Usted está aquí: jueves 22 de septiembre de 2005 Opinión El terremoto político en el Distrito Federal

Martí Batres Guadarrama

El terremoto político en el Distrito Federal

A mediados de 1985 el Distrito Federal seguía teniendo la misma estructura política derivada de los años posteriores a la Revolución Mexicana. El presidente de la República gobernaba el Distrito Federal a través de un jefe de Departamento, funcionario designado por él, equivalente a un secretario de Estado. A su vez, dicho funcionario nombraba delegados políticos en cada una de las delegaciones. No había en la ciudad ni municipios ni cabildo ni órgano legislativo. En todo caso, el Congreso de la Unión era responsable de toda la legislación relacionada con el Distrito Federal. El Código Penal de éste era el Código Penal Fe-deral, y lo mismo sucedía con el Código Civil y con todas las legislaciones. El control y fiscalización de los servidores públicos del Distrito Federal recaía en los órganos correspondientes de la Federación. El presupuesto del Distrito Federal era decidido por el Congreso de la Unión como parte del presupuesto federal. La única estructura de representación ciudadana existente en el Distrito Federal era una estructura piramidal integrada de la siguiente manera: en cada manzana se elegía un jefe de manzana; los jefes de manzana elegían a un presidente de la colonia, que eran los que elegían a un presidente de una asociación delegacional de residentes; los presidentes de las asociaciones delegacionales conformaban a su vez el Consejo Consultivo de la Ciudad de México.

Esta era la realidad política del Distrito Federal a mediados de 1985. El terremoto del 19 de septiembre no sólo derrumbó edificios, casas y vecindades, sino provocó la caída de esa estructura política tan ajena y lejana a la gente de la capital. Las autoridades federales de aquel entonces, incapaces de responder a la tragedia, tuvieron frente a sí a una sociedad que se organizó para el rescate y la reconstrucción. Las autoridades de aquel entonces querían dinamitar edificios, recoger escombros, acordonar espacios, mientras la gente quería rescatar sobrevivientes. Las autoridades de ese entonces querían hacer jardines y plazas públicas donde hubo edificios; la gente quería que se reconstruyeran sus viviendas.

Después del 19 de septiembre emer-gieron decenas y decenas de organizaciones populares, de nuevas uniones vecinales, que no sólo se convirtieron en el actor central del proceso de reconstrucción, sino desplazaron a las viejas organizaciones populares corporativas del PRI. Sin darse cuenta del todo, el nuevo movimiento social desató un conjunto de transformaciones políticas de largo aliento. Con ese movimiento se abrió un ciclo de cambios profundos que se extendió a lo largo de casi 20 años.

Entre fines de 1985 y principios de 1986 surgen decenas de organizaciones vecinales independientes, ajenas al control del Estado. A fines de 1986 cientos o tal vez miles de jóvenes que participaron en el rescate un año antes salieron a organizar a los estudiantes para defender el carácter gratuito de la universidad pública. En 1987 se decreta la creación de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, primer parlamento de la ciudad, aunque con facultades sólo reglamentarias, no legislativas. En 1988 el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas arrasa como candidato a la Presidencia de la Repú-blica en el Distrito Federal. En 1989 se crea el Partido de la Revolución Demo-crática, teniendo en la ciudad de México uno de sus principales bastiones. En 1993 un grupo de asambleístas convoca al famoso plebiscito ciudadano para consultar a los ciudadanos defeños si querían elegir a sus gobernantes, si querían un Congreso local y si querían que el Distrito Federal se transformara en un estado de la República. En 1994 la Asamblea de Representantes adquiere sus primeras facultades legislativas con la aprobación del primer Estatuto de Gobierno del Distrito Federal. En 1995 se crean los llamados consejos ciudadanos en cada una de las delegaciones. En 1996 se reforma la Constitución para convertir a la Asamblea de Representantes en Asamblea Legisla-tiva con facultades para legislar en materia civil, penal y electoral. Ese año se da la reforma histórica para elegir jefe de Gobierno en el Distrito Federal por voto universal, directo y secreto. En 1997 se realiza la primera elección y gana la oposición de izquierda con Cuauhtémoc Cárdenas. En ese año se reforma el Estatuto de Gobierno del Distrito Federal para incorporar las fi-guras del plebiscito e iniciativa ciudadana. En 1998 se aprueba el primer Código Electoral del Distrito Federal. En 1999 se crea el primer Instituto Electoral del DF. En 2000 se elige por primera vez por voto directo a los jefes delegacionales en cada una de las 16 delegaciones. En 2002 se efectúa por primera vez un plebiscito que convoca el Gobierno del Distrito Federal.

Las ondas sísmicas del terremoto político de 1985 han perdurado a lo largo de dos décadas. De ser simple apéndice del gobierno federal pasamos a construir nuestro propio ámbito local. De la imposición vertical de las autoridades pasamos a la elección universal y directa de las mismas. Del control corporativo de la organización popular pasamos a la emergencia de un nuevo actor: el movimiento urbano popular. De una entidad totalmente controlada por el PRI pasamos a una entidad gobernada por el PRD por mandato popular.

Es deseable que las ondas sísmicas continúen provocando nuevas transformaciones, o incluso aun que ocurran nuevos temblores políticos. Todavía falta que nuestra gran ciudad de México adquiera plena autonomía para decidir su financiamiento, sus leyes sobre seguridad pública, para formar parte del Constitu-yente Permanente que reforma la Constitución de la República, para contar con órganos colegiados elegidos por los ciudadanos en los barrios y las delegaciones, es decir, aún faltan transformaciones para cerrar el ciclo abierto en 1985.

 
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