La Jornada Semanal,   domingo 2 de octubre  de 2005        núm. 552

MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido


EN CATEDRAL

Un muchacho me gustaba. Alto, moreno, delgado, siempre con libros. Un día, fuera de Catedral, me vio con uno, de Othón. Me lo pidió prestado y me temblaron las piernas. "La otra semana se lo devuelvo", me dijo. El domingo, a la salida, me quedé con dos amigas, esperándolo. "Ya vámonos", me decían y yo: "Un ratito más, espérenme." Hasta que tuvimos que irnos. Me alcanzó uno de sus amigos: "Se lo manda Manuel", me dijo. Al llegar a la casa lo dejé en cualquier sitio. Me tiré a llorar en la cama. Mi madre entró luego a consolarme. No le conté lo que pasaba; ni falta que hacía. Pasaron muchas semanas antes de que volviera a sentirme bien y regresara a Catedral. Años después me casé, tuve hijos y nietos, enviudé. Un día, moviendo cosas viejas, apareció el librito. Doblada en cuatro, entre sus páginas, había una hoja de papel escrita a lápiz: "Tuve que salir de la ciudad. Regreso en tres semanas. Después la espero, donde siempre. No me olvide."