Usted está aquí: lunes 3 de octubre de 2005 Cultura El Templo Mayor, fuente inagotable de hallazgos: Eduardo Matos

Detalla el arqueólogo los descubrimientos en el Centro, Tlatelolco e Iztapalapa

El Templo Mayor, fuente inagotable de hallazgos: Eduardo Matos

Los aztecas reprodujeron en Tenochtitlán un sistema de montañas sagradas, afirma

Detrás de la Catedral se encuentra un juego de pelota

En el cerro de la Estrella localizan siete cuevas

ANA MONICA RODRIGUEZ

Ampliar la imagen El arque�o Eduardo Matos Moctezuma al lado del proyecto de su vida:el Templo Mayor FOTO Cristina Rodr�ez Foto: Cristina Rodr�ez

Custodiado por los joyas mexicas que se exhiben en el Museo del Templo Mayor, el prestigiado arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma habló en entrevista con La Jornada sobre la simbología, hallazgos y perspectivas de lo que fue el recinto ceremonial en la antigua Tenochtitlán.

Los hallazgos no se acaban, expresó el experto, porque "estamos sobre otra ciudad y cada vez que alguien entra un poquito nos dice: aquí estoy".

Investigador y líder de los trabajos que realiza el proyecto Templo Mayor desde 1978, luego del hallazgo del monolito de la Coyolxauhqui, explicó sobre los frutos obtenidos por los arqueólogos y expertos multidisciplinarios inmersos en el estudio, preservación y rescate de los vestigios prehispánicos.

Matos, investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y ex director del Museo del Templo Mayor -que también se fundó bajo su mirada- se refirió durante la entrevista a la profusión de bibliografía resultado de las investigaciones en el Centro Histórico, a las más de mil 500 canchas de juego de pelota que existen en Mesoamérica, a las más de 300 fichas bibliográficas en torno a Tenochtitlán, al mural colonial hallado en Tlatelolco, a las siete cuevas en el cerro de Iztapalapa y a la labor del Programa de Arqueología Urbana (PAU).

Montañas sagradas en el Templo Mayor

Sobre el simbolismo en torno al Templo Mayor explicó: "a través del estudio de las religiones junto con otros investigadores, se ha determinado cómo los dos adoratorios de este recinto simbolizan montañas sagradas, y cómo éstas las tenemos desde Teotihuacán, con la pirámide del Sol y el Templo de Quetzalcóatl, que eran consideradas el centro del universo.

"Los edificios -continuó- para estas sociedades eran el centro del universo, y generalmente tienen características simbólicas de ser una montaña sagrada con una serie de asociaciones, con la cueva en ocasiones, con el agua, etcétera."

-¿Qué tanto ha cambiado la historia del Templo Mayor después de la Coyolxauhqui?

-No ha cambiado, sino que se ha ampliado su conocimiento. Por ejemplo, antes del proyecto no sabíamos sus dimensiones, de cuántas etapas constructivas constaba, no sabíamos la ubicación de las ofrendas, y ahora todas las investigaciones han permitido conocer no sólo sobre el templo, sino lo que implicaba éste para la sociedad mexica o azteca.

Desde esta perspectiva, abundó, ha aumentado la información sobre lo que representaba este edificio como centro del universo azteca y como una manifestación, además, de sus necesidades económicas.

A raíz de todas estas investigaciones el proyecto se ha convertido en el que mayor información ha aportado mediante sus publicaciones.

"Se han presentado por lo menos 30 tesis para licenciatura, maestría y doctorado, según cada especialidad; y esa variedad también se ha plasmado en libros científicos y de divulgación, artículos, guías, y hasta ahora las fichas bibliográficas suman más de 300", lo cual -agregó- es testimonio del panorama de investigación realizado durante más de dos décadas.

Matos Moctezuma, quien también ha coordinado los proyectos de investigación en Tula y en Teotihuacán, tras referirse a los recientes hallazgos de la biznaga de la Librería Porrúa y los de la Catedral Metropolitana, explica que el PAU supervisa todas las obras que se realizan en siete manzanas para comprobar todo aquello que surge al realizarse una excavación.

