Usted está aquí: miércoles 19 de octubre de 2005 Opinión La tecnología barroca desciende del cielo

Alejandro Nadal

La tecnología barroca desciende del cielo

Hace dos semanas apareció el anuncio de una extraña aeronave en la revista de las fuerzas armadas de Estados Unidos. El anuncio fue pagado por los fabricantes, Boeing y Bell, y presenta la aeronave suspendida en el aire, como un helicóptero, mientras descienden por cuerdas varios soldados sobre una mezquita. La escena evoca algún lugar en Irak. El lema del anuncio quiere intimidar: "Desciende del cielo; irónicamente, desata el infierno".

La nave es el V-22 Osprey, un vehículo de rotores inclinables en los extremos de sus cortas alas. Despega y aterriza verticalmente como helicóptero y al inclinar sus rotores puede volar como un avión. El diseño debía permitirle alcanzar velocidades superiores a las de un helicóptero, tener mayor rango de autonomía y capacidad de carga, poder realizar maniobras evasivas bajo fuego enemigo y transportar 24 soldados armados hasta los dientes. Al regresar a su portaviones, el Osprey puede girar sus alas y plegar los rotores para ocupar un mínimo de espacio. Se trataría de un paquete bélico de gran versatilidad. Al igual que el gavilán pescador que inspira su nombre, el Osprey sería un predador temible.

El anuncio provocó la protesta de varias embajadas de países islámicos y los fabricantes tuvieron que retirarlo, ofreciendo disculpas por la falta de sensibilidad política. La agencia de publicidad, por su parte, reconoció que el anuncio era un montaje absurdo: es evidente que los marines que descienden por sus cuerdas están en un plano distinto al de la mezquita. Pero lo que nadie quiso decir es que, al igual que el anuncio, el V-22 Osprey es un gran fiasco, tecnológico, militar y financiero.

En los ochentas, Mary Kaldor, especialista en tecnología militar, acuñó el término "tecnología barroca" para describir una tendencia decadente en la carrera armamentista. La frase se aplica a sistemas de armamentos basados en un formato tecnológico que ya ha alcanzado su madurez. En esta analogía, el afán de estirar más allá de sus límites un patrón mecánico se parecería al arte barroco, que añade más y más aditamentos a un paradigma estético sin agregar nada realmente innovador.

Los expertos en historia del arte podrán criticar la analogía. Después de todo, el barroco es considerado por muchos una forma artística independiente y no una manifestación decadente de formas prexistentes. Pero la analogía apunta en la dirección de algo sobrecargado y atiborrado de aditamentos no sólo superfluos, sino hasta estorbosos.

En realidad, las seudo innovaciones de la tecnología barroca responden más a las necesidades de los fabricantes de armamentos para obtener jugosos contratos y ganancias. Por supuesto, la complicidad de los altos mandos militares y del gobierno facilita las cosas.

El V-22 Osprey es un ejemplo perfecto de tecnología militar barroca. Nada de lo que prometieron los fabricantes se cumple. Ni vuela muy rápido ni tiene gran autonomía ni puede con equipos pesados ni maniobra eficazmente. Los requerimientos y costos de mantenimiento son altísimos y el apoyo logístico que se requeriría en una zona de combate para mantener refacciones y técnicos listos para reparar y reacondicionar un Osprey después de cada misión lo hacen un verdadero armatoste.

Lo que sí hace muy bien es proporcionar un generoso subsidio: cada aparatito cuesta unos 110 millones de dólares. El Pentágono dice que "sólo" cuesta 78 millones porque no toma en cuenta el gasto en desarrollo tecnológico, que es un costo hundido para los contribuyentes. Para Boeing y Bell este subsidio es importante dada la competencia de Italia, Brasil y Francia en el lucrativo mercado mundial de helicópteros militares.

En el año 2000, durante pruebas de aterrizaje simulando condiciones de combate tres V-22 se estrellaron causando la muerte de 23 soldados. Las pruebas de vuelo fueron suspendidas, pero revelaron la escasa capacidad de maniobra del Osprey. Si no se tiene sumo cuidado al aterrizar, los dos rotores en paralelo provocan un vórtice que desestabiliza la nave y la lleva a estrellarse. La conclusión fue contundente: bajo fuego enemigo el aterrizaje tendría que ser muy rápido y el V-22 se estrellaría. Desde entonces, las pruebas se redujeron a un mínimo de horas de vuelo. Al paso que van las cosas, el famoso Osprey que "desciende del cielo" no recibirá su bautizo de fuego en Bagdad. Lo único que cae del cielo son las ganancias para Boeing-Bell.

La fascinación por la tecnología conduce a una reverencia religiosa, y en el ámbito militar se llega a la idolatría de cachivaches saturados de seudo innovaciones como el Osprey. En última instancia lo que anima este despliegue de ingeniería barroca es la creencia de que la guerra es susceptible de una gestión racional en la que todas las variables pueden estar bajo control. Los mandos militares se olvidan de lo fundamental: la guerra es caos y es imposible inyectarle racionalidad. Ningún desarrollo tecnológico puede cambiar este hecho fundamental.

 
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