Usted está aquí: miércoles 17 de agosto de 2005 Opinión Una década de Onésimo

Carlos Martínez García

Una década de Onésimo

Tuve la tentación de titular este artículo sobre el obispo de Ecatepec a la manera en que se anuncian las corridas de toros: "Diez años de Onésimo diez". Esto porque el activismo desatado del clérigo lo ha llevado últimamente a explorar el oficio de empresario taurino, actividad con la que corona su muy conocida afición por las corridas de toros, que algunos consideran arte, y entre ellos de manera destacada se encuentra don Onésimo.

El polifacético obispo celebró el viernes pasado, con una muy concurrida comida, sus diez años al frente de la diócesis de Ecatepec. Al acto asistieron conocidos políticos, la mayoría del PRI, así como algunos empresarios. En la mesa principal, acompañando al festejado, estuvo el dirigente priísta y aspirante a la candidatura por la Presidencia de la República, Roberto Madrazo Pintado. No faltó quien, como el gobernador de Puebla, Mario Marín, llegó en helicóptero, y el procurador del estado de México, Alfonso Navarrete Prida, en avión. Por ahí estuvo el gobernador electo mexiquense Enrique Peña Nieto. Un empresario taurino, además de Onésimo Cepeda, compartió viandas con la distinguida concurrencia; nos referimos a Rafael Herrerías. Podríamos seguir el listado de conspicuos partícipes de la celebración, a la manera de una crónica de sociales, pero preferimos consignar que los habitantes comunes que integran la jurisdicción eclesiástica del obispo Cepeda solamente fueron testigos mudos de cómo disfrutaban los famosos convidados el suculento menú y compartían las espirituosas bebidas.

Onésimo Cepeda es fiel seguidor de una línea eclesiástica y pastoral que con anterioridad hemos llamado opción preferencial por los ricos. Tal vez tenga su símil en otro terreno, el político, en la persona del nuevo líder de la CTM, Joaquín Gamboa Pascoe, quien hace tiempo se molestó cuando una reportera le hizo notar que como líder obrero usara un auto de lujo. La respuesta del dirigente fue contundente, y forma parte destacada del catálogo de frases marmóreas de quienes se sacrifican sirviendo incansablemente al pueblo de México: "¡Qué le pasa! ¿Qué, porque los trabajadores estén jodidos, yo también debo estarlo?" Ese mismo parece ser el estilo personal de pastorear del obispo Cepeda: su diócesis es pobre, pero él vive como si estuviera al frente de uno de los obispados más ricos del mundo, como el de Chicago, por ejemplo. De su afición a entretenimientos caros da cuenta su gusto por el golf, el que tal vez le sirva para relajarse del entorno de pobreza en el que debe realizar su ministerio.

En la pastoral del obispo de Ecatepec los llamados laicos son meros observantes de las directrices que desde arriba les son dictadas. No hace mucho, cuando en una parroquia bajo su jurisdicción obispal tuvo lugar un diferendo entre el pueblo y el cura -y donde los congregantes pidieron la remoción del párroco al mismo tiempo que cerraron el templo-, don Onésimo llegó con prepotencia y dijo que era partidario acérrimo de la política del chicharronero, por aquello de que en sus dominios nada más sus chicharrones tronaban. De la misma manera altanera y con mirada de perdonavidas, el alto funcionario eclesiástico ha tenido exabruptos con reporteros y reporteras, a quienes no les tolera preguntas que considera incómodas o se las responde con dicharachos, gracejos e ironías. No faltan en su repertorio los albures y frases de doble sentido, reflejo de un bien internalizado machismo.

La imagen de un personaje pintoresco y de excesos verbales que de ahí no pasa pudiera obstaculizar ver una dimensión de la personalidad de Onésimo Cepeda que trasciende lo folclórico. Se trata de la férrea defensa que hace del verticalismo en el interior de la Iglesia católica. Para él los cardenales, arzobispos, obispos y otros clérigos designados por el papa en turno deben ser intocables por la crítica. En este orden, a la feligresía solamente le queda obedecer lo señalado por los jerarcas, sin pretender cuestionarlos ni poner en duda su papel de únicos administradores de los bienes simbólicos de salvación. A los de afuera, a quienes no pertenecen al redil católico, un personaje como Cepeda les desconoce cualquier derecho a criticar a la institución religiosa, ya que nada más lo mueven aviesas intenciones. Al respecto solamente recordemos la férrea defensa que ha realizado de otro activo practicante de la opción preferencial por los ricos, el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, acusado de pederastia,

Ajonjolí de todos los moles del poder, sean priístas o panistas, y quién sabe si también perredistas, en corrillos políticos y periodísticos circula algo más que un rumor: fuertes indicios de que Onésimo Cepeda cabildeó para que la esposa del presidente Fox obtuviera de Roma la anulación de su anterior vínculo matrimonial. Asunto que, sin duda, desde el punto de vista del jerarca era de interés nacional, y de ahí su decidido involucramiento en el tema. Y luego por qué los feligreses emigran a otras opciones religiosas.

 
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