Usted está aquí: jueves 18 de agosto de 2005 Opinión Cachirul

Miguel Marín Bosch*

Cachirul

El primero de agosto el presidente George W. Bush nombró a John R. Bolton embajador de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas. Lo hizo valiéndose de una disposición de la Constitución de ese país que autoriza ese tipo de nombramiento cuando el Congreso (el Senado en este caso) está en receso. Y el Congreso estadunidense estará en receso del 26 de julio hasta el 6 de septiembre.

La idea de tener a Bolton representando a Estados Unidos en la ONU cayó muy mal desde un principio. Hace unos seis meses la Casa Blanca envió el nombre de Bolton al Senado para su ratificación. Muchos demócratas y no pocos republicanos no estuvieron de acuerdo con la designación de Bush y se rehusaron a someterla a votación. De ahí la maniobra del presidente cuando el Senado entró en receso.

Otros presidentes se han valido de la misma maniobra en el pasado, pero no fueron casos tan discutidos como el de Bolton. Este podrá quedarse en Nueva York hasta enero de 2007, cuando haya una nueva legislatura en Washington. Entonces tendrá que vérselas otra vez con los senadores.

Cuando se nombra un embajador ante el gobierno de un Estado es menester la aceptación (el beneplácito, en términos diplomáticos) de ese gobierno. En los organismos internacionales no existe tal procedimiento. De existir, quizás Kofi Annan no le hubiera otorgado ese beneplácito. ¿Cuál hubiese sido el razonamiento del secretario general de la ONU para rechazar la designación de Bolton? Algunos de sus argumentos hubiesen sido los mismos que avanzaron los senadores demócratas.

Hijo de un bombero, creció en Baltimore. Estudió leyes en la Universidad de Yale y ahí, a finales de la década de los 60, se integró a los grupos más conservadores. Estuvo a favor del conflicto en Vietnam aunque se las ingenió para evitar que lo enviaran a esa guerra. Invitado por James Baker, ingresó al gobierno durante la administración de Ronald Reagan, pero su principal padrino político fue el senador Jesse Helms. Defendió las causas más conservadoras y alentó los ataques en contra de la ONU. Con Bush padre trabajó en el Departamento de Estado y durante la época de Bill Clinton estuvo en un bufete de abogados en Washington.

En noviembre de 2000 hizo un viaje privado a Corea del Sur, pero tuvo que regresarse antes de lo previsto para echarle una mano a James Baker, el encargado del Partido Republicano en la revisión del conteo de los votos en Florida. A su llegada, Bolton anunció a la prensa que era "miembro del equipo de Bush y Cheney" y que estaba ahí "para impedir un recuento". Su eficaz intervención fue compensada de inmediato y, a principios de 2001, asumió el cargo de subsecretario de Estado para el Control de Armamentos y Seguridad Internacional.

El subsecretario Bolton no tardó en empezar a echar abajo una serie de acuerdos y tratados en materia de desarme. Para empezar, denunció el tratado para la prohibición completa de los ensayos nucleares, firmado en 1996 por Clinton. Inclusive llegó a sugerir que se borrara esa firma. Luego informó a Rusia que Estados Unidos se saldría del tratado antibalístico, abriendo el camino para la reanudación de lo que años antes se conoció como "guerra de las galaxias".

Recién nombrado torpedeó las negociaciones para dotar a la convención de 1972, que prohíbe las armas biológicas, con un sistema de verificación parecido al del tratado de 1993 sobre las armas químicas. Dijo que no era de interés para Estados Unidos y que sólo serviría para que los inspectores descubrieran secretos científicos e industriales.

De la administración de Clinton, el presidente Bush heredó las negociaciones con Corea del Norte sobre sus aspiraciones nucleares. Bolton primero trató de suspender esas reuniones, pero a la postre aceptó encabezar la delegación de su país. Pero no duró en el puesto. Resulta que, en vísperas de esas pláticas, Bolton calificó a Kim Jong Il de "dictador tiránico" y el Departamento de Estado tuvo que retirarlo de las negociaciones.

Otro ejemplo del estilo diplomático de Bolton ocurrió en 2002, durante una conferencia sobre las armas pequeñas y ligeras, cuando tuvo el mal gusto de llegar a la sede de la ONU rodeado de miembros de la National Rifle Association.

Durante sus cuatro años al frente de la oficina más importante del gobierno de Estados Unidos en materia del control de armamentos y seguridad, Bolton tuvo la oportunidad de definir (o redefinir) la política de su país en varias cuestiones. Por ejemplo, trabajó mucho para que el Consejo de Seguridad aprobara en abril de 2004 la resolución 1540, sobre las medidas que tienen que tomar los estados para prevenir la proliferación de las armas de destrucción en masa y sus vectores (proyectiles). Críticos de esa resolución han señalado que algunas de sus disposiciones equivalen a imponer medidas a los estados que sólo sus parlamentos pueden aprobar.

Bolton también fue el responsable de la línea dura que Estados Unidos ha seguido en el caso de Irán y sus actividades en el campo nuclear. Pero poco dijo sobre los programas de otros países que también quieren tener (o ya tienen) los medios para enriquecer uranio para fines civiles.

Bolton llega a Nueva York en vísperas del 60 aniversario de la ONU y de lo que quizás sea la reunión cumbre más concurrida de la historia. Pero también llega en medio del escándalo en torno al programa de petróleo por alimentos que administró la ONU en Irak hasta hace poco.

¿Quién va a cambiar a quién, la ONU o Bolton?

*Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y presidente de Desarmex, AC

 
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