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29 de agosto de 2005
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GARROTES Y ZANAHORIAS

EL MITO DEL ETERNO RETORNO

Para bien o para mal ­de todo ha habido­ el cambio es el signo dominante de la vida económica, social y política de México en las últimas dos décadas. Este hecho se plasma de varias maneras en el sector laboral, casi todas desafortunadas. Lo primero es el deterioro de la capacidad de generar empleos remunerativos en el sector formal del aparato productivo. Esta insuficiencia estructural tiene origen variado: la caída de la tasa general de crecimiento y del coeficiente histórico de inversión, la aceleración del cambio tecnológico en las actividades productivas dinámicas, las deficiencias de formación y capacitación de la fuerza de trabajo y otros factores que sería largo enumerar.

El hecho es que durante estos años se configuró un mercado de trabajo cuyo segmento dinámico y estadísticamente más representativo es el informal, que en sus dos vertientes principales ­el autoempleo y la emigración de masas a Estados Unidos­ está dominado por la precariedad. Esta es la verdadera opción ocupacional de la gran mayoría de quienes durante estos años han salido del mercado de trabajo y de los millones que han llegado a la edad laboral sin ninguna perspectiva de inserción en la llamada economía moderna.

Conforme esta situación se fue configurando, las relaciones laborales también sufrieron notables modificaciones. El abanico salarial se abrió de manera muy marcada entre los sectores de actividad de la economía formal. Después de ser reducido drásticamente en los años 80, el salario real ha sido contenido en forma férrea al tiempo que se han ido desmontando y reduciendo prestaciones directas e indirectas que complementaban, bajo la forma de salario indirecto, el ingreso de los trabajadores.

Estos y muchos otros hechos modificaron de manera drástica las realidades del mercado laboral y la situación de la fuerza de trabajo. Cierto, en los últimos 20 años casi todo cambió en el país. Por eso llama la atención el "espectáculo retro" escenificado por las viejas centrales sindicales priístas a raíz del deceso de su vetusto líder Leonardo Rodíguez Alcaine.

Como en los buenos tiempos del corporativismo autoritario que algunos de los actuales gobernantes combatieron hasta no hace muchos años, el desfile laudatorio ante el cadáver de un hombre tan poco ejemplar como el ex líder electricista reditó escenas que creíamos desterradas para siempre de la arena pública nacional. Pero la pieza fuerte de este episodio no fue la desaparición de Rodríguez, sino la entronización de un nuevo faro de la clase obrera (cetemista), el obviamente licenciado Joaquín Gamboa Pascoe, cuya trayectoria acredita, al mismo tiempo, la figura del líder laboral con la de empresario, la de abanderado de las causas del proletariado y la de millonario.

Como en los buenos tiempos, los últimos en enterarse que los trabajadores tenían un nuevo timonel fueron los trabajadores. Sus votos (como los apoyos a Madrazo), vinieron de ultratumba. Mientras otros órdenes del país cambiaban en diversos grados, la CTM y otras anquilosadas organizaciones laborales priístas también lo hacían, pero dando un giro de 360 grados. Es la renovación del mito del eterno retorno. Lampedusa avant la lettre. ¿Quién sigue después de Gamboa Pascoe en la fila gerontocrática? La nigromancia tiene la palabra §

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