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22 de agosto de 2005
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GARROTES Y ZANAHORIAS

SUBE Y BAJA

La economía mexicana tiene grandes dificultades para crecer. Ni las condiciones internas, ni las externas, favorecen una expansión suficiente y sostenida de la actividad productiva. El magro crecimiento registrado en promedio en un plazo ya bastante largo tiende, además, a concentrarse, lo que agrava la inequidad que prevalece.

La política económica valida constantemente esas condiciones por el lado monetario y fiscal. Así, no hay elementos que permitan sacudirse la forma en que las fuerzas del mercado someten ­y no alientan­ las iniciativas de inversión y el aumento de la productividad. El entorno de relativo estancamiento se vuelve, así, una especie de la fatalidad.

La cuestión del crecimiento económico se ha vuelto ahora incluso un asunto confuso en términos de su manejo ya sea como parte de la información disponible y de la postura política, a lo que contribuye de modo particular el propio gobierno.

La información oficial del desempeño de la economía proviene de varias fuentes: el INEGI, el Banco de México y la secretaría de Hacienda. Corresponde al primero emitir los datos trimestrales sobre la medición del producto interno bruto, tal y como lo acaba de ocurrir el pasado 16 de agosto. El PIB creció en el segundo trimestre del año a una tasa anual de 3.1 por ciento. Eso confirma que en el primer semestre se observa una desaceleración.

Antes de saberse ese dato de manera periódica existen una serie de estimaciones o pronósticos acerca del comportamiento de la producción y que provienen de los analistas privados o incluso de las propias instancias gubernamentales. Unos y otros estimaban el crecimiento del PIB en un rango superior al registrado.

Desde Hacienda, Alejandro Werner, responsable de la planeación hacendaria dijo el 12 de agosto que se esperaba una tasa trimestral de 3.8 por ciento y desde la oficina del vocero de a presidencia Rubén Aguilar dijo el día 15 que se esperaba una tasa de 3.9 por ciento y para ello se citaba al propio INEGI, institución que no se dedica a hacer pronósticos. Las variaciones con el dato final fueron de tal manera muy notables.

El vocero de la presidencia explicó la diferencia entre sus declaraciones de apenas un día antes de que se conociera la cifra oficial, como sólo un incumplimiento de las proyecciones. Tal vez una llamada rápida al Dr. Calvillo, presidente del INEGI le habría hecho reconsiderar sobre la necesidad de anticipar una cifra y esperar unas horas. Ahora ya sabe también que no debe creerle a Hacienda.

En el terreno del registro del desempeño económico no caben las voluntades y el gobierno, ya sea en Hacienda o la oficina del presidente no debería contribuir a crear más incertidumbre.

El presidente Fox parece haber tomado la decisión de preservar la estabilidad financiera y aceptar que el crecimiento no será el principal legado de su gobierno, así lo indican sus reiteradas declaraciones que ya apuntan al cierre de su gestión. Debe esperar que sus aliados en el sector financiero contribuyan a mantener la paridad del peso con el dólar y evitar un descalabro en plena disputa electoral  §


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