Usted está aquí: lunes 8 de agosto de 2005 Mundo En Níger, el desastre que nadie quiso ver

Muertes a diario por la hambruna; la comunidad internacional tardó en reaccionar

En Níger, el desastre que nadie quiso ver

La imposición de medidas del FMI y la UE al país aceleró el agravamiento de la crisis

KIM SENGUPTA THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen Hamoua, joven de 18 a� acompa� su hija Nafissa Muhamadou, de un a�e edad, que agoniza y recibe tratamiento en un hospital de la ciudad de Tohoua, norte de N�r FOTO Reuters Foto: Reuters

Baoudeta, Niger, 7 de agosto. Tiene el aspecto de una bebita de cabellos rubios; cuando su madre la levanta de la minúscula cuna, sus lágrimas dan paso a una sonrisa.

Pero Zaina Habab se muere. Sus rizos dorados son signos de desnutrición aguda. Su peso, de escasos cuatro kilos, estaría bien para una niña de ocho meses, pero ella tiene 3 años y medio. Su madre, Sahei, que ya ha perdido tres hijos, menea la cabeza: "No sé cuánto tiempo más la tendré".

Ocho meses después que Naciones Unidas lanzó su primer llamado de advertencia sobre la hambruna en Níger, tres meses después que el secretario general asistente Jan Egeland la describió como "la más importante emergencia olvidada del mundo", hay que cavar fosas a diario. La advertencia de otro alto funcionario de la ONU, Jan Ziggler, de que "niños, enfermos y ancianos están al borde de la desaparición", se está volviendo realidad.

Esta tarde de domingo unos 2 mil 500 desposeídos están formados en el centro de ayuda en Baoudeta, en el devastado sur del país, para recibir alimentos y medicinas. Muchos, sobre todo los jóvenes, no sobrevivirán al hambre y a las enfermedades letales que hacen presa de su débil organismo.

Vaduz Issafou yace inmóvil en el suelo; las moscas se posan en sus párpados cerrados, como si la muerte ya hubiera venido por él. El niño de 4 años no quiere moverse y tienen que jalarlo para que se levante. Sufre un ataque severo de fiebre amarilla. ¿Vivirá? "Si tiene mucha suerte", dice una enfermera. "No queda más que esperar..."

Aquí, entre los más pobres del país que es el segundo entre los más pobres del mundo, la esperanza es una de las últimas cosas que quedan. Rachida Djibo, de 25 años, paralizada de una pierna desde que era niña, ha venido arrastrándose durante cinco horas y media, con su hija de nueve meses, Zunedia, en brazos, hasta el centro, operado por la organización británica de caridad Salvemos a los Niños.

"No tenemos nada en casa", dice, sentándose en la tierra. "Bacharoi, mi marido, se fue a Nigeria a conseguir algo de dinero y de comida, así que lo único que tenemos ahora es lo que nos den aquí. Mi hija está muy enferma, se la pasa vomitando, no puede retener nada. Estoy muy preocupada porque muchos de mi familia han muerto. Necesitamos ayuda, todos necesitamos ayuda."

Con alrededor de 2.6 millones de personas que alimentar, entre ellas más de 800 mil niños menores de 5 años, sólo una fracción de la comida que tanto se necesita llega al país en este momento, pese a los envíos aéreos de emergencia de la ONU y de agencias internacionales de ayuda.

La causa es el retraso en la reacción de la comunidad internacional, pese a las repetidas advertencias sobre la tragedia que se avecinaba. Alister Shields, funcionario de logística de Salvemos a los Niños, señala: "Estamos pagando a tres dólares el kilo para que nos traigan la comida en avión, pero no llega con la rapidez necesaria. Si los llamados se hubieran escuchado antes, ese dinero se habría podido usar para obtener más suministros locales en Africa y los del exterior los hubiéramos traído por mar, a una tercera parte del costo. Es una crisis que pudo y debió haberse evitado".

Níger, el peor desastre humanitario actual en Africa, apenas figuró en la tan cacareada iniciativa del G-8 para el continente, la cual para nada se refirió a su crisis alimentaria. Tampoco fue mencionada, entre toda la publicidad, por los organizadores del concierto Live8. Y tanto los trabajadores humanitarios como los pobladores locales hablan con amargura de "grupos que tocan rock mientras los niños mueren de hambre".

Otros factores propiciaron la rapidez con que el problema adquirió proporciones de crisis. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) impusieron a esta antigua colonia francesa condiciones económicas que, según los críticos, elevaron el precio de los alimentos básicos y orillaron al gobierno a explorar un desastroso programa de "libre mercado" para hacer frente a una hambruna.

El doctor Alka Oumarou, que dirige un centro médico en Baoudeta con ayuda de apenas dos enfermeras, recuerda: "Nuestro gobierno tardó cuatro meses en hacer algo después que empezamos a informar de la gravedad de la situación. Y ni siquiera entonces dio comida gratis, sino que hacía pagar a la gente. Ofreció un complicado sistema de préstamos, que no funcionó, y la gente comenzó a morir.

"Nuestro centro médico está controlado por el gobierno, el cual insiste todavía en que cobremos a la gente. El número de pacientes que veo ha subido de 25 a 75 por día. Tuvimos que rechazar a los que no podían pagar, y algunos murieron. Los que ahora reciben tratamiento gratuito es por las agencias internacionales."

Sahei Haban, con Zaina en brazos, relata sus pérdidas. Pasando el dedo por el cabello de su hija, comenta: "Se puso de este color hace apenas tres meses. Una de mis otras hijas dijo que era bonito, pero ya lo habíamos visto antes y ahora tengo mucho miedo. Las cosechas se perdieron el año pasado y comenzaron los problemas. Tuvimos que vender cosas de la casa y después de un tiempo ya no quedaba nada. No recibimos ayuda del gobierno y no conozco a nadie que la haya obtenido.

"He perdido hijos y lo mismo les ha pasado a mis vecinos. Es muy duro, nos la pasamos llorando. Los funcionarios de aquí dicen que mi Zaina es muy pequeña para su edad y están muy preocupados por ella. Pero ¿qué puedo hacer? Yo ya no como y le doy mi comida, pero ella tiene problemas estomacales. Aquí me dan comida para ella, pero no sé si ya es demasiado tarde.

"La única vida que he conocido es luchar y luchar. Todos quisiéramos que nuestros hijos no pasaran por esto, pero tal vez así será siempre: somos pobres y nuestro destino es sufrir."

Al observar la pena de Sahei, Raya Abdoulayi mueve la cabeza: "Ese es el peor momento, cuando uno sabe que una persona cercana puede morir y no hay nada que pueda hacer. Lo sé, perdí dos hijos y una hija. Tengo 27 años, soy viuda y ya no me queda ningún hijo".

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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