Usted está aquí: viernes 26 de agosto de 2005 Opinión Autonomía y heterotomía

Gilberto López y Rivas

Autonomía y heterotomía

Autonomía proviene del griego auto, que significa mismo, y nomos, que indica norma; esto es, regirse uno mismo por sus leyes. La mayoría de las enciclopedias define autonomía como la libertad de individuos, gobiernos, nacionalidades, pueblos y otras entidades de asumir sus intereses mediante normativas y poderes propios, opuestos en consecuencia a toda dependencia y subordinación.

Este concepto es fundamental para dejar lo epidérmico del debate político actual y pasar a lo esencial. Ya Pablo González Casanova en su reciente artículo "La gran discusión" (La Jornada, 19 de agosto) contribuye a dilucidar los términos de la crítica al sistema de partidos y plantear la cuestión de fondo en la polémica generada por la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Se requiere construir "un movimiento democrático que cuente con la fuerza organizada de los ciudadanos y de los pueblos", ya que lo primordial es "la concientización y organización del poder de la ciudadanía y de las comunidades, etnias, pueblos, y de los trabajadores, empleados, maestros, estudiantes, técnicos, licenciados, doctores e intelectuales"; más aun, el único camino que "le queda a la humanidad para sobrevivir (es) organizar la fuerza y la conciencia de los pueblos de la Tierra, empezando ahora con los pueblos indios y "de allí pa' lante" hasta encontrar a los otros en la confluencia de senderos de México, América Latina, Estados Unidos y el mundo". (Ibid.)

Queda claro que no se trata de personalizar los argumentos, pues este camino lo siguen precisamente quienes observan el mundo a través del prisma de los individuos y sus características positivas o negativas, relegando el contexto histórico y la matriz clasista en la que los sujetos se debaten. Lo importante es analizar las fuerzas políticas en su comportamiento efectivo, las clases sociales que apoyan o rechazan determinados liderazgos, los grupos socioétnicos que resultan dominantes y subordinados, los intereses detrás de los discursos, las prácticas y los resultados realmente existentes de esas acciones.

La autoadscripción a determinada posición política no es suficiente. Es necesaria la congruencia probada con algún criterio de realidad. Por ejemplo, cuando Marcos, como vocero zapatista, expresa sus críticas a los gobiernos de los partidos nacionales ya conocidos, su perspectiva está fundada en el establecimiento de las juntas zapatistas de buen gobierno y en su desempeño en cuanto a garantizar la participación y concientización de miles de personas en el mandar obedeciendo. Sus severos juicios a la clase política mexicana se compaginan también con el deterioro ético visible y comprobable de sus miembros, una participación ciudadana cada vez menor en los procesos electorales e incluso encuestas de opinión pública que colocan a los políticos profesionales en los ínfimos lugares de credibilidad y prestigio social.

Cuando se plantea la detracción del actual sistema de partidos es necesaria la reflexión sobre si éstos contribuyen a la construcción autonómica o poseen una tendencia intrínseca a la formación de una ciudadanía heterónoma, esto es, que recibe del exterior las leyes que rigen su conducta, que llevan en su germen el clientelismo y el corporativismo, obstáculos insalvables de la autonomía.

La propuesta de la Sexta Declaración, en el otro polo equidistante, lleva a la integración de una entidad política anticapitalista que asume los intereses populares de los cuales proviene, los de los desposeídos y explotados; que no delegue su representación en otros ajenos a "sí mismos"; un ente que se rija por sus propias normas y no por las de un sistema político que no representa los intereses popular y nacional.

La mirada en el espejo de otros procesos puede dilucidar nuestro propio debate. En Venezuela tiene lugar un impresionante cambio de mentalidad en la construcción de la democracia popular. En el contexto de una cruenta lucha de clases, marcada por matanzas, huelgas gerenciales, sabotajes a la economía popular, golpes de Estado, intentos de mediatización desde los aparatos de la burocracia estatal y sindical de la iniciativa de los trabajadores y sectores explotados, el pueblo venezolano ha respondido con organización y participación activa desde los barrios, núcleos laborales y organizaciones del campo. El movimiento bolivariano, encabezado por el presidente Hugo Chávez, procede del exterior al tradicional y caduco sistema de partidos políticos, incluyendo algunos que aún se definen de izquierda. Este movimiento está creando, con grandes dificultades y carencias, las condiciones del poder popular, enfrentando en su camino la fuerza del imperialismo estadunidense y la de sus socios locales oligárquicos que cuentan con poderosos instrumentos de combate ideológico -la mayoría de los medios de comunicación masiva- y utilizan la conspiración, el terror y la guerra sucia. Hasta hoy el éxito radica en la capacidad de concientización y fortalecimiento de las fuerzas populares, en el desarrollo constante de una democracia participativa de nuevo tipo.

En México es necesaria, como plantea la Sexta, la edificación desde abajo de una organización independiente del Estado y de su sistema de partidos. Que responda a sus propias necesidades y requerimientos; que escoja sus medios, espacios y tiempos para librar su resistencia contra el poder establecido; que lleve a cabo una campaña "muy distinta a las electorales", que "ni se rinde ni se vende" y que "está dispuesta a luchar, entre todos los riesgos que implica, por la construcción de una fuerza de los pueblos y los ciudadanos organizados, pensantes y actuantes..." (Ibid.) Así sea.

 
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