Número 110 | Jueves 1 de septiembre de 2005
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

La élite del sida  
Por Joaquín Hurtado
Éramos diez o doce organizaciones frente al secretario técnico del Consejo Estatal de Prevención y Control del VIH/sida (Coesida). Discutimos sobre las políticas de asignación, seguimiento y evaluación de los escasos fondos gubernamentales aplicados a proyectos preventivos realizados por las asociaciones civiles.
El funcionario del Coesida tomó nota de las inquietudes. Los asistentes acordamos una próxima reunión temática para desarrollar una convocatoria a la altura de nuestras necesidades y suspicacias.

La larga sesión estaba a punto de cerrar cuando llegamos al punto de “asuntos generales”. Allí se desató el diablo. El repulsivo diablo del mesianismo. Frases del corte de “mis pacientes”, choros de la laya de “quienes más sufren son mis mujeres”, “los medicamentos del Fondo no están a tiempo para mis enfermos”.

A ver, a ver, vámonos más despacio. ¿Quién les dio en potestad, a estos mecenas del sombrero ajeno, la voluntad y la intransferible soberanía de las personas que acuden a sus organizaciones a presentar sus quejas, a contar sus cuitas, a dejar los pellejos de sus desgracias? ¿Mis pacientes, mis enfermos, mis niñitos, mis mujeres? ¿Cuándo los compraron, quién se los regaló, dónde estaba la barata de cuerpos y almas para traerlos cual títeres espantajos en el chantaje del toma y daca del río revuelto que se llama lucha-contra-el-sida?

Frentes, coaliciones, ligas, asociaciones, federaciones, uniones y toda clase de esfuerzos de lucha colectiva para defender nuestros derechos y responder a nuestras demandas son bastante necesarias ante gobiernos indolentes.

Pero, ay de mí, de él, de nosotros, cuandaao alguien -con la mejor o la más mezquina de las intenciones- lucra con mis dolencias, le pone precio a mis maceradas carnes, vende al mejor postor mi rostro de calavera. Esos portavoces de la sociedad civil se convierten en una suerte de clase dorada que vive, medra y se enriquece a mis costillas. Vampiros. Sanguijuelas. Garrapatas.

Así lo vi y lo escuché. Así lo he visto y vivido por años. Ya basta. Yo no represento a nadie más que a mí mismo. Nadie habla por mí más que mi garganta y mis manos. Vaya plaga de lidercitos surgidos de la nada; de pronto encumbrados en la élite de la sidocracia; haciendo política chafa, confrontando de la manera más estúpida y burda a gobiernos y funcionarios afines.

Cruzando fuego amigo a lo pendejo. Dejando el campo abierto a los tiburones y pirañas agazapados en el presupuesto oficial que nos escatiman hasta el saludo.
Basta del clientelismo asqueroso de “mis enfermos, mis pacientitos, mis víctimas”. Venga a nos el reino de la fuerza ética y plural del Nosotros.