Usted está aquí: sábado 1 de octubre de 2005 Opinión DESFILADERO

DESFILADERO

Jaime Avilés

Bolivia es nuestro espejo

Inventan una crisis para frenar a Evo Morales

Notables paralelismos entre ese país y México

Ampliar la imagen El l�r cocalero Evo Morales, candidato a la presidencia de Bolivia, cuyas elecciones se realizar�el pr�o 4 de diciembre FOTO: Reuters Foto: : Reuters

QUE NADIE SE sorprenda si antes de que termine octubre Bolivia regresa a la primera plana de nuestro diario con fotos y noticias de protestas masivas, choques callejeros, represión salvaje, ingobernabilidad y renovado peligro de guerra civil. Esto sería la consecuencia de una maniobra política puesta en marcha hace una semana por las fuerzas de la ultraderecha, que desde su exilio en Miami acaudilla el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, y a la que no es ajeno de ninguna manera el gobierno de George WC Bush.

Mediante un fallo del Tribunal Constitucional, que ordenó la redistribución de escaños en el Congreso para los seis departamentos (estados) más importantes de la nación andina y amazónica, las elecciones generales del próximo 4 de diciembre están en entredicho y lo más seguro es que sean postergadas. La jugada, obviamente, abriga la intención perversa de evitar, al precio que sea, la victoria de Evo Morales, quien de tal modo se convertiría en el primer presidente indígena del país más indígena de América y en un miembro más de la ya larga lista de mandatarios latinoamericanos que no simpatizan con el neoliberalismo, a la que podría incorporarse el año entrante Andrés Manuel López Obrador si el salinismo y sus nuevos aliados no lo frenan.

Para detener a Evo Morales, la ultraderecha boliviana, y detrás de ésta la oficina que dirige en Washington Condolencia Arroz, decidieron poner en crisis las reglas que hace sólo medio año habían conjurado con talento la amenaza de una completa desintegración nacional. A principios del pasado mes de marzo, agobiado por la presión de los movimientos sociales que desde hace cinco años demandan soluciones de fondo a los gravísimos problemas estructurales del país, renunció a su cargo el presidente interino Carlos Mesa -sustituto de Sánchez de Lozada-, y abrió la posibilidad de una guerra de las organizaciones indígenas de La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba contra los prósperos empresarios de Santa Cruz de la Sierra, Tarija, Beni y Pando, departamentos del oriente boliviano que poseen cuantiosas reservas de gas natural y estaban exigiendo un estatuto de autonomía, lo que muchos, arriba, en los Andes, interpretaron como la antesala de la secesión.

La situación en aquellos momentos de marzo no podía ser más tensa y propicia para un desgarramiento no sólo clasista, sino, peor aún, con tintes raciales. Según esto, los indígenas paupérrimos y mayoritarios se preparaban para invadir los campos petroleros y los desarrollos agrícolas de la minoría blanca y opulenta, que a su vez llamaba al ejército a dar un golpe de Estado para detenerlos. Arduas e intensas negociaciones entre todas las fuerzas políticas, sin embargo, lograron una salida pacífica y civilizada: convocar a elecciones de presidente, vicepresidente y diputados para el 4 de diciembre, votar democráticamente la autonomía de las regiones y sentar las bases para instalar una Asamblea Constituyente que definiría las cláusulas de un nuevo contrato nacional o, en otras palabras, un nuevo proyecto de país discutido y consensuado por todos los sectores sociales.

Ahora, gracias a la imprudente resolución del Tribunal Constitucional, tras la cual se advierten la manos de Condolencia Arroz y de los leales a Sánchez de Lozada, ese proceso, que debería empezar formalmente el martes próximo con el arranque de las campañas electorales, está a punto de convertirse en humo. Claro que usted estará preguntándose pero, bueno, en qué consiste la tal maniobra.

Representatividad

Con base en el censo de población de 2001, el Tribunal Constitucional ordenó, por medio de la sentencia 0066/2005 del pasado 22 de septiembre, que los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí tengan menos diputados en el Congreso y que por la misma razón aumenten los de Santa Cruz de la Sierra y Cochabamba, para garantizar una efectiva "representatividad", algo que ninguna fuerza política reclamaba. Las reacciones no se hicieron esperar.

