Usted está aquí: lunes 26 de septiembre de 2005 Deportes Salva la tarde y corta oreja el novillero español Juan José Vian El Palentino

El poeta mexicano Camacho Higareda advierte sobre mano a manos sin sustento

Salva la tarde y corta oreja el novillero español Juan José Vian El Palentino

Alternantes y empresa desperdician otra magnífica novillada

Baten récord de inasistencia

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen La entrega y afici�e El Palentino borr�sus alternantes FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza

Si no es por la entrega, pundonor y afición del novillero español Juan José Vian López El Palentino, que se plantó en los medios como todo novillero intemporal que se respete, el decimoséptimo festejo de la temporada chica hubiese sido otra manchita en los promotores, que repitieron color al anunciar otro absurdo cartel con tres jóvenes que "se presentan"... y volver a desperdiciar un encierro para triunfar, en esta enésima ocasión de San Francisco de Asís, propiedad de los hermanos Mario y Paco Hernández, que supieron honrar la memoria de don Juan, su padre, enviando seis ejemplares muy bien presentados y que por su calidad otros toreros con más decisión se hubiesen consagrado.

Con Payaso II, un arrogante cárdeno, El Palentino bordó en los medios de la plaza el toreo al natural a pies juntos, sin enmendar, aguantando, templando, mandando, sintiendo y trasmitiendo su emoción al tendido, cualidad ésta hoy en desuso. Dejó una entera apenas desprendida que mató sin puntilla. ¿"Por qué le dan la oreja"?, preguntó una villamelona. "Pos porque se la jugó", le contestó fastidiado su acompañante.

Con el sexto de la tarde, Cantinero, el menos noble del encierro, El Palentino volvió a quedarse muy quieto y muy vertical en los medios, aguantando las embestidas y el viento, para de nueva cuenta recrearse en naturales ceñidos, largos y sentidos entre los pitones, hasta ser cogido en tres ocasiones, sin consecuencias. Otro estoconazo y otra oreja. Sus alternantes, Manolo Calderón y Pedro Rubén, fueron, pero no supieron estar.

De España me escribe el fino poeta mexicano, doctor en sociolingüística y aficionado pensante originario -vaya con las sincronicidades- de Españita, Tlaxcala, Manuel Camacho Higareda, autor del espléndido poemario Al toro o nada que próximamente será publicado en aquel país, con un suntuoso prólogo del maestro Luis Francisco Esplá -allá algunas figuras también saben expresar con la pluma, no sólo con los avíos-, para decirnos:

"En el juego de las canicas, cuando niño, solíamos manejar la expresión 'hacerse la una a una' para designar los casos de colusión de dos en contra de un tercer contrincante. Dichos cómplices aplicaban una serie de maniobras, siempre bajo rivalidades fingidas, que aseguraban un beneficio mutuo a costa del indefenso tercero. Este se limitaba a contemplar supuestos 'agarrones' de invariable resultado: dos ganones y un único jodido. Se trataba, pues, de un claro acto de despojo."

"Hace unos días -continúa Camacho Higareda- se corrió la noticia, en prensa y medios electrónicos, de seis mano a manos entre nuestra 'máxima figura nacional', El Zotoluco, y el español Julián López El Juli. Me preguntaba mientras leía la nueva por primera vez si no en lugar de hallarme en la sección de toros me había metido a la sección de... canicas.

"¿Acaso un mano a mano se basa en algo más que la rivalidad técnico-estilística, como lo muestra la historia con las parejas de Lagartijo y Frascuelo, Joselito y Belmonte, Manolete y Arruza o, incluso, personal, como recientemente el caso del Zotoluco y Rafael Ortega?

"El Zotoluco y El Juli se entienden tan bien que, de haber sido coetáneos y vecinos, juntos hubieran jugado placenteramente al cocol o al hoyito (sin albur). Más de un gesto de apoyo se han ellos prodigado recíprocamente (en la pasada feria de San Isidro, por ejemplo) como para de pronto creer que se hacen el mal de ojo.

"Dos toreros poderosos con denominación de origen común (el cuenco del ruedo mexicano), ciertos contrastes de ejecución, menos discrepancias, y años de amable alternancia junto al igualmente afectuoso Enrique Ponce. ¿De dónde, pues, nace un repentino afán de competencia? ¿Será que con dos figuras y lleno asegurado ya no hace falta coleta de enjundia en cartel alguno? El ahorro es una virtud cuando no es en perjuicio de otros.

"Hoy, ante estos dúplex y "aguerridos" carteles de previsible relumbrón, de rivalidades y rimadas frivolidades, me siento de nuevo a punto de inexorables 6-chiras pelas-6" -concluye irónico y desencantado Manuel Camacho Higareda, sabedor de que en los miasmas de la posmodernidad, mercadotecnia también mata competencia en el ruedo y frente al toro.

Por ello, en vez de avalar confrontaciones bicicleteras a cargo de colonizados taurinos y socarrones colonizadores, mejor que los inteligentes lectores se queden con una muestra de la delicada inspiración camachohigarediana: La espiga sabe el ritmo/ de la danza vieja./ Ir y venir del viento/ que los campos siega./ Así viene y va/ la nostalgia en la muleta.

 
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