Usted está aquí: jueves 22 de septiembre de 2005 Opinión La lección de cine de Felipe Cazals

Leonardo García Tsao

La lección de cine de Felipe Cazals

Ampliar la imagen El director mexicano Felipe Cazals, durante el rodaje de la cinta Las vueltas del citrillo

Montreal, Can., 21 de septiembre. No es por chovinismo, ni mucho menos un afán de "celebrar México" (sic), pero la película Las vueltas del citrillo salvó el día, cinematográficamente hablando. En su más reciente creación Felipe Cazals sitúa a sus personajes -tres soldados y mujeres que los acompañan- en su sórdida cotidianidad a partir de una borrachera ciega en la pulquería titular. Lo que sucede después retoma los temas abordados por el cineasta en sus mejores logros -Las vueltas del citrillo es complementaria a La manzana de la discordia y El apando, por ejemplo-, referidos al modo de ser mexicano en un entorno envilecedor, donde la lucha por el sexo o el dinero es traicionera y los personajes tienen más oportunidad de sobrevivir en la leyenda verbal que en la realidad terrenal.

Cazals ha recreado un México de principios del siglo XX con mínimos elementos escenográficos, pero con diálogos ingeniosamente cargados de modismos y retruécanos propios de esa época (ciertamente quien no esté familiarizado con esos arcanos mexicanismos necesitará de subtítulos). No obstante la verosímil recreación del pasado, se trata de una película de relevancia contemporánea, filmada con la precisión formal y la eficacia narrativa de uno de los pocos auténticos maestros de nuestro cine. A eso se suma el desempeño visceral de un reparto impecable -Damián Alcázar, Vanessa Bauche, Jose María Yázpik, Jorge Zárate, entre otros-, y el resultado es una de las películas nacionales más sobresalientes de los años recientes.

La conferencia de prensa con Cazals y los tres primeros actores mencionados tuvo escasa concurrencia. De los medios mexicanos registrados sólo estaban quien esto escribe y el discapacitado en turno de un diario de la tercera edad. Sin embargo, eso ha sido demasiado común en este festival: la gente no llena las salas, los periodistas no acuden a las conferencias. El realizador se mantuvo irónico ante las preguntas de la moderadora, mientras Alcázar, Bauche y Yazpik dijeron sentirse privilegiados de colaborar con un verdadero director de actores.

Hablando de falta de interés, es sintomático cómo el grueso de los funcionarios diplomáticos del foxismo no ofrecen apoyo alguno a estas manifestaciones culturales. En anteriores regímenes, los encargados de la embajada o el consulado en cuestión tenían, por lo menos, el gesto de presentarse a las funciones de películas mexicanas. Recuerdo que en Toronto -casi siempre coincidente con las fiestas patrias- era tradicional una modesta recepción en el consulado para los paisanos invitados al festival. Si un cineasta de la trayectoria de Cazals forma parte del jurado de Montreal y se le ofrece un programa doble en su honor, lo correcto sería un mínima atención diplomática, aunque fuera para hacer caravanas con sombrero ajeno. Pero no. ¿A alguien le sorprende?

Por lo demás, la competencia del Nuevo Festival de Montreal sigue sin levantar cabeza. La representante de la cinematografía local, L'audition (La audición), significa el poco promisorio debut como realizador del actor quebecois Luc Picard, quien cede a todas las tentaciones de un proyecto de vanidad. El mismo interpreta el papel protagónico, un madrina que al mismo tiempo ambiciona ser actor, lo cual le permite mostrarse duro y sensible a la vez. La película comienza en tono de comedia negra y paulatinamente se convierte en melodrama, mientras el personaje descubre su potencial artístico haciendo a un lado su chamba gangsteril.

Como podría esperarse de un primerizo, Picard no sabe cómo acabar su opera prima, y cuando todo parece apuntar a un final feliz, se saca de la manga una conclusión trágica que es, a su vez, la oportunidad para un soliloquio llorón, un sensiblero mensaje tipo "la neta del planeta" dirigido al hijo que no conoce. Lo difícil es soplarse completa L'audition sin sentir que el hígado se coagula.

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