Usted está aquí: miércoles 10 de agosto de 2005 Opinión Las enseñanzas del PRI

Luis Linares Zapata

Las enseñanzas del PRI

Terminó la contienda que se impusieron los priístas de Unidad Democrática (UD) para seleccionar a su particular abanderado con miras a la candidatura oficial de su partido. El horizonte de 2006 los trae de verdad ocupados, como a millones de compatriotas. A pesar de los reproches y críticas externas, pero, sobre todo, de las propias desconfianzas y acendradas sospechas mutuas, esos militantes de elite del PRI pudieron salir airosos de la fiera lucha interior, desatada desde hace largos meses, incluso años. A juzgar por las encuestas publicadas con posterioridad al desenlace, donde ganó el todavía gobernador del estado de México, Arturo Montiel, los tiempos de cosecha han comenzado a llegar. La singular disputa les ha dado una conveniente plataforma de despegue para enfrentar al adelantado presidente de su partido, Roberto Madrazo.

Pocos pueden reconocer, aun después de numerosas evidencias en contrario, que los priístas fueran capaces de coaligar sus ambiciones y sujetarse a un innovador método de selección al que, voluntariamente, ataron sus individuales futuros personales. Diversas circunstancias los forzaron a intentar nuevas rutas que les permitieran dirimir sus reales diferencias. Desechar los acuerdos cupulares fue un primer paso obligado. Tal camino no les permitía atraer la atención de buena parte del futuro electorado y se corría el riesgo de agravar las naturales tensiones de tan poderoso grupo de aspirantes. La suma y combinación de los apoyos con los que cuentan forzó una salida ingeniosa que, entre otras ventajas, los alejó de pronosticadas y hasta deseadas rupturas.

Pero el grosero proceder anterior de los priístas, en particular las continuas trampas y traiciones a que han sido proclives muchos de sus dirigentes, aún sigue siendo válida referencia para suponer que todo ese intento terminaría en una torpe engañifa adicional. Se escenificaba, aseguraron no pocos críticos, tan sólo un proceso amañado para engatusar tanto a extraños como a incautos ciudadanos. Pocos eran los dispuestos a extender aunque fuera un incipiente beneficio de duda ante las pretensiones y despliegues de ese grupo de conocidos priístas al que denominaron Tucom (todos unidos contra Madrazo). Sus tentativas de recomponer o reandar rutas trilladas, les dijeron, es volver a la noria de los lugares comunes que no por rebuscados dejarán de ser burdas simulaciones. Se partió, con bastante simpleza en el análisis, de suponer irredenta la tentación del subterfugio, del arreglo a trasmano, del uso de maquillajes que no pueden evitar los políticos nacionales, en especial si son priístas de pura cepa.

Los actores del drama, la comedia todavía sostienen varios, continuaron con perseverancia y hasta con cuidadoso esmero por la ruta trazada de antemano. A pesar de los rumores de tropiezos y quiebres, llegaron al final de la prueba. Esta tuvo largas sesiones públicas donde se adoptaron compromisos y definieron posturas que, con independencia de estar o no de acuerdo con ellas, fueron parte del guión acordado, la sustancia de una campaña en marcha. El complemento, bien se sabe, recaló en sendas encuestas de opinión dirigidas a diversos universos de ciudadanos. Los profesionales encargados de dichos trabajos extendieron garantías suficientes sobre la validez del proceso y se guardan con celo los datos particulares que permitieron designar al ganador. Nadie ha protestado o se ha inconformado con el veredicto final. A partir de ese álgido momento, otra lucha, quizá más feroz y descarnada, ha dado inicio. Pero, de nueva cuenta, muchos la han catalogado de farsa, de aparente discordia con un final arreglado tras bambalinas. Todos esos gastalones sin escrúpulos y controles, se aduce, sólo buscan colocarse para seguir en el tinglado y usufructuar los muchos beneficios que se otorgan a sí mismos. La historia de siempre -ya saben, siempre supieron, quién sería el candidato oficial del PRI- se remata con sorna y trompetillas. Sin embargo, hay que seguir de cerca lo que harán los avezados contendientes, Madrazo y Montiel. Cualquiera que sea el ganador, puede llegar, si la voluntad popular así lo ordena, a la Presidencia de esta república y ello es motivo suficiente para una atenta vigilancia ciudadana.

Una derivada de todo este proceso priísta, por cierto inesperada, ha tenido lugar en el PRD. Varios de los aspirantes a la jefatura de Gobierno de la ciudad capital (Pablo Gómez, Jesús Ortega y Armando Quintero) han adaptado a sus propias necesidades tiempos, posturas y haberes, un método parecido para seleccionar a uno de ellos. Uno que pueda levantarse con el triunfo frente al que se ve como avanzado competidor: Marcelo Ebrad. Uno que sea visto como candidato de la izquierda nacional.

Ojalá, por el bien de ese partido que requiere vitalmente triunfar en el Distrito Federal, y por conocer de nuevos programas de izquierda, les dé el resultado que buscan.

 
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