De inmediato se levantó un "Movimiento Ciudadano Potosino", que pide la cancelación definitiva del proceso y exige un inmediato llamado a la integración de la Asamblea Constituyente. Por su parte, el presidente interino, Eduardo Rodríguez, declaró que no ampliaría su mandato un solo día después de enero, cuando estaba prevista la asunción constitucional de su sucesor. Pero ayer, mientras el dirigente del Senado, Sandro Giordano, daba casi por hecho el aplazamiento de las elecciones, la diputada Marlene Paredes, del MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario, el partido de Sánchez de Lozada), interpuso un recurso judicial contra el decreto presidencial del pasado 6 de julio que convocó oficialmente a los comicios, argumentando que éste violó la Constitución.

Así, desde ayer comenzaron a circular en La Paz rumores que especulan con la renuncia del presidente Rodríguez, quien ante la imposibilidad de culminar con éxito el proceso al que se comprometió en marzo optaría por abandonar la escena pública, acelerando la crisis que probablemente va a estallar de un momento a otro.

El martes próximo, los jefes de todas las bancadas legislativas en el Congreso intentarán ponerse de acuerdo sobre la redistribución de curules (que en Bolivia se llaman escaños), para acatar la resolución del Tribunal Constitucional. El debate no será fácil porque, de acuerdo con las leyes vigentes, los diputados designarán al próximo presidente de la república si ninguno de los candidatos obtiene la mitad más uno de los votos del 4 de diciembre, meta que parece imposible de alcanzar, incluso para Evo Morales.

Quitarle diputados a los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, y aumentárselos al de Santa Cruz de la Sierra, como ordena la sentencia, perjudicaría, desde luego, a los votantes de Morales entre la población indígena de los Andes y beneficiaría a los del ultraconservador Jorge Quiroga en el oriente, consumando una trampa aviesamente diseñada para poner en desventaja no una, sino dos veces al líder de los indígenas que tradicionalmente cultivan la sagrada hoja de la coca y al que sus enemigos por ello acusan de ser el "candidato de los narcotraficantes".

Lo que busca la medida, en primer lugar, es posponer las elecciones para ganar tiempo, debido a que Evo Morales va a la cabeza de todas las encuestas y sin duda ganaría el 4 de diciembre. Sin embargo quién sabe, como supone Condolencia Arroz, si se mantendría adelante de los sondeos a mediados de 2006 o de 2007. Y en segundo lugar, si de todos modos gana pero no consigue la mitad más uno, los diputados que intentarían refrendar su victoria en el Congreso no serían tantos como los que podría obtener en la actualidad. ¿No son asombrosos los paralelismos que existen entre la situación de Bolivia y la de México?

Tabla comparativa

Ambos países perdieron grandes extensiones territoriales a manos de sus vecinos, si bien ello ocurrió en épocas muy distantes entre sí, o para decirlo con dos palabras menos, en épocas muy distintas. Ambas naciones pretendieron detonar su desarrollo capitalista inspirados por las ideas del nacionalismo revolucionario (México en los años 30, con Lázaro Cárdenas; Bolivia con Víctor Paz Estenssoro, en los 50). Ambos países cumplieron ese ciclo histórico con diferentes grados de éxito (bastante pero insuficiente en México, ninguno o casi ninguno en Bolivia) y, desde luego, ambos sufrieron con el mismo rigor la destrucción de sus proyectos nacionales y el desmantelamiento de su respectivo contrato social a partir de los años 80, cuando entró en vigor el neoliberalismo.

A lo largo de los 80 y los 90, México y Bolivia padecieron por igual la peste de las "reformas estructurales", es decir, el saqueo de las riquezas de la nación en beneficio de los nuevos dueños del mundo, y registraron a cambio el empobrecimiento superlativo de su población mayoritaria, lo que fomentó, a su vez, la expulsión de fuerza de trabajo a gran escala. En el plano político, la sustitución de cuadros dirigentes para administrar la supuesta "transformación", que en realidad fue una devastación inclemente, sistemática e ininterrumpida, ha creado en ambos países un profundo vacío de poder y la necesidad de impulsar nuevos acuerdos históricos, de definir nuevos contratos sociales, a los que se oponen, en primer término, las mafias que se dicen "herederas" del nacionalismo revolucionario, el PRI en México, el MNR en Bolivia.

Detrás de Evo Morales allá, detrás de López Obrador acá, las clases subalternas de ambos países intentan empezar a recorrer un camino alternativo. Pero en las dos naciones, las oligarquías locales y sus socios, los nuevos dueños del mundo, hacen todo lo que está a su alcance para frustar esas legítimas aspiraciones, al precio que sea. Bolivia es nuestro espejo. ¿No es cierto? Estemos alertas.

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