Usted está aquí: martes 20 de septiembre de 2005 Opinión DESDE EL OTRO LADO

DESDE EL OTRO LADO

Arturo Balderas Rodríguez

Los condenados de la Tierra, otra vez

UN DESASTRE NATURAL como el ocurrido en los estados de Alabama, Luisiana y Mississippi siempre será motivo de zozobra, desesperación y frustración para quienes lo padecen y de consternación para quienes a lo lejos contemplan la destrucción y pérdida de vidas que el fenómeno cobra a su paso. En esta ocasión el dramatismo de las historias contadas por quienes sufrieron los efectos del meteoro sólo es equiparable a la visión apocalíptica que los medios electrónicos mostraban una y otra vez de los sitios en que se congregaban los damnificados para recibir ayuda. Ahora, además, la televisión fue el instrumento mediante el cual el mundo se pudo percatar de quiénes fueron los que sufrieron los efectos más devastadores del fenómeno.

LO QUE HASTA hace poco era una sospecha sobre el creciente índice de pobreza en el país más poderoso del orbe cobró cuerpo en forma por demás dramática, con el añadido de que los que integran la mayor parte de ese ejército cada vez más grande de desposeídos son las minorías de color, incluyendo entre ellas a las de origen hispano.

LAS IMAGENES QUE dieron la vuelta al mundo no mentían sobre la desastrosa situación de miles de personas deambulando en los refugios en busca de auxilio. Pero en una población en la que afroestadunidenses e hispanos son minoría eran ellos los que día a día aportaban la mayoría de las imágenes de miles de damnificados y desaparecidos. La historia retrocedió de un tajo 200 años o más para rencontrar a los condenados de siempre en la situación precaria en la que por lo visto continúan.

LAS MAS ALTAS autoridades del gobierno estadunidense han admitido que hubo negligencia e incluso discriminación en la asistencia previa y posterior al desastre, pero sería un error detenerse ahí para entender lo sucedido. Es necesario hacer explícitas las profundas razones del porqué son los mismos de siempre los que sufren una y otra vez los efectos y las secuelas más terribles de éstas y otras calamidades.

LO CIERTO ES que quienes por falta de medios para huir a tiempo quedaron atrapados en medio del huracán, ya habían quedado atrapados mucho antes en la historia, en un momento que se detiene en la edad media. Detrás de las mil y una historias de cada uno de los que perdieron lo poco que tenían hay una que sólo los que perdieron la vida no podrán contar: su condición de condenados a seguir viviendo como los damnificados perennes de una sociedad que no los quiere reconocer como parte de ella.

TAL VEZ ESA sea una de las secuelas más lacerantes de un vendaval que se llevó casi todo menos la pobreza, cuya razón de ser es mil veces más violenta que la aludida por Frantz Fannon hace más de 40 años en su célebre ensayo Los condenados de la Tierra.

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