La Jornada Semanal,   domingo 9 de octubre  de 2005        núm. 553
 

 Breve panorama de la literatura argentina 
contemporánea 
 
 

Diario de vida e ideas
Macedonio Fernández 
(1874-1952)

La argentinidad es hoy el caso de mayor felicidad de tipo humano nacional. Las características ibéricas vienen acentuándose (lo que garante la perduración de la actitud de "grandeza-individual", camino más cierto, y menos expuesto a uso de crueldad, del bien universal que el humanismo organizante de los alemanes) sin la solitariedad y con la religiosidad pura y segura como ninguna de los españoles pero más amorosa que respetuosa, mejor por tanto como es nuestro hogar. Concluyo que esta Nación Argentina es el grupo nacional con más feliz aptitud para desnacionalizar a la humanidad si pudiera suceder, y por acción de cordialidad. Para lo cual deberá previamente presentar en su seno el ejemplo de la gran paz: la paz Trabajo-Capital en la que hay todavía que gastar mucha buena justicia.
 
 

El escritor argentino y la tradición
Jorge Luis Borges 
(1899-1986)

Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara.

Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos, también, buenos o tolerables escritores.
 
 

Los lanzallamas
Roberto Arlt 
(1900-1942)

En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.

De cualquier manera, como primera providencia, he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático, entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de las personas honorables:

"El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc."

No, no y no.

Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un cross a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".

El porvenir es triunfalmente nuestro.

Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero... mientras escribo estas líneas, pienso en mi próxima novela. Se titulará "El amor brujo" y aparecerá en agosto del año 1932.

Y que el Futuro diga.
 


Oda a un soldado
Ricardo E. Molinari
(1898-1996)



A veces la patria duele tristemente, igual a una veste
  sucia y ardida;
  la juventud es lo útil,
  lo entrañable ofrecido al error.
  Otros son los que llevan las hierbas, el humo de la 
  historia,
  los laureles, el orgullo de las familias.
  Por allí, quedará alguna madre tirando
  de la pobreza. Aguaitando por una puerta.
  ¡Ninguna razón vale un hombre muerto!

Yo me entiendo con mis enemigos bebiendo un vino,
u oyéndoles cantar. ¡No quiero la sangre de un 
  congénere!,
ni su pobre tierra, su ropa trabajada, ni su mujer, que 
se quedan 
    /mirando tanta luna, el gran espacio y siempre
  olvido.

Los otros recibieron los campos y pusieron estacas,
los árboles espinosos, los alambres,
y marcaron las haciendas chúcaras, y los demás, el 
  abandono, las 
  /voces deshechas y los perros.
  Y en las salas llenas de ancianas damas que hablan de
  la patria, del 
  /honor, de la gran estancia que es la nación, 
  arrogantes,
  que nunca limpiaron una venda, ni lloraron a los
   degollados tirados
  a un bañado, al cangrejal hambriento,
  pasan la vida.

A los argentinos nos gustó la sangre, terminar 
  pronto y llevar los ojos al horizonte,
a la infinita sombra del ocaso,
a la limpieza de estar vivos todavía,
y apagamos la llama de los fogones con la bota,
y la flor maldita con la montura.

Y allá en Dolores, quedó la cabeza de Castelli, 
  volteando en el vacío,
y el viento trotaba por los cuartos perdidos, silbando.
En la plaza de Tucumán hay una piedra y unas letras,
  allí estuvo la de Marco 
                    /Avellaneda,
Con la noche acantilada en sus cabellos, aturdida 
  y sola.
 
 

Veinte poemas para ser leídos 
en el tranvía
Oliverio Girondo 
(1891-1967)

¿Un éxito eventual sería capaz de convencernos de nuestra mediocridad? ¿No tendremos una dosis suficiente de estupidez, como para ser admirados?... Hasta que uno contesta a la insinuación de algún amigo: "¿Para qué publicar? Ustedes no lo necesitan para estimarme, los demás...", pero como el amigo resulta ser apocalíptico e inexorable, nos replica: "Porque es necesario declararle como tú le has declarado la guerra a la levita, que en nuestro país lleva a todas partes; a la levita con que se escribe en España, cuando no se escribe de golilla, de sotana o en manga de camisa. Porque es imprescindible tener fe, como tú tienes fe, en nuestra fonética, desde que fuimos nosotros, los americanos, quienes hemos oxigenado al castellano, haciéndolo un idioma respirable, un idioma que puede usarse cotidianamente y escribirse de ‘americana’, con la ‘americana’ nuestra de todos los dias..." Y yo me ruborizo un poco al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética acaso sea tan mal educada como para tener siempre razón... y me quedo pensando en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de un cuarto de hotel, y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse a los cuartos de hotel.


