Usted está aquí: miércoles 31 de agosto de 2005 Opinión Alternativa de futuro

Luis Linares Zapata

Alternativa de futuro

La formación de una corriente ganadora que coagule el apoyo a un proyecto alternativo de gobierno y que abra a los mexicanos la visión de un futuro asequible a sus aspiraciones tendrá que superar dos etapas sucesivas e interrelacionadas. La primera exige llevar a cabo una campaña que en su diseño y contenidos pueda, en efecto, alzarse con el triunfo en las urnas. Es decir, que se apegue, de forma y manera estrictas, a las reglas establecidas en la competencia por el voto republicano. La segunda, basada en oferta programática creíble, precisa garantizar que, una vez en el gobierno, los actores triunfantes pongan en marcha las modificaciones necesarias para iniciar, de inmediato pero con perseverancia, la transformación anunciada. Un futuro entrevisto, pero indispensable, a concretarse durante el plazo de un sexenio, un decenio o dos sexenios sucesivos a lo máximo.

La base fundamental de tal cambio tendría que apuntar, con todos sus componentes sustantivos, hacia un de-sarrollo acelerado que trabaje en pos de la justicia social. Una justicia ciertamente anhelada por los más. En otras palabras, optar por la creación de una maquinaria productiva que pueda sostener a una inmensa capa poblacional, la mayoría calificada digamos, para que pueda disfrutar, con el decoro suficiente, de un nivel aceptable de existencia. Aparato que no sólo tenga la capacidad para aportar los bienes materiales indispensables, sino también aquellos que mejoran su calidad. Los llamados satisfactores sociales y culturales.

Se busca entonces a quien pueda abrir al votante, que habita en este desorientado y exhausto país de hoy, un horizonte donde pueda contemplarse la posibilidad de construir un futuro cierto y asequible. Uno que se aparte de los rumbos recientes, depresores y entreguistas, que ya han probado su insuficiencia, sus caídas redundantes, llenos de frases trilladas que impelen a reincidir en la exclusión de millones de compatriotas. Alguien que no vuelva a usar la excusa, la estúpida excusa de que "todavía falta mucho por hacer" Que, por el contrario, empiece a dar inmediatos, sucesivos pasos para montar la fábrica nacional que dé empleo remunerativo a corto plazo, que produzca para el consumo de millones, que contenga la energía suficiente para imaginar salidas propias, que genere y movilice los recursos internos capaces de impulsar el crecimiento a la medida de las urgentes e impostergables necesidades de la población en su conjunto.

Por eso se anda a la búsqueda de un candidato, un partido, una alianza que pueda presentar a los electores un panorama donde la mayoría se pueda encontrar a sí misma, que le permita identificarse, en la multiplicidad, como individuo respetable. Se espera un candidato, armado de las propuestas, al menos las mínimas requeridas, para que despierte la inquietud de que, con esfuerzo y entrega, se pueda aproximar un mejor tiempo para ellos, sus familias y para el resto de la población. Que se acerque a la gente cruzado por la cordura, sin espavientos ni promesas grandilocuentes e indoloras. Sino que pueda hacerse oír, con voz calma y directa, en medio del enorme barullo y la confusión que producen imágenes cursis y frases superficiales difundidas dentro de paquetes publicitarios prepagados a costo de cientos de millones de pesos. Se espera, con la confianza de estar a las puertas de una etapa entrevista, de un despegue inédito y venga algún aspirante a ganarse, en serio, el voto colectivo. Para que afirme su dignidad de político. Con probada honestidad pecuniaria, profesional, de valores humanos y arraigadas creencias en el destino del mexicano. Para que se le pueda entregar, con la emisión de un sencillo voto, algo, parte todo ese futuro de todos. Y que esta honestidad la demuestre, con todo rigor y consistencia, en el financiamiento de su intento por ser el presidente de todos los ciudadanos.

Por desgracia aumentan los críticos, los difusores que, con altoparlantes, empiezan a cercar las opciones con dos rutas. Una que presenta la posibilidad, bastante nebulosa por lo demás, de un candidato que llevaría a México a las puertas del desgarramiento interno, de la anarquía para producir un cuadro similar al que, se alega sin rigor alguno, padecen países como Ecuador, Bolivia o Venezuela. Sobre todo en este último, donde reina un ogro despreciable que la elite caraqueña se ha encargado de trasmitir, de manera casi epidérmica, a la mexicana. Y, ante esa etérea imagen que tomaría cuerpo en caso de perseverar en el apoyo al izquierdoso, se formula una encrucijada soluble. Todo, cualquier otra salida menos la que lleve a AMLO al poder. La menos mala de ellas, aducen, contempla la repetición de un gobierno de probada incapacidad, pero de gente, se pregona con sordina, decente y bien intencionada (PAN). La otra, bastante mala, pero preferible también, imagina retornar a lo que ya se sabe por haberlo padecido en carne propia y ajena: optar por alguien que llevaría a las conocidas complicidades que han envenenado el ámbito colectivo de la nación. Este personaje tendría capacidad de maniobra, mantendría la paz y, se precisa con cierto orgullo de financiero con clase, profundizará el modelo económico que durante más de 25 años ha demostrado su ineficacia para crecer y distribuir. Esta, que se acepta como la peor, es también preferida por bastantes propagandistas de bolsillo.

El periodo de contrastes entre unas y otras ha comenzado y los mexicanos tendremos que optar de acuerdo con los intereses de cada quien, y que el futuro ampare a los votantes.

 
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