Usted está aquí: lunes 8 de agosto de 2005 Opinión En el puerto...

José Cueli

En el puerto...

Incendiando los cielos con los fulgores de un esplendoroso crepúsculo vespertino, el sol, "ahuevado", se sepultaba en la Plaza de Santa María a contemplar al diestro valenciano Enrique Ponce, que se encontró con un bomboncito "artista" y resucitó su toreo que se quebraba sobre el ruedo; inquieto, bullidor, centellante, salpicado de cegadoras chispas de luz que le enviaba el sol, hasta emborrachar el burel e indultarlo. Así subió un poco su cartel que andaba a la baja después de no decir nada en las ferias de primera categoría; Sevilla, Madrid, Valencia, Pamplona...

Bailaba el toro al ritmo de Enrique Ponce, en brillante ballet, al que le faltaba hondura. Un toreo gracioso, merced a la enorme cantidad de poesía que atesora. Un toreo musical, al que le faltaba la imaginación poética. Un toreo que cantaba y murmuraba canciones de cuna. Hasta que durmió al burel en las entrañas de su muleta. Un toro bebé, que planeaba, parecía amaestrado para el lucimiento del valenciano; según se captaba en las imágenes enviadas por la televisión española.

El torito se arrullaba en el vuelo de la muleta de Enrique, en la paz de una tela que no le molestaba, ni le obligaba, y le dejaba ir a su aire, en la quietud de la torera placita gaditana. Dormido se le entregó el toro ante el baile del torero y se fue a acariciar vaquillas a la ganadería, hipnotizado de tanto trapo rojo, en la más deslumbradora fantasía torista, que precedería, a noches de baile con las vaquillas antes de caer dormido...

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.