Usted está aquí: sábado 1 de octubre de 2005 Opinión Rogelio Zarazúa

Enrique Calderón A

Rogelio Zarazúa

Conocí a Rogelio Zarazúa en 1998, sostuve con él una grata amistad; su trágica muerte me impactó profundamente. El gobierno de Michoacán y el estado en su conjunto perdieron un elemento de gran valía por su honestidad, su inteligencia y su posición por servir a México, cualidades algo difíciles de encontrar hoy en día en el servicio público.

-¿No te da miedo trabajar en actividades tan conectadas con la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada? -le pregunté un día que me fue a recoger al aeropuerto de Morelia.

Trabajaba entonces como director del C4 de Michoacán, un centro dedicado a procesar la información de todos los percances y delitos ocurridos en el estado, con el propósito de coordinar y apoyar las operaciones de las fuerzas de seguridad, de rescate y de servicios médicos, de manera que la respuesta de estas unidades resultara oportuna, para brindar los servicios de urgencia requeridos por la sociedad.

-No, para nada -me contestó sin titubear-; el trabajo del C4 es sólo de apoyo y servicio a las fuerzas de seguridad, por medio de las telecomunicaciones, de manera que poco o nada tengo que ver con los operativos policiacos, en donde sí hay peligro.

Colaborábamos con él en la instalación de un sistema de información geográfica, desarrollado por la Fundación Rosenblueth, para ubicar los sitios de los accidentes, y demás hechos que requerían la presencia de las fuerzas de seguridad, y que luego permitía dar seguimiento a las operaciones de éstas. Ello nos llevó a reunirnos con frecuencia. En una ocasión lo encontramos muy deprimido, su conversación giraba en torno a la inutilidad de todo lo que hacíamos todos, el mundo no tenía ya sentido ni solución. "Imagínense lo que sigue -nos dijo-. Hoy eligieron a Schwarzenegger como gobernador de California."

Tenía entonces unos cuantos meses de dirigir el C4, pero era ya un experto en telecomunicaciones, en los aspectos técnicos de la computación, en los sistemas de información y en la integración de las tres tecnologías en torno de un objetivo preciso: mejorar la seguridad en Michoacán. Lo más sorprendente es que todo lo había logrado sin tener experiencia alguna ni en seguridad ni en tecnología; de hecho su formación profesional era en sicología.

Cuando lo conocí, Amalia García recién había sido designada presidenta del PRD y él era uno de sus colaboradores, el más brillante, me atrevo a afirmar, sin temor a equivocarme. Trabajaba en la Secretaría de Asuntos Electorales, para la que habíamos realizado un buen número de encuestas y estudios políticos durante la presidencia de López Obrador en ese partido.

La experiencia de trabajo con el PRD había sido bastante mala: fuera del propio López Obrador, eran muy pocas las personas del partido que entendían para qué servían las encuestas y cómo se usaban sus resultados, menos aún los análisis que producíamos a partir de ellos. En general no creían lo que les decíamos, y por lo tanto sus estrategias eran malísimas; recuerdo, por ejemplo, que un mes antes de las elecciones de 1997 en Tlaxcala no creían que Sánchez Anaya pudiera ganar, y por ello estuvieron a un pelo de perder. En el último momento López Obrador reaccionó, y finalmente las cosas terminaron bien. Para nosotros se había vuelto una relación un tanto frustrante.

Con Rogelio Zarazúa las cosas cambiaron rápidamente: aprendió estadística, y con ello la importancia de las técnicas de muestreo; aprendió a manejar nuestro sistema de información geográfica y las principales estrategias de la ingeniería electoral. Cuando se acercaron los tiempos electorales, medio mundo en el PRD se dedicaba a lograr una candidatura de lo que fuera, tuvieran o no la capacidad que esas candidaturas implicaran. Zarazúa era la excepción.

Fue así que trabajamos juntos durante todo el proceso electoral de 2000, él como parte de la dirección del partido, nosotros como consultores externos. Amalia García nos tuvo mucha confianza y nos apoyó en todo, sin embargo las estructuras del partido fallaron totalmente. Los resultados los conocemos todos.

Luego de las elecciones, Lázaro Cárdenas invitó a Rogelio y a su esposa a trabajar con él para el gobierno de Michoacán. Tras dos años de dirigir el C4, le fue asignada la responsabilidad de dirigir las fuerzas de seguridad del estado, puesto que desempeñó con pasión, golpeando con éxito a las fuerzas del narcotráfico y del crimen organizado, aun cuando luchaba con alto riesgo personal y con desventajas enormes. El 16 de septiembre fue acribillado por un grupo de sicarios, mientras comía con su esposa en un restaurante de Morelia. El asesinato es una muestra de la fuerza y la impunidad que han logrado imponer los delincuentes. ¿Cuánto tiempo tardará el país en recuperar los niveles de seguridad con los que vivíamos unos pocos años atrás? ¿Quiénes han sido los responsables de todo esto? Son preguntas que nos hacemos y que parecen no tener respuesta.

 
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