Usted está aquí: sábado 1 de octubre de 2005 Opinión Cuéntame otra de rancheras

Gustavo Gordillo

Cuéntame otra de rancheras

1. Un espectáculo musical Rancherísimas que se presenta los martes en el Teatro Bar El Vicio junta a las excepcionales Mariana Gajá y Marissa Saavedra con Alfonso Borbolla en lo que llaman un concierto teatralizado que evoca canciones rancheras de los años 40 y 50. Señala Carlos Paul en su crónica para La Jornada: En Rancherísimas se conocerán diversos tipos de mujeres desde la mensa, la entallada, la azotada, la domadora, la arrastrada, la vengativa hasta la intelectual, la sumisa, la rebelde o la inocente voluptuosa. Todas ellas, comenta la Saavedra, al final como que están encerradas en una sola mujer ya que pasamos, según la relación en turno, por varias etapas. Me parece que lo mismo pasa con la política: muchos personajes están encerrados en un actor. Sólo así se entienden que en varios sondeos de opinión se expresa un deseo ciudadano por intervenir en asuntos públicos y al mismo tiempo una decepción con la política.

2. De la reciente novela de Aguilar Camín, La conspiración de la Fortuna, proviene el siguiente diálogo entre el narrador de la vida de Santos Rodríguez y Rutilio el portavoz del capo de una banda de narcotraficantes:

-Los políticos son seres normales que se proponen cosas anormales-...Son ciegos que se creen tuertos-...

-¿Lo que usted me quiere decir es que estos superhombres son tan pendejos como cualquier mortal, salvo que se creen inmortales?

Justo éste parece ser el problema principal. Se imaginan inmortales y actúan como si no hubieran elecciones o masas ciudadanas que intervienen cuando sienten que el cambio electoral está demasiado lejos o demasiado bloqueado. No hay que olvidarse, como termómetro de la fragilidad de nuestras democracias, que casi una decena de presidentes ha sido obligada a renunciar. He aquí la crisis de expectativas que genera la política realmente existente.

3. Dice el controvertido Michael Ignatieff en un reciente artículo en The New York Times que un contrato de ciudadanía define las obligaciones que los funcionarios públicos tienen frente a la gente en lo que respecta a atención y cuidado. La constitución añade, define, algunos compromisos y las leyes secundarias definen otras, pero se trata sobre todo de un entendimiento tácito acerca de lo que se consideran las obligaciones mínimas del gobierno. Añade Ignatieff que el término central es protección: apoyar a los ciudadanos a proteger sus familias y sus posesiones frente a fuerzas que escapan a su control.

Para las corrientes progresistas esta protección es no sólo frente a desastres naturales o la delincuencia organizada; sino también ante el desempleo, la enfermedad y la vejez.

4. De la crisis del Partido de los Trabajadores en Brasil varias conclusiones pueden extraerse: a) la idea de una misión salvadora -sea de izquierda o de derecha- deriva inevitablemente en la búsqueda de una hegemonía que repele la diversidad y termina en intentos por imponer monopolios de poder; b) la corrupción en la política es el síndrome de una metáfora llevada a sus extremos: la metáfora de la política como mercado, del discurso político como producto en venta y del partido como empresa; c) la ausencia de contrapesos y la ambigüedad en la frontera de lo público y lo privado lleva inevitablemente al uso de los recursos públicos por parte de la política partidiaria.

O como dice un personaje de la serie de televisión The West Wing: el dinero en la política es como el agua en el pavimento, siempre encuentra grietas por donde escurrirse.

5. Ignatieff en el artículo antes mencionado hace otra muy perspicaz observación. Al analizar los errores que a su juicio cometió el gobierno estadunidense en relación con el desastre del rescate a la población de Nueva Orleáns señala que más allá de las fallas de implementación o de previsión hay una falla de imaginación política. Tanto en la construcción de los diques para proteger a los habitantes como en los planes de evacuación que suponían que la gente podía escapar por medio de automóviles, cuando 27 por ciento de los hogares no contaban con vehículo propio. Y concluye que aunque las distancias sociales entre pobres y ricos, blancos y negros sean difíciles de superar en el corto plazo, no exime a los funcionarios públicos de la más elemental responsabilidad que es conocer las forma de vida y los rasgos característicos de sus representados sobre todo si se trata de poblaciones marginadas. De aquí la crisis de representación que está presente en muchas sociedades, es decir, el sentido de extrañamiento de los ciudadanos con respecto a sus gobiernos o sus representantes. No sienten que hablan en serio cuando se trata de atender sus demandas básicas. Casi siempre tienen razón.

6. El proceso de establecer contratos de ciudadanía que sean creíbles -y lo son cuando los ciudadanos tienen los instrumentos para hacerlos cumplir- hay mucho terreno que sólo se puede andar mediante una visión de la política que regrese a sus orígenes: a la atención del ciudadano, a sus demandas, a sus temores y a sus prejuicios. No para obsequiar demogógicamente, sino para dialogar, para deliberar. No un gobierno paternalista que finge interés en los ciudadanos, sino un Estado responsable y con respuestas que asumen que los ciudadanos son mayores de edad. O como podría decirle todo ciudadano a su gobierno parodiando a un célebre personaje de la película Kill Bill vol. 2: You and I have an unfinished business.

 
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