 


No, no es posible...
Juan L. Ortiz 
(1895-1978)

No, no es posible.
Hermanos nuestros tiritan aquí, cerca, bajo la lluvia.

¡Fuera la delicia del fuego, con Proust entre las manos,
y el paisaje alejado como una melodía
bajo la llovizna
en el atardecer perdido del campo!

¡Fuera, fuera, Brahms flotando sobre los campos!

No, la muerte mágica de la música,
ni la turbadora sutileza
mientras bajo la lluvia
hombres sin techo y sin pan
parados en los campos,
vacilan al entrar a la noche mojada!


 


Luz de provincia
Carlos Mastronardi 
(1900-1976)

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;
sus costas están solas y engendran el verano.
Quien mira es influído por un destino suave
Cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.

La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.
Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,
Sus ofrecidas lomas que alegran este verso.
su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas.

Requiem
Jacobo Fijman 
(1898-1970)

Olores de amarillo.
Aliso de silencios
cual colgaduras tiesas
en la flor negra de mi estancia.

Sonrisa azul y blanca.
Gritos desesperados de los trenes
que doblan imprevistos horizontes
de lluvias y de fríos.

Otoño–
taburete desolado;
tabaquera de días rubios,
lánguidos y descalzos
y oscuras tardes de Rosario.

Un rebullir de sillas me despierta;
sabor de infancia; olores de amarillo.
 
 

El poeta político
Edgar Bayley 
(1919-1990)

El poeta era también político. Se interesaba por los problemas pequeños y grandes de las gentes y era capaz de encontrar y aplicar soluciones. Su generosidad era eficiente. Podía sostener una empresa. Podía dominar los pequeños detalles. Podía enunciar, exponer. Su elocuencia había superado la impostura, y entre las gentes sencillas y buenas el poeta había logrado ser uno más. Pero si el poeta atendía a las cosas del mundo, más allá de la palabra, sintiéndose simplemente vivir, también sentía la urgencia de la palabra misma. También experimentaba la necesidad de demorarse, de interrumpir la fluencia entre el mundo y él. Entonces el poeta empezaba a hablar para sí mismo en un intento de hablar mejor, más hondo a todos los hombres. Y perdía su voz y rompía su instrumento. Así era, así será siempre.
 
 

Los árboles
Manuel J. Castilla 
(1918-1980)

Ahora digo
limpio de corazón, los ojos puros,
el nombre de los árboles de la tierra que habito,
su alta serenidad, su lenta sombra
y su resina cristalina y triste.

Yo voy a la madera y de ella vengo
doblado en luz, quemado en arenales,
con una sombra más entre los brazos
como quien se recuerda con el alma del aire.

Voces
Antonio Porchia 
(1886-1969)

La verdad tiene muy pocos amigos y los muy pocos amigos que tiene son suicidas.

  Mi pobreza no es total: falto yo.

  Si yo fuese como una roca y no como una nube, mi pensar, que es como el viento, me abandonaría.
 
 

Los poetas oficiales
Francisco Madariaga 
(1927-2002)

¿Amoldáis vuestra esfera a lo más íntimo del porvenir?

Perros enanos entecos, tenéis a vuestro servicio los escribientes nacionales, pajarracos de la patria.

Canasteros de los frutos del odio, no estoy arrepentido de tener a mi servicio las joyas y los frutos del deseo.

Principitos destronados de toda sangre de composición en la naturaleza.

Eugenios, Equis, Clauditos, perritos de ceniza.
 
 

Misión
Raúl Gustavo Aguirre 
(1927-1983)

Estos pantanos, estos yermos,
nos pertenecen, son nuestra heredad:
también nuestro destino.

No los maldigas, joven
Laertes. No maldigas
las puertas inseguras,
la indigente morada,
los soles de los tuyos.

