Usted está aquí: miércoles 24 de agosto de 2005 Opinión Los maíces de Stalingrado

Alejandro Nadal

Los maíces de Stalingrado

En la primavera de 1943 la derrota del sexto ejército en Stalingrado había sellado la suerte del frente oriental y dio inicio al repliegue de los alemanes. La muerte de más de 127 mil soldados y la captura de otros 90 mil por el ejército soviético preocupaban al alto mando alemán. Pero algo más llamaba su atención. Más de 200 estaciones biológicas de campo, distribuidas entre Minsk y la península de Crimea, en territorio todavía ocupado por los alemanes, caerían pronto en manos de los rusos. Las colecciones de semillas en algunas de esas estaciones incluían, además de simientes mejoradas y muestras locales, duplicados de las colecciones que Nicolai Vavilov había recogido en sus expediciones por todo el mundo entre 1905 y 1927.

En junio de 1943 el teniente Heinz Brücher fue encargado por el Reichführer SS Heinrich Himmler para dirigir una operación de "rescate" de las colecciones ex situ de semillas en Ucrania y Crimea antes de la llegada de las tropas soviéticas. Brücher pensaba que la conquista de la Unión Soviética proporcionaba a Alemania el control absoluto de regiones de gran importancia botánica que servirían para desarrollar nuevas plantas mejoradas y garantizar la seguridad alimentaria del pueblo alemán.

La selección y mejoramiento de semillas han ocupado la atención de los seres humanos desde hace 10 mil años. Pero sólo hasta que se redescubrieron las leyes de la herencia que Gregor Mendel había formulado en 1860 se sistematizaron las técnicas de fitomejoramiento. La variación genética de cultivos y de sus parientes silvestres, así como la identificación del centro de origen de su germoplasma, se convirtieron en elementos de gran importancia en este proceso. Y en la Unión Soviética el genetista y agrónomo Nikolai Vavilov destacó en esta tarea. Sus más de 100 expediciones científicas lo llevaron a todo el mundo, incluso a México, y le permitieron formular su célebre hipótesis sobre los centros de origen y la variabilidad genética de los principales cultivos. La selección de plantas en función de sus características dominantes (resistencia a la sequía, por ejemplo) permitiría desarrollar las técnicas de mejoramiento más allá de lo que se había logrado en los 10 mil años desde que se "descubrió" la agricultura.

Pero a finales de 1930 la estrella ascendente de Trofim Lysenko, protegido de Stalin, destruyó la carrera de Vavilov. Ese agrónomo de Ucrania estaba convencido de que la herencia de rasgos adquiridos era la clave de la evolución. En el extremo, esta idea sería como creer que las jirafas tienen el cuello largo a fuerza de tanto estirarse para comer las hojas de las ramas más altas. Esta burda creencia en las enseñanzas de Lamarck hizo que la identificación de centros de origen, la selección de la variedad genética de cultivos y el fitomejoramiento a través de cruzas de variedades de plantas de la misma especie o de especies íntimamente relacionadas perdiera importancia. La confrontación Vavilov-Lysenko se saldó en la derrota del primero; expulsado de la academia de ciencias, Vavilov murió en prisión a principios de 1943. La agricultura soviética nunca se recuperó del desastre que siguió a la aplicación de las pseudoteorías de Lysenko.

El nulo interés soviético en las colectas de simientes explica por qué cuando llegó la ofensiva alemana y se inició la evacuación de toda la planta industrial al este de los montes Urales las estaciones fueron dejadas atrás. En cambio, para los proyectos del alto mando alemán la "pureza racial" de las semillas era un asunto ideológico, y su rescate, una prioridad. El 16 de junio de 1943 Brücher y un destacamento de tropas especiales iniciaron la recuperación de las colectas. En la estación de Sinelnikovo encontraron duplicados de la colección mundial que Vavilov había reunido en Leningrado y, entre otras cosas, muchas muestras de maíces de México y América Central.

Las colecciones fueron trasladadas al castillo de Lannach en Graz (Austria). En el verano de 1943 Brücher sembró varias muestras de cebada y trigo, concluyendo que para 1945 tendría semillas mejoradas. Sin embargo, en febrero de 1945 se le ordenó dinamitar sus instalaciones para evitar que cayeran en poder del enemigo.

Esta historia, relatada por el investigador sueco Carl-Gustav Thornstrom, tiene más de una conexión con México. En las colecciones "rescatadas" de las estaciones en Ucrania había muestras de maíces, frijoles y otros cultivos originarios de nuestro país, llevadas por Vavilov a Leningrado. Los duplicados en Sinelnikovo incluían diversas razas de maíces mexicanos y la ironía de todo es que mientras Brücher otorgaba gran valor a la selección, los científicos soviéticos preferían la ideología de Lysenko y su lamarckismo primitivo. Hoy que arde la polémica sobre transgénicos en México, la historia del teniente Brücher nos recuerda que los recursos genéticos son asunto de vida o muerte. Eso es algo que los campesinos de todo el mundo han aprendido con su trabajo cotidiano.

 
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