Usted está aquí: sábado 8 de octubre de 2005 Estados El huracán dañó por igual a ricos y pobres en Veracruz

El desastre, sin parangón en la entidad, afirman

El huracán dañó por igual a ricos y pobres en Veracruz

La mayoría está por primera vez en un albergue

ANDRES TIMOTEO MORALES CORRESPONSAL

Veracruz, Ver., 7 de octubre. Algunos, los más viejos, la comparan con la tromba que azotó la ciudad en 1953, pero el resto asegura que nunca se había presentado una inundación de tal magnitud. A diferencia de las tormentas y aguaceros de recientes décadas, ahora no hubo diferencia: ricos y pobres están damnificados por igual a causa del agua que ha anegado decenas de colonias, fraccionamientos y comunidades rurales de la zona comprendida entre los municipios de Veracruz, Boca del Río y Medellín de Bravo.

En muchos puntos es común toparse con animales muertos en plena ciudad, desde perros hasta gallinas y gatos que se pudren en el agua.

Miles de desalojados, los pudientes en casas de familiares y en hoteles; los otros, en los 12 albergues atestados de damnificados que han establecido allí su residencia: su sustento es la caridad pública.

Las cifras oficiales informan de 3 mil personas en sitios de resguardo y cada uno, adulto o niño, tiene una historia particular, pero con un denominador común: es la primera vez que permanecen refugiados por un desastre natural.

"Tengo 60 años viviendo en el puerto; he visto pasar trombas y ciclones; he vivido temblores e incendios, pero nunca salí huyendo ni vi mi casa inservible", relata Miguel Hernández, panadero de la colonia Las Bajadas. Cuando el agua cubrió los sillones, sus nietos lo alzaron contra su voluntad y los subieron a una lancha operada por militares. Hoy, en el auditorio Benito Juárez, vive refugiado por primera vez.

Previsión o premonición de doña Tuba

Entre la tarde del pasado martes y la madrugada del miércoles, en la zona conurbada ocurrió una precipitación de 277 milímetros, indican los reportes meteorológicos, cifra récord en 24 horas provocada por las bandas del huracán Stan, que impactó en la región de los Tuxtlas, 115 kilómetros al sur del puerto.

Pero para Etelvina Ramos, ama de casa de 62 años, habitante del fraccionamiento La Floresta, eran "galones de agua que cayeron como nunca se había visto y que nos mojó todo". Recuerda que desde la mañana del martes, pese a enterarse por la radio que Stan se había desviado a Los Tuxtlas, tuvo un "mal presentimiento".

"Ya teníamos la alacena repleta de comida y agua; mis hijos se prepararon, pero yo seguía nerviosa, pues había tenido un sueño muy feo, así que apagué la veladora que durante toda la noche tuve encendida a la Virgen y salí a comprar una lancha inflable, uno de mis nietos me ayudó", confía doña Tuba, como la conocen sus amigos.

Sus dos hijos y nueras la criticaron, pero ocho horas más tarde la embarcación los ayudó a sacar a sus dos nietos bebés y a otros dos pequeños de dos y cuatro años antes de que la casa quedara inundada.

"Más que previsión fue premonición, me avisó la Virgencita y por eso instintivamente fui a comprar la lancha; de nada nos sirvió comprar víveres si todos se echaron a perder y tuvimos que salir huyendo", asegura, contenta por su suerte, aun con el desastre.

La factura de la naturaleza

Construida desde hace tres décadas sobre una zona pantanosa, la Floresta es "tradicionalmente inundable", pero ahora el agua no respetó quicios elevados ni escaleras altas. Casi dos metros de agua cubrieron 90 por ciento de la zona. Al igual que otras colonias como Predio La Laguna, El Coyol, El Vergel y Vergara-Tarimoya, el tipo de suelo inestable y demasiado bajo impide la salida del agua anegada.

Todas ellas son parte de humedales rellenados para construir viviendas, y lo que antes eran vasos reguladores de agua hoy son colonias de alto riesgo.

"Evidentemente la naturaleza nos está cobrando la factura; el crecimiento anárquico e irregular de las zonas habitacionales llevó a autoridades y a constructores a desecar lagunas, arroyos y pantanos; ahora, con un fenómeno atípico como Stan, vemos las consecuencias", señala el director del Sistema de Agua y Saneamiento Metropolitano, Carlos Iñiguez.

Para evitar el pillaje, "venimos un rato al albergue para comer o ver a nuestra familia, pero nos retachamos y dormimos en los techos o habitaciones altas; hemos visto pasar a los lagartos casi junto a nosotros", asegura Tomás Castro, apostado en la azotea de su vivienda en la Floresta.

 
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