¡Ah, sobrevive y desespera!
Sabes
que morirás aquí,
que justamente por tus méritos
no serás relevado.

El farmer
Andrés Rivera 
(1928)

Urquiza, que aprendió ser estanciero a mi lado, en una carta que puso lágrimas en mis ojos, aquí, en tierras de otros, y que dirigió a Your Excelency, general Rosas, promete a Your Excelency, general Rosas, la devolución de su rango, de sus bienes, de la patria.

Miré, digo, como nunca miré, la cobardía de los porteños. No la vi, ni siquiera el 6 de diciembre de 1829, cuando fui electo, por primera vez, gobernador de Buenos Aires, para ejercer el mal sin pasión.

Demoré una vida en reconocer la más simple y pura de las verdades patrióticas: quien gobierna podrá contar, siempre, con la cobardía incondicional de los argentinos.
 


Incompletamente
Juan Gelman 
(1930)

las aguas de tu vientre cantan al fondo del país/
así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/

¿dónde escribís tus estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/

¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigás compañías que empiezan en tu piel!/
¡como penumbras del furor!/

¡así a tus pechos viene el ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados!/

Lo nacional es la infancia
Juan José Saer 
(1937-2005)

Esta observación empírica es también de orden político. Lo nacional, separado de la experiencia individual, consiste en una serie de abstracciones propias del léxico de los poseedores. Es la traducción, en el plano ideológico, de una suma de intereses. Como todo absoluto, se autodetermina como valor supremo, ante el que deben inclinarse todos los otros. ¿Quién encarna lo nacional? El poder político. Las contradicciones más groseras pretenden siempre justificarse con el comodín de lo nacional. Yo pienso, como Samauel Johnson, que la patria, en tanto que abstracción, es el último refugio del sinvergüenza.

Nos la presentan como absoluto, pero es por excelencia contingente. Del lugar en que nacemos no brota ningún efluvio telúrico que nos transforme automáticamente en deudores. No hay ni lugar ni acontecimiento predestinados: nuestro nacimiento es pura casualidad. Que de esa casualidad se deduzca un aluvión de deberes me parece perfectamente absurdo.

[...]

Y sin embargo estamos constituidos en gran parte por el lugar en donde nacemos. Los primeros años del animalito humano son decisivos para su desarrollo ulterior. La lengua materna lo ayuda a constituir su realidad. Lengua y realidad son a partir de ese momento inseparables. Lengua, sensación, afecto, emociones, pulsiones, sexualidad: de eso está hecha la patria de los hombres, a la que quieren volver continuamente y a la que llevan consigo donde quiera que vayan. La lengua le da a esa patria su sabor particular.

Por lo tanto, la patria pertenece a la esfera privada. Los que la invocan como un imperativo abstracto incurren, como en tantas ocasiones, en un abuso de confianza.
 
 

Crítica y ficción
Ricardo Piglia 
(1941)

Yo estaba en quinto año del secundario y Martínez Estrada vino a Mar del Plata, donde tenía parientes. Fuimos a verlo y me impresionó encontrarlo tan enfermo y tan frágil, se sostenía de las paredes con la palma de la mano para caminar. Se conversó mucho, toda una tarde, pero yo sólo recuerdo nítidamente una frase: "La Argentina se tiene que hundir. Se tiene que hundir y desaparecer, no hay que hacer nada para salvarla, si lo merece volverá a reaparecer y si no lo merece es mejor que se pierda." Era en 1959.

[...]

La calidad literaria es algo tan raro y difícil de encontrar que nos hemos acostumbrado a buscarla allí donde la crítica y el mercado niegn los textos o los silencian.

[...]

(Pareciera que Sur solamente ha influido a los escritores que formaban parte del grupo, pero esa influencia quizás deba atribuirse a Borges, lo que es otra cuestión.) En lo que podemos llamar los años de mi formación yo buscaba y leía otras revistas, en especial Contorno, pero también Centro, Poesía Buenos Aires. Comparada con esas publicaciones (o incluso con otras anteriores como Martín Fierro o Claridad) se ve que la marca de Sur es el eclecticismo: en sus páginas circulaban textos diversos, de calidad e interés muy desparejos. Por lo demás el carácter "antológico" de Sur ya fue criticado por el mismo Borges.