Usted está aquí: sábado 17 de septiembre de 2005 Opinión Celebrar honestamente a México

Miguel Concha

Celebrar honestamente a México

Ampliar la imagen El padre Miguel Concha, fundador de La Jornada, en la celebraci�or el 21 aniversario de esta casa editorial

Compañeras y compañeros jornaleros, queridos familiares y amigos de La Jornada:

La noche de este día conmemoramos con todo nuestro pueblo el inicio de nuestra Independencia del dominio español. Ocasión propicia para profundizar en nuestra identidad como nación y, sobre todo, para incrementar nuestro compromiso por una convivencia colectiva más justa y digna, en un mundo desigualmente globalizado; para redoblar nuestros esfuerzos profesionales y laborales contra otras cadenas viejas y nuevas, que todos y cada uno de nosotros sufrimos, y que obstaculizan en gran medida el ejercicio de nuestras libertades; para seguir pugnando con nuestro trabajo periodístico, comprometido con las mejores causas del pueblo humilde de México, por nuestra libertad de expresión y nuestro derecho a la información.

No se puede, en efecto, celebrar a México, arrebatándole a tantos mexicanos sus méritos, conseguidos muchas veces en medio de la adversidad, y a pesar de quienes ahora los exaltan, con el principal propósito de seguir lucrando egoístamente, y dentro del menor tiempo posible, con las condiciones económicas y sociales injustas que todavía reinan entre nosotros, como lo vemos y oímos en estos días en alguno de los espots furtivos de la radio y la televisión. No se puede celebrar a México cuando hasta ahora no se hace todo lo posible, en los medios electrónicos de comunicación, por disminuir la inequidad creciente que nos agobia y, por el contrario, se invocan subrepticiamente toda clase de pretextos para asegurarse posiciones de privilegio, impidiéndole a la mayoría el ejercicio de sus derechos más elementales. Según datos recientes, un 63 por ciento de nuestra población menor de 18 años es pobre; 2.1 millones de niños de entre cinco y 14 años todavía no pueden asistir a la escuela; casi uno de cada cinco niños menores de cinco años sufre desnutrición crónica, y México obtuvo un puntaje de 5.71 sobre 10 en el Indice de los derechos de la niñez mexicana, publicado por el Consejo Consultivo de la Unicef en México. Cuando no se han tomado todas las medidas para atemperar las discriminaciones que tanto afectan nuestra unidad nacional y, por el contrario, se impide culturalmente a tantas otras personas y grupos que puedan afirmarse legítimamente en pie de igualdad con los demás; cuando se comprometen en el extranjero los recursos estratégicos y el futuro de nuestro país, en función de la protección de los intereses de unos cuantos, que siempre se han aprovechado de nuestra riqueza y la fuerza de nuestro trabajo.

No debemos confundir el indispensable amor a la patria, que es una virtud cívica y ética fundamental, con el patrioterismo, que muchas veces encubre irresponsablemente la falta de la más elemental solidaridad. El artículo tercero de la Constitución establece sabiamente que la educación en México debe fomentar el amor a la patria y la conciencia de la solidaridad nacional e internacional, lo cual muchas veces no se lleva a cabo desde la educación primaria, más allá del culto a la bandera, el respeto debido al Himno Nacional y la exaltación chovinista o vacía la noche del 15 de septiembre. Por ello añade con razón que esto tiene que realizarse "en la independencia y en la justicia".

La misma Carta Magna reconoció, por fin, que la nación mexicana es única e indivisible, pero que ''tiene una composición pluricultural, sustentada originalmente en sus pueblos indígenas, que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban el territorio actual del país al iniciarse la colonización, y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas''. Intereses económicos y políticos ciegos, disfrazados de atención social a los indígenas, impidieron contradictoriamente que se extrajeran después las consecuencias políticas de ello, en la estructura misma del Estado mexicano.

Ello no excluye que como ciudadanos y periodistas renovemos esta noche nuestro empeño, para que ellos también alcancen la libertad y la independencia que merecen. En conformidad con la Constitución, toca también a los poderes del Estado planificar el desarrollo nacional, sin comprometer la soberanía de nuestra nación, como la inmensa mayoría de los mexicanos lo anhelamos, pues, desgraciadamente, como escribió a comienzos de este mes Rafael Segovia, en un artículo titulado ''Un imperio triste'', también existe en México un grupo "elitista, si así se le quiere llamar, que no cree en la idea de soberanía y cultura nacionales, como premisas de una auténtica independencia: son los que, hace unos días, se reunieron en Bellas Artes para reducir la cultura nacional al folclor y escuchar unos discursos tan cortesanos como insulsos, que aburrieron hasta a quienes los pronunciaron''. Nosotros, en cambio, celebremos a México, no con meras canciones, bebidas, fuegos de artificio y discursos insulsos, sino con renovado entusiasmo y compromiso por la libertad, la verdad, la honestidad, la justicia, la soberanía y la dignidad de nuestro país.

Compañeras y compañeros jornaleros, amigas y amigos de La Jornada:

¡Viva México! ¡Viva la Independencia nacional! ¡Viva la República! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria! ¡Viva Leona Vicario! ¡Viva la Corregidora, doña Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva el cura don Miguel Hidalgo y Costilla! ¡Viva el cura don José María Morelos y Pavón! ¡Viva la alianza entre indígenas, campesinos, obreros y sectores populares por un México democrático, justo, digno y soberano! ¡Viva La Jornada en el 21 aniversario de su surgimiento! ¡Viva la libertad de expresión! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!

Palabras pronunciadas en el festejo
por los 21 años de La Jornada,

el 15 de septiembre en el salón Los Angeles

 
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