Explicó: "una obra no pasa desapercibida, la vigilancia es constante por parte de los arqueólogos y, si es necesario -debido a que se protege lo prehispánico-, nos permite inclusive detener la obra para hacer el rescate".

-¿Se planea establecer más ventanas arqueológicas en este sector?

-Eso dependerá del lugar, las características que posea el vestigio, en fin, varía según las condiciones, si existe humedad o no. No se puede tratar a todos igual y se tienen que estudiar para decidir si es mejor extraerlos o taparlos después de haber tomado la información y los datos.

Estas ventanas, aseguró, son formas de que los hallazgos permanezcan en su lugar, sobre todo cuando es arquitectura; y sirven para tener una relación exacta de lo prehispánico y del monumento que quedó encima.

A propósito del juego de pelota prehispánico del que se han hallado partes en el muro detrás de la Catedral y en la calle de Guatemala, indicó que existen más de mil 500 en toda Mesoamérica, y desmitifica el hecho sin "fundamento" de que tras ese juego ritual el ganador era sacrificado.

Afirmó: "no hay ninguna fuente en dónde se diga eso, y tal idea se ha difundido mucho. Esto no era igual que en la guerra, cuando se tomaba a un prisionero, a un guerrero y ése iba al sacrificio".

Sobre las características de este juego, detalla que las canchas que se han encontrado miden desde seis metros hasta 114. Inclusive -comentó- en Teotihuacán no existía una, "lo cual no quiere decir que sus pobladores no jugaran, sí lo hacían, pero con una variante, era un espacio abierto, pero con dos marcadores y con bastones, seguramente de madera, le iban pegando a la pelota".

El investigador también dijo que cada cancha era diferente, y ejemplificó con una que halló en Chiapas, la cual "era una cancha doble y se jugaba al mismo tiempo dentro de la misma estructura".

En general, sintetizó, el simbolismo de este juego era el de la lucha entre la noche y el día, entre Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, entre los poderes diurnos y nocturnos.

También, agregó Matos, se aposta- ban mantas y otras cosas, hasta se podía perder la libertad y se tenía que servir hasta cubrir la deuda a quien no se había pagado.

Rescate del pasado

Entre su amplia trayectoria como investigador, Matos también ha recibido numerosas distinciones, entre las que destacan las Palmas Académicas otorgadas por la Universidad de Francia; la Orden Nacional al Mérito y Caballero de Letras y Artes, ambas del gobierno francés; la Orden Andrés Bello, del gobierno de la República de Venezuela, además de otras distinciones de carácter nacional y entre sus libros destacan: Muerte a filo de obsidiana, Vida y muerte en el Tem- plo Mayor, Teotihuacán, museo de sitio y El rostro de la muerte, por mencionar algunos.

Al hablar sobre los trabajos que realizan los arqueólogos del INAH; Matos también se refirió al mural colonial hallado en Tlatelolco, el cual aún está en proceso de rescate. Según los expertos, la pintura se encuentra debajo de un gran muro del ex convento de este sitio.

Data, dijo, de los primeros años de la Colonia y se encuentra deteriorado en algunas partes. "Se observan algunos elementos que podrían significar que fueron hechos por mano indígena, como la figura de un jaguar, la de un hombre pescando y partes de piernas".

Y ya entrado en materia, Eduardo Matos también explicó sobre las siete cuevas que hay en el cerro de la Estrella, en Iztapalapa.

Explica groso modo: "Hace algunos años se encontró un templo azteca, que es estudiado por gente del INAH, y sus características son importantes para el mundo prehispánico por el concepto dual que poseen".

Por un lado, añadió, es como la entrada al inframundo, al lugar de los muertos, y por otra, es la matriz de la que nacen pueblos. "Existen algunos grabados en el interior de las cuevas que se calcula son de la época teotihuacana". Por ello vale la pena profundizar más en su estudio, puntualizó.

Adelantó sobre la importancia de las cuevas, tema que tendrá una ponencia durante la reunión de Dumbarton, que se realizará este año en el Templo Mayor, del 6 al 8 de octubre, en donde participarán los arqueólogos Leonardo López Luján -por México- y el doctor William Fash, de la Universidad de Harvard.

 
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