Usted está aquí: jueves 18 de agosto de 2005 Opinión La justicia se abre paso

Angel Guerra Cabrera

La justicia se abre paso

Miami prefigura el futuro de Estados Unidos si llegara a imponerse a sus instituciones la ideología nazi de Bush II. Allí detentan el poder sus íntimos amigos de la contrarrevolución (anti)cubana que sólo cumplen las leyes estadunidenses cuando les conviene. Y si no, recordemos cómo las autoridades de esa ciudad se negaron a obedecer una orden judicial para que el niño Elián González fuese retornado a su padre y a Cuba, lo que forzó al entonces presidente Clinton a enviar un comando federal armado para hacerla cumplir. Por eso, en Miami era imposible que los cinco patriotas cubanos encarcelados hace siete años tuvieran un juicio justo e imparcial. Así lo han sentenciado tres jueces del tribunal de apelaciones del Onceno Circuito, en Atlanta, dando la razón al gobierno cubano y a los abogados defensores. En un sustancioso documento de 93 páginas declararon nulo el juicio seguido en Miami en 2001 contra Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González, revocaron sus sentencias y ordenaron un nuevo juicio en una sede alterna. Se trata de un fallo histórico porque por primera vez en Estados Unidos un tribunal de apelaciones echa abajo la sentencia de una corte federal alegando lo inapropiado de la sede. Los jueces también dan cuenta de las actividades terroristas contra Cuba con base en Miami.

La suciedad, la traición y la arbitrariedad han estado presentes en este proceso desde mucho antes del juicio. En julio de 1998 las autoridades cubanas entregaron en La Habana a agentes de la FBI una copiosa documentación sobre el terrorismo anticubano desde suelo estadunidense. Su presencia en la isla obedecía a una propuesta de Fidel Castro a William Clinton para cooperar en la lucha antiterrorista. Los agentes quedaron en dar respuesta en dos semanas. Tardaron más: tres meses después fueron detenidos en Miami los cinco cubanos mientras en las narices de sus captores se entrenaban los suicidas del 11 de septiembre y circula libremente Orlando Bosh, el más connotado terrorista del hemisferio occidental según el Departamento de Justicia.

Los cinco proclamaron que su misión era mantener a Cuba informada de las acciones terroristas planificadas desde Miami y no pudo demostrarse que hubiesen hecho otra cosa. De allí que todos los cargos de la fiscalía hayan sido demolidos por la defensa. Esta presentó como testigos a varios jefes militares de alto rango que declararon que los cinco nunca enviaron a Cuba información secreta sobre Estados Unidos ni pusieron en peligro la seguridad nacional. Se dio el caso insólito de que el jurado los condenó hasta por un cargo que la fiscalía había retirado formalmente.

Semanas antes del fallo de Atlanta un panel de expertos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos había considerado arbitrarios el juicio y las sanciones contra los cinco. Alegó que violaban la Convención sobre los Derechos Civiles y Políticos, de la que Estados Unidos es signatario, al habérseles limitado la comunicación con sus abogados e impedirse a estos tener acceso a gran parte de la evidencia. También determinó improcedente la celebración del juicio en Miami, con un jurado sujeto a presiones y en contradicción con otro caso en que el gobierno estadunidense consideró inconveniente esa ciudad para lograr un juicio justo sobre un asunto que involucrara a Cuba.

El fallo de los jueces de Atlanta se apegó a la Constitución y a las leyes estadunidenses, anteriormente pisoteadas en Miami. Confirma la existencia de un importante sector en la elite del coloso del norte que no comparte la orientación nazi de Bush, si fuera poco el constante descenso en la aprobación popular al presidente y a la guerra en Irak. Y es que el juicio celebrado a los cinco y el maltrato de que han sido objeto recuerda las mamarrachadas judiciales del nazismo y el fascismo.

La fiscalía ha dicho que va a ordenar un nuevo juicio. En ese caso ahora todo sería distinto. En primer lugar porque la sede no sería la guarida de la contrarrevolución. Pero también porque es a partir del fallo de Atlanta que millones de estadunidenses se han enterado que hay cinco antiterroristas cubanos presos en ese país. Esto convertirá un eventual segundo juicio en un gran escenario mediático donde el acusado será Bush por su complicidad con el terrorismo anticubano y se hará patente ante el mundo la inocencia de los cinco.

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