y a dos puyazos de Alejandro Martínez. Destacó, una vez más, Alberto Preciado al colocar al novillo y al poner banderillas.

Con el don del valor sereno y la verticalidad natural el joven José Mauricio inició su trasteo con elegantes muletazos por alto, en los que se hizo evidente que el novillo, además de vencerse por el lado derecho, traía media embestida.

No obstante, el de Mixcoac, sosegado y comprometido, consiguió en el tercio dramáticas tandas por el izquierdo, en las que prevalecieron la quietud y el mando. Pero en cuanto se llevó al novillo a los medios y cambió la franela a la diestra, en el segundo muletazo fue empitonado, sufriendo una cornada de dos trayectorias en la ingle izquierda, una de 20 centímetros que llegó hasta la pelvis y otra de diez, afortunadamente sin romper ninguna vena.

A pesar de ello José Mauricio se negó a irse a la enfermería y tuvo la vergüenza de despachar al novillo de media estocada y de tres cuartos, no sin antes escuchar un aviso del, ahora sí, rigorista pero impertinente juez Eduardo Delgado. Mientras los despojos de aquel marrajo eran despedidos con sonora rechifla, José Mauricio se retiraba en medio de unánime ovación.

Fermín Rivera, al igual que su abuelo la tarde de su despedida en ese mismo escenario, toreó a su primero, Contador, de 407 kilos, entre pajarillos revoloteando en la arena. Fue un trasteo derechista que tuvo momentos de muy altos vuelos, en los que el muchacho, a base de aguante y mando, fue metiendo en la muleta a la res, reiterando que tirar de los toros y llevarlos muy templados es su fuerte. Hubo un momento en que el garfeño pidió su muerte, y fue luego de tres importantes derechazos frente a toriles, toreando, obligando y mandando mucho, con el público en la bolsa. Pero, para variar, también a este joven le falta callejón, es decir, asesoría fundamentada y oportuna durante la faena, por lo que dejó pasar el momento, mató mal y le sonaron dos avisos. Con el que toreó por José Mauricio y con su segundo, Rivera derrochó una voluntad que se estrellaría con la mansedumbre y el mal estilo de los de Garfias.

Y Juan Chávez, que la tarde de su presentación cortara una oreja a un novillo de Valparaíso, ahora exhibió unas carencias que no le conocíamos, incluida su monterita de cuando fue niño torero. A su primero, Viajero, con 430 kilos, le recetó feos parones, media verónica y revolera. Luego quitó por gaoneras de manos bajas e intentó ligar algunos muletazos sin lograrlo. Y con su segundo, Cocinero, de 372 kilos, se vio tieso de brazos al lancear y sin recursos con la muleta ante un gazapón que convirtió en tedio lo que debió ser emoción y misterio.

Por último, ¿podrá la autoridad mandar que se calle el idiota que durante el tercio de varas se pone a gritar a la manera de los saharaui? Lo que faltaba.

 
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