Usted está aquí: lunes 8 de agosto de 2005 Opinión Resistencia y renovación en la sierra Tarahumara

Neil Harvey

Resistencia y renovación en la sierra Tarahumara

En días recientes tuvimos la oportunidad de compartir con maestros y maestras de la educación intercultural en la sierra Tarahumara algunas reflexiones sobre las luchas de los pueblos indígenas en América Lati-na. Recorrimos la historia de la resistencia mapuche contra la expansión de plantaciones forestales en sus tierras, en Chile. También discutimos las demandas de los pueblos indígenas ecuatorianos y los altibajos de sus organizaciones y movilizaciones recientes. Terminamos con una discusión sobre la historia de los derechos indígenas en México.

Fue interesante comparar las experiencias de los pueblos de la Tarahumara con las de otras regiones y países, sobre todo por el hecho de que los indígenas de esta región comparten muchos de los mismos problemas y carencias (como son la pérdida de sus tierras y el saqueo de sus bosques, al igual que la pobreza), pero han resistido de forma distinta, la cual muchas veces pasa desapercibida en nuestros análisis de los movimientos sociales.

El pueblo indígena más grande, los rarámuris, luchan por mantener vivas sus tradiciones y formas de autogobernarse frente a nuevas presiones que vienen principalmente de la tala ilegal de madera y el narcotráfico. En un texto reciente, el antropólogo Jerome Levi explica cómo los rarámuris han mantenido su resistencia recurriendo más al silencio y sus propias formas organizativas que a las protestas públicas, aunque en ocasiones también han presentado sus denuncias en espacios de la vida política estatal y nacional (veáse At the Risk of Being Heard: identity, indigenous rights and post-colonial states, coordinadores Bartholomew Dean y Jerome Levi, University of Michigan Press, 2003).

Como señalan algunos de los promotores de la educación intercultural en la Tarahumara, el sostén de sus luchas es la memoria colectiva de los ancianos. Para ellos el bosque es su casa, y están organizándose para reconstruir esta casa, no en el sentido de manejarla mejor para que otros puedan seguir destruyendo el resto del planeta, sino como proyecto político y cultural para poder autogobernarse y decidir libremente el destino de su pueblo y sus recursos. Concretamente esto se refleja en el esfuerzo de fortalecer el aprendizaje, en las lenguas indígenas, de las historias de rebeliones ocurridas en la sierra Tarahumara, al igual que el conocimiento de las tradiciones y costumbres de sus antepasados. En las escuelas interculturales, donde los estudiantes rarámuris aprenden en forma bilingüe cosas nuevas, como por ejemplo las técnicas de la agroecología, llegan cada semana grupos de ancianos para contarles de estas historias y tradiciones. De esta manera se reproduce la memoria colectiva en nuevos espacios, resultando en formas distintas de valorar el pasado en contextos diferentes. La cultura ni se pierde ni se guarda intacta, sino que se renueva con miras a un objetivo: la reconstrucción de su casa-bosque, que es el territorio donde se desenvuelve la cultura de los rarámuris.

Comparando esta resistencia con otras luchas similares de América Latina, algunos de los maestros señalaron que hablar de derechos indígenas en un contexto donde han sido ignorados por tantos años es necesario, pero insuficiente. ¿Quién va a apreciar la importancia de los derechos indígenas si sabemos que, aun en aquellos países donde han sido incorporados a la Constitución (caso del Ecuador), no se logra su plena implementación? Es necesario empezar con la valoración de su propia cultura, discutir lo que es positivo y negativo de las culturas indígenas y no indígenas, logrando la autoconfianza para poder incidir exitosamente en el mundo y saber defender sus derechos.

Por lo tanto, es preciso no perder de vista los esfuerzos de reconstitución de los pueblos indígenas, con sus propias y renovadas formas de gobernar y su control sobre las decisiones que afecten el aprovechamiento de sus recursos y territorios, para lo cual el reconocimiento jurídico de los derechos indígenas sigue siendo un medio y no un fin en sí mismo.

Este punto se vuelve importante al diferenciar la propuesta de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona de las políticas neoindigenistas del gobierno. La mutilación legislativa de la ley Cocopa, en abril de 2001, no representó el fin del camino para el zapatismo, sino (como ha ocurrido en Chile) una clara señal de la oposición de los legisladores a las demandas de autonomía indígena en el país. El gobierno ha tratado de acotar la autonomía para acoplarla a los proyectos productivos y programas asistenciales, los cuales buscan reorganizar a los pueblos para que no representen ningún obstáculo a la reproducción del sistema económico y político dominante.

En la sierra Tarahumara, como en tantas otras partes de México y el mundo, esta reorganización territorial está en disputa, no porque los indígenas rechacen la globalización en sí, sino porque quieren participar en la definición de esa globalización, para poder seguir siendo indígenas y mexicanos en una casa renovada.

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