Usted está aquí: lunes 8 de agosto de 2005 Opinión La agenda política de agosto

Javier Oliva Posada

La agenda política de agosto

Los efectos del calendario político y electoral comienzan a dejarse sentir en los principales partidos y en el gobierno federal. Por una parte, los procesos internos de decisión respecto de la postulación de los candidatos a la Presidencia de la República, han intensificado los conflictos y disputas que ante la ausencia de procedimientos y técnicas de negociación en general, amenazan con enfrentamientos, cuyos únicos afectados serán los mismos partidos. Por la otra, la administración del presidente Vicente Fox, rumbo al quinto Informe de gobierno, se adentra en un escenario de desgaste y natural declive en la escasa influencia política que le queda.

Hacia noviembre es previsible que el PRI, el PAN y el PRD tengan definidos a sus candidatos presidenciales. Para entonces, habrá pasado por la difícil prueba de la conciliación de conflictos y del establecimiento de compromisos, para que a su vez los grupos derrotados en las contiendas internas tengan opciones de participación en las candidaturas al Congreso de la Unión. Qué tanto podrán lograr la cohesión, nos remitirá a las posibilidades de hacer frente al reto de la contienda con razonables expectativas de triunfo. En este mes de agosto, el PRI, el PAN y el PRD tienen ante sí el tema número uno de su agenda política: garantizar la cohesión como organización y como alianza de grupos regionales.

Las posibilidades de que el Congreso y los grupos parlamentarios puedan desarrollar alguna negociación de alto nivel para concretar alguna reforma de fondo simplemente no existen; la laboral, que parecía la más adelantada, resulta que ha sido eliminada luego de la rotación de los secretarios de Gobernación y del Trabajo. También es inviable suponer algún avance en las materias electoral, de energéticos, fiscal o educativa. A reserva de alguna emergencia nacional, no hay elementos ni circunstancias que nos remitan a alguna iniciativa u operación política de fondo del Poder Ejecutivo. La atención de los partidos políticos, por tanto, se encuentra concentrada en las dinámicas internas y en posicionarse en un camino ascendente en la opinión de la ciudadanía. No hay más tema relevante que la operación mediática.

No obstante, la ciudadanía debiera (ese tiempo verbal del ideal) demandar propuestas y elementos que le suponga de parte de los partidos políticos compromisos susceptibles de cumplirse; listas de buenas intenciones las escuchamos cada ocasión que hay proceso electoral, local o federal. El tiempo para aplazar soluciones de fondo se agotó. De las reformas tendremos que pasar a las profundas y serias transformaciones que vayan del consabido marco legal o estado de derecho al reconocimiento serio de las posibilidades de alcanzar los objetivos. La capacidad para asimilar la decepción también, como la paciencia, tiene un límite.

Hasta el momento hemos sido asediados por la emisión de rostros y lemas publicitarios, que distan mucho, bastante, de contener alguna propuesta consistente o digna de ser analizada. Más que voluntades o acumulación de decisiones, lo que se requiere principalmente es la articulación de procesos de conciliación de intereses; procesos que conduzcan a una dimensión de convivencia que abone por la práctica de tolerancia y no como mera referencia discursiva, sin contenido ni práctica. La tolerancia y la propensión al debate la deben ejemplificar los políticos y los partidos, en tanto son la evidencia de que la práctica política requiere de elementos y razonamientos. "Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria", escribió Lenin en la víspera de la Revolución de Octubre; la vigencia del planteamiento es innegable.

Veremos en lo que queda de agosto y luego del quinto Informe de gobierno, si los partidos, el gobierno de Vicente Fox y los políticos tienen los recursos y la disposición de mirar más allá de las elecciones de 2006, pues, aunque no lo crea la mayoría, el país seguirá luego del 2 de julio de ese año. Estemos atentos y exigentes.

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