Usted está aquí: domingo 2 de octubre de 2005 Opinión Las Fantasías de Lila

Carlos Bonfil

Las Fantasías de Lila

Ampliar la imagen Fotograma de Las fantas� de Lila, de Ziad Doueiri

Nuevo monólogo de la vagina. Las fantasías de Lila (Lila dit ça), segundo largometraje del talentoso realizador de origen libanés Ziad Doueiri (West Beyrouth/Beirut este-oeste, 1990, debut estimulante), es, junto con Duchas frías, La dama de honor y Mi hermana y yo, una de las mejores sorpresas de un Tour de cine francés, con buena selección y buen equilibrio. La trama de este filme procede del relato autobiográfico de Chimo, un joven francés de origen magrebí, publicado en 1996, y ambientado en un suburbio de inmigrantes árabes en la periferia parisina. Doueiri elige trasladar esta escenografía al sur del hexágono francés, hasta un barrio similar en Marsella, más populoso y pintoresco, y más acorde con el temperamento de su protagonista, la bella Lila (Vahina Giocante), adolescente de origen polaco, revivificada y sexualmente liberada en su exuberante entorno mediterráneo.

En las primeras imágenes Lila se describe a sí misma como la fantasía máxima de todo inmigrante árabe: joven rubia y angelical, de seductores ojos azules y piel extremadamente blanca. Con un distintivo peculiar: su sexo, su vagina, pareciera ser el centro de todo su ser y el instrumento idóneo para abarcar el mundo. Al menos así se lo hará saber y sentir a su atribulado admirador magrebí de 19 años, Chimo (Mohammed Khouas), quien la seguirá y contemplará extasiado. ¿Deseas ver mi vagina?, le conmina ella. ¿Poco tiempo o por un rato largo? ¿Por una revelación fugaz alzándose el vestido, o detenidamente, en pausas anhelantes, mientras ella se mece en un columpio, ofreciéndose, tentadora, al azorado escrutinio? Esta secuencia, tal vez la más sugerente de toda la cinta, semeja un tributo al Eric Rohmer de los cuentos morales, el de La rodilla de Claire, de 1970, por ejemplo.

Este elogio de la seducción es paralelamente un elogio del cuerpo femenino, de su atractivo sexual y su estudiado abandono. También es la clave de la educación sentimental del joven Chimo, harto de la mediocridad y fanfarronería de sus compañeros de barrio, perdedores natos, aturdidos por los juegos mecánicos y los delitos menores que gratifican la hombría, distrayendo de paso el ocio, ocupación de tiempo completo. Chimo desea ser escritor y Lila es su primera y única musa literaria. Por ello mantiene frente a ella una distancia púdica y una devoción sin límites. Mouloud (Kerim Benhadou), su "hermano" de barriada, pretende también a la joven y carece de todo escrúpulo en sus intenciones de rapiña sexual. El choque entre los dos jóvenes -hecho de celos, resentimiento, y embozado deseo homoerótico- conduce a un desenlace dramático. Lila, la mitómana sexual por excelencia, es prolija en su descripción de faenas sexuales extraídas de revistas ilustradas semiporno, y es en el fondo una virgen sensible encaminada al sacrificio. Lila, con su inocencia núbil, estilo Lolita, de Nabokov, también ofrece indolente su sexo al voyeurismo de su madre adoptiva (Loti Chakri), católica fanática, racista temerosa, loca del vecindario, eternamente frustrada. Y el joven realizador describe así, en elegantes pinceladas, a la vez el cuadro social de un barrio de Marsella -con la agudeza crítica mostrada en Beirut este-oeste-, y la historia intimista del desfloramiento sentimental que conduce hasta París a un tímido escritor adolescente. Como en las cintas de los mejores realizadores beurs (franceses de origen magrebí), Mehdi Charef (El té en el harem de Arquímedes, 1985) o Abdellatif Kechiche (La culpa la tiene Voltaire, 2000), el retrato de una banda de pandilleros adolescentes, tan despreocupados como sexualmente menesterosos, es casi resumen de la condición de emigrantes marroquíes y de franceses de segunda o tercera generación igualmente marginados, fascinados, sin embargo, por ese espejismo occidental que en Las fantasías de Lila personifica y magnifica una adolescente rubia con su sexualidad desbordante. Desde su título original, Lila dijo eso..., la película celebra la libertad con que la protagonista verbaliza sus fantasías y deseos sexuales, su desparpajo sin límites, pero también, y sobre todo, la gracia de su primer enamoramiento. Las fantasías de Lila se exhibe el próximo miércoles en la Cineteca Nacional, y este fin de semana en Cinépolis Plaza Satélite.

 
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