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coda 22 de agosto de 2005

POCO
A POQUITO

Víctor M. Godínez

El precio internacional del dinero continúa recorriendo el camino ascendente que inició en Estados Unidos en junio de 2004. En su reunión del pasado 10 de agosto, el Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal decidió un nuevo incremento de su tasa de interés de referencia, el noveno de la ronda actual. A pequeños saltos (cada incremento ha sido de un cuarto de punto porcentual) en los últimos catorce meses dicha tasa pasó de 1 a 3.5 por ciento.

Esta subida no fue una sorpresa; tampoco su monto. Incluso puede decirse que el nivel alcanzado hasta el momento por la tasa de interés estadounidense no es en verdad elevado. Lo que realmente es importante es la tendencia al alza que se configura en el mercado financiero más importante del mundo. Una tendencia que, si se atiende a las razones invocadas por las autoridades monetarias para justificar cada uno de los ligeros pero persistentes aumentos de la tasa, no se interrumpirá en el corto plazo. De hecho, los pronósticos más reputados del mundo dan por descontado la continuación al menos durante los próximos dos años. La discusión no es si seguirán subiendo los intereses en Estados Unidos, sino qué tanto y por cuánto tiempo más.

Las implicaciones de lo anterior son múltiples para Estados Unidos, para la economía internacional y, desde luego, para México. Allá esta orientación de la política monetaria tiene un significado ambivalente. Por un lado es un mecanismo que permite modular el crecimiento del producto y del empleo al tiempo que se controlan y mitigan las presiones inflacionarias, que entre otros factores están siendo empujadas por el continuo aumento de los precios internacionales del petróleo. Por otro lado, también significa una amenaza cada vez más real que potencial para un segmento mayoritario de las familias (y no pocas empresas), que en el transcurso de los últimos diez años asumieron deudas cuya dimensión es desproporcionada en relación con el ingreso. Tan desproporcionada que esta situación no cuenta con precedentes en la historia económica de Estados Unidos desde los años de la Gran Depresión. Todo incremento de los intereses aumenta el grado de riesgo de estas unidades económicas y disminuye su capacidad de consumo, que es el motor básico del crecimiento económico en ese país.

Es evidente que los riesgos de tal escenario son múltiples para la economía internacional. Pero no es necesario llegar a situaciones extremas para que el efecto de un precio más alto del dinero en Estados Unidos se haga sentir globalmente. Su persistencia haría imposible para Europa y Japón mantener invariable su política de bajos costos financieros, con lo que se afectaría enormemente el crecimiento mundial, que de por si no es dinámico.

Las consecuencias para México no sólo se traducirían en una caída adicional de la demanda externa, con el consiguiente castigo en términos del producto y el empleo internos. También induciría aumentos de los costos financieros externos, acabando de paso con un factor que, como los precios internacionales del petróleo, han facilitado en estos años de plomo la gestión de la política económica. Bastaría con que el ritmo de los futuros aumentos de la tasa de interés se acortara o que su magnitud fuera un tanto mayor, para que estos efectos nocivos se manifestaran a plenitud en nuestro país. De ser así, la etapa final del gobierno de Vicente Fox se efectuaría en condiciones de mayor precariedad que las que ya de por sí se anuncian  §


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