Usted está aquí: miércoles 24 de agosto de 2005 Opinión Ratzinger: el rigor sin carisma

Bernardo Barranco V.

Ratzinger: el rigor sin carisma

Benedicto XVI ha pasado su primera prueba como nuevo pontífice en las vigésimas Jornadas Mundiales de la Juventud en su natal Alemania. El papa Ratzinger se mostró más abierto y complaciente que el severo Ratzinger cardenal prefecto. Su nueva actitud es notoria. Probablemente una de sus primeras preocupaciones es alejarse de esa tan criticada imagen del rudo e intransigente cardenal censor. Recordemos una de sus primeras declaraciones pocos días después de su entronización: "mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor".

Muchos se preguntan si el nuevo papa intelectualmente erudito podrá regresar a sus orígenes de fresco reformador de la Iglesia o si mantendrá su perfil pesimista e intransigente. Pongámoslo así: en Dominus Iesus (2000) puso en aprietos a la Iglesia no sólo en el diálogo con las grandes religiones, sino frente al ecumenismo pregonado por el entonces pontífice; sin embargo, ahora en Alemania se mostró tolerante y abierto frente a judíos y musulmanes y, por supuesto, muy ecuménico ante las Iglesias cristianas alemanas.

Después de cuatro meses de duelo y añoranza excesiva por la figura de Juan Pablo II, queda la impresión de que poco o casi nada se ha movido en el Vaticano. Como si la larga agonía de Wojtyla hubiese agotado las estructuras y las energías de la Santa Sede. Benedicto XVI adopta el estilo del viejo profesor, se le percibe incómodo frente a los grandes medios de comunicación y no se le da la improvisación durante sus audiencias; es más, da la impresión de que los aplausos interrumpen la impecable lectura de su mensaje. Definitivamente Ratzinger no tiene el carisma de su antecesor ni una personalidad arrolladora ni mucho menos vocación mediática. No obstante, los expertos vaticanistas, muy atentos a estos primeros gestos, afirman que ha logrado transmitir sencillez, calidad humana y humildad, lo que contrasta con el altivo intelectual y el custodio conservador de la ortodoxia católica que fue como cardenal. Por ejemplo, George Weigel, biógrafo de Juan Pablo II, ha resumido: "No tiene la personalidad pirotécnica de Wojtyla, pero tiene el atractivo de alguien que sabe quién es, un genuino cristiano, y puede explicar en profundidad la fe cristiana".

El azar ha querido que su primer viaje se desarrolle en su propio país, lo cual le permitió generar la suficiente expectativa local para garantizar la mínima capacidad de convocatoria. Aunque las encuestas de opinión no mostraron desbordes ni euforias, hubo interés de los alemanes por recibir a un compatriota convertido en pontífice. Otro factor importante a considerar, dado el acento eurocéntrico del papa Ratzinger, es que habla a la juventud europea, sujeta a una doble disputa: una frente a la creciente indiferencia religiosa de la sociedad en general y de la juventud en particular, y otra, la encarnizada competencia con lo que él mismo llamó: mercado de nuevas religiones.

Fue acertado que el Papa no acentuara en su discurso la moral ni las normas. Se le percibía mayor soltura en la lectura de mensajes y discursos, y pasaba con facilidad de un idioma a otro: alemán, inglés, francés, italiano, español y portugués. Sin duda aprovechó esta versión moderada de Woodstock católico para afirmar la búsqueda de las raíces cristianas de una Europa tentada por el relativismo como nueva expresión de tendencias neopaganas y fundamentalistas.

Coincidimos con Jean Marie-Guénois, redactor del periódico francés La Croix, quien señala que el Ratzinger de este viaje ha alertado sobre el nuevo auge del antisemitismo durante su visita a la sinagoga. Y ante los representantes musulmanes cuestionó el terrorismo de origen religioso, rechazando la fatalidad del odio para construir una civilización de paz.

Va quedando claro que Benedicto XVI no será un papa para las masas. Sin embargo, no las rehuye y puede ir a su encuentro, aunque no posee una actitud actoral ni de teatralidad para la seducción mediática. Asimismo, parece perfilarse desde ahora que Ratzinger, de 78 años, no será un papa viajero que se desgaste innecesariamente, por lo que tirará línea, orientación y disciplina desde Roma.

Dado su perfil intelectual y timidez personal, su estilo se acerca más al de Paulo VI o al petrificado Pío XII; sin embargo, si bien hay un alejamiento en la forma de su antecesor, en términos de contenido la perspectiva sigue siendo la misma. Hay consenso abrumador entre muchos observadores y vigilantes del Vaticano sobre el continuismo programático wojtyliano de Benedicto XVI sin el carisma de Juan Pablo II, quizá porque el propio Ratzinger es el arquitecto de los contenidos.

Muchos también se preguntan sobre la capacidad política del actual papa, si tendrá la capacidad de liderazgo para incidir en la geopolítica global y en la interculturalidad de este planeta o si, por el contrario, se ahondará la tendencia a vivir un cristianismo sin la Iglesia y sin el Papa.

 
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