Usted está aquí: miércoles 7 de septiembre de 2005 Opinión El espectro de Katrina

Alejandro Nadal

El espectro de Katrina

En 1971 concluyó una de las operaciones de especulación inmobiliaria más grandes de la historia urbana de Estados Unidos. Sobre los restos de un antiguo cementerio expropiado se inició la construcción de uno de los mayores estadios deportivos de ese país: el Superdome de Nueva Orleáns, con capacidad para más de 72 mil personas. Alrededor del estadio el valor de los bienes raíces subió como espuma, y quienes poseían información privilegiada se volvieron multimillonarios en unos cuantos meses comprando barato y vendiendo caro las tierras que se convertirían en el nuevo centro de negocios del puerto.

Dicen que la mala suerte del equipo local de futbol, los Santos de Nueva Orleáns, se debe a que la gigantesca obra perturbó el reposo de los difuntos. Si la maldición perseguía a los anfitriones del estadio, la semana pasada alcanzó su apogeo con la llegada de Katrina a la ciudad. Más de 25 mil personas entraron al estadio (la mayoría por primera vez), convertido en albergue de última instancia para aquellos que no pudieron evacuar sus casas durante la emergencia.

En los días siguientes, la acumulación de basura y desechos orgánicos transformó el estadio en un muladar de proporciones monumentales revelando que, más que un siniestro natural, la catástrofe de Nueva Orleáns es un desastre fabricado por la ambición y la incompetencia. También destapó la pobreza y la corrupción, la incompetencia y la perversidad no sólo de Bush y su gente, sino de todo un sistema económico depredador basado en la desigualdad y la indiferencia.

El impacto económico del huracán dejará profunda huella. El puerto de Nueva Orleáns es el más importante de Estados Unidos y el quinto en tamaño del mundo, superado sólo por Rotterdam, Shanghai, Hong Kong y Singapur. Todas las exportaciones a granel provenientes de la gigantesca cuenca del Missouri y el Mississippi pasan por Nueva Orleáns, puerto que ahora está gravemente perturbado y su fuerza de trabajo desparramada, sin hogar y sin transporte. Las reparaciones tardarán tres meses, tiempo suficiente para que los efectos negativos se extiendan por todo el mundo. El fantasma del terremoto de Kobe, en 1995, y su terrible impacto económico acechan detrás de estas predicciones.

Las instalaciones portuarias de Gulfport, en la desembocadura del Mississippi, resultan claves para las exportaciones estadunidenses de maíz y soya. Los precios de estas exportaciones se incrementarán, y el efecto sobre las importaciones de granos que México lleva a cabo se dejará sentir en las próximas semanas.

Katrina interrumpió la producción, refinación y las importaciones de crudo en una vasta zona del Golfo de México. El 12 por ciento del petróleo y 54 por ciento de la gasolina que se consumen en Estados Unidos pasan por esta zona o bien se producen en las refinerías en la costa del Golfo. Además, la cuarta parte del gas natural es extraído o importado a través de esta misma zona y la reserva estratégica de petróleo se encuentra almacenada aquí.

Katrina destruyó parte de esta infraestructura, rompiendo dos gasoductos y oleoductos de gran capacidad. Asimismo, la falta de corriente eléctrica perturbó la distribución en un área mucho mayor que la zona afectada directamente. Veinte plataformas petroleras fueron destruidas o separadas de su anclaje y Port Fourchon (al sur de Nueva Orleáns), lugar por donde pasa 17 por ciento de la oferta de crudo y gas de Estados Unidos, requerirá varias semanas para recuperarse. El impacto sobre los precios de gasolina será duradero.

El efecto macroeconómico se dejará sentir en los próximos meses porque las operaciones de rescate y salvamento de la ciudad durarán mucho tiempo. Así, el desempleo en la región acaba de recibir un impulso extraordinario. De hecho, no hay pagos, no hay demanda y la actividad económica se ha reducido a casi cero en una amplia región. El peso de los evacuados a otras ciudades, como Houston, comenzará a dejarse sentir en las semanas que vienen a medida que se prolongan las operaciones de reconstrucción.

El impacto sobre la confianza de los consumidores, indicador clave en el pulso macroeconómico de Estados Unidos, puede afectar el principal motor del crecimiento de esta economía. De seguir altos los precios de la gasolina, el consumidor estadunidense terminará por gastar menos en otros renglones, lo que tendrá un impacto generalizado sobre el crecimiento económico. Los efectos se extenderían sobre un amplio espectro de sectores de la economía mundial y tendrán repercusiones insospechadas.

Es posible que Katrina interrumpa la política de la Reserva Federal de aumentar las tasas de interés. Sin embargo, si el elevado precio de la gasolina afecta la inflación, la Reserva enfrentará un dilema. Si aumenta la tasa de interés para controlar la inflación, frenará todavía más el crecimiento. Además, la burbuja de bienes raíces podría reventar, arrastrando el mercado bursátil a un nuevo episodio depresivo, cuyos efectos se dejarían sentir en todo el planeta. Quizás lo único bueno de Katrina es que podría acelerar el retiro de las tropas estadunidenses de Irak.

 
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