Usted está aquí: jueves 25 de agosto de 2005 Opinión Los Objetivos del Milenio y el informe presidencial

Orlando Delgado Selley

Los Objetivos del Milenio y el informe presidencial

Sorpresivamente se plantearon al presidente Fox temas que tendrían que ser incluidos en su próximo informe. El formato ya estaba listo. Como acostumbra, se hablaría esencialmente de los logros en Foxilandia. Del crecimiento del producto interno bruto (PIB) de 4.4 por ciento en 2004, evitando el enojoso asunto de que en este año el aumento sólo será de 3.5 por ciento, lejos de las dinámicas ofrecidas. Del control de la inflación que de un incremento de 5.2 en el año pasado, ahora cerrará muy cerca de 4 por ciento, dentro del intervalo de variabilidad establecido por el Banco de México. Hablaría también de las remesas que en 2004 sumaron 16 mil 613 millones de dólares y se espera que en 2005 superen los 18 mil millones.

Junto a esto, el lugar estelar lo ocuparía la reducción de la pobreza extrema. Sobre ello Fox se extendería desarrollando su visión de un régimen que, por lo menos en este aspecto central, logró avances importantes. Pero resulta que en un acto, el propio Fox tuvo que escuchar a la Cepal cuestionando las cifras oficiales sobre reducción de la pobreza extrema, puntualizando el alcance del programa Oportunidades. Claramente se estableció que nuestro país no se aparta de las características de la región más desigual del mundo y, lo que es más impactante, México junto con Brasil y Colombia, concentra 51 por ciento de los pobres extremos de América Latina.

Un dato de enorme relevancia es que la pobreza urbana no ha sido atacada por los programas oficiales. Oportunidades ha impactado a la población rural, pero hay poca atención a lo que ocurre en las grandes ciudades del país. En el Distrito Federal la política social del gobierno de López Obrador detuvo el crecimiento de la pobreza extrema, pero ciertamente no la redujo. A ese resultado contribuyó de manera significativa la disminución de los fondos federales para combatir la pobreza que se destinan a las entidades. El Distrito Federal fue excluido con fines eminentemente políticos. Sin embargo, es evidente que el gobierno local tiene que proponerse actuar para resolver, no sólo para mitigar.

Además, los Objetivos del Milenio incluyen educación y salud. Las metas son universalizar la educación primaria, aumentar la matrícula en secundaria y reducir drásticamente la deserción. En estos temas nuestra ubicación es lamentable, detrás de Panamá, Perú e incluso Trinidad y Tobago.

A nivel mundial diversas mediciones han dado cuenta del desastre educativo mexicano. Las propuestas foxistas no han dado resultado. Por el contrario, parecen consolidar las prácticas corporativas que han destrozado el aparato educativo nacional. La alianza con la estructura sindical charra ha impedido avanzar. De ello dan cuenta los indicadores cualitativos. Así que las decisiones políticas tienen consecuencias en los niveles educativos.

No es diferente la situación en la atención a la salud. En salud reproductiva, la Cepal ha documentado que la muerte materna se explica por razones obstétricas. En relación con la evolución de la población subnutrida, México es el único país en el que no se registra avance. El 5 por ciento de la población está subnutrida, lo que es un nivel reducido, pero ello no puede justificar que no se trabaje para reducirlo. En atención calificada al parto, 16 de 26 países de América Latina alcanzaron 90 por ciento; México no está en ese grupo, ubicándose en el lugar 20.

En el fondo, la explicación tiene dos vertientes: una determinada estructuralmente y otra que tiene su matriz en las decisiones políticas. Sin un crecimiento alto y sostenido es imposible mejorar las condiciones de vida de la población. Este crecimiento, además, requiere contenidos sociales que permitan que se generen nuevos empleos, en la medida necesaria y con las características requeridas. En nuestro caso, hace falta crecer sostenidamente a ritmos cercanos a 5 por ciento en un periodo de 20 años, crear empleos bien remunerados, lo que permitiría reducir el sector informal y, de esta manera, para un conjunto amplio de la población mejorar sus condiciones de vida.

El cumplimiento de los objetivos sociales del desarrollo sólo se logrará incidiendo sobre el funcionamiento de los mercados, lo cual demanda que los objetivos sociales se coloquen en el centro de la política económica. Por supuesto, esto ni siquiera lo entiende el gobierno de Fox. Para ellos lo central es garantizar los equilibrios fundamentales, respetar la autonomía del banco central y buscar que las reformas estructurales se aprueben. De la gente, de sus condiciones de vida debiera informa Fox. No sólo de logros macroeconómicos. No lo hará. Foxilandia presentará nuevos avances.

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