Usted está aquí: miércoles 19 de octubre de 2005 Política La caída del PRI

Luis Linares Zapata

La caída del PRI

Dijeron que todo lo tenían pensado y bajo control. Dominaban el terreno de la burocracia partidaria en el Comité Ejecutivo Nacional, en los de la mayoría de los estados y hasta en los municipios. Los militantes más preparados, con años de experiencia en cuantas mañas y escondrijos tienen las urnas, los respaldaban. Nada, o casi nada había sido dejado al azar. No importaba quién resultara escogido en la prueba de la Unión Democrática (Tucom): el vencedor final sería, sin duda alguna, Roberto Madrazo. Diseñaron una intensa campaña de propaganda amparándose en la figura de un su padre (afirmaron que, a pesar de la vieja retórica del personaje, había ganado una batalla) que le acercaría prestigio y prosapia al infante de aquellos lejanos tiempos. Pretendieron adjuntarla como una plataforma de lanzamiento para adjudicarse una legitimidad por herencia sin que el costo financiero le fuera fiscalizado. Pero algo les falló, tal como acostumbraba suceder al famoso agente especial 86 del recontraespionaje televisivo y su central directiva Control de hace ya muchos años. Su rival partidario le comenzó a ganar la partida, tal como mostraban las encuestas de popularidad y de propensión al voto. La emergencia para el madracismo cupular fue perentoria a menos de un mes de las votaciones.

Así las cosas, el contrataque adoptó la forma de una intentona devastadora que, sin embargo, no parece haber cumplido a cabalidad sus pretensiones. La herida infligida bien pudo ser mortal y tal vez lo sea más adelante. Pero, a la luz de hechos subsiguientes, el que se pensaba un cadáver todavía sigue con aliento. Los pormenores y sutiles detalles argumentativos de Madrazo durante la entrevista conducida por López Dóriga en su noticiero revelan que estaba al tanto de los más dañinos y escandalosos vericuetos de la previa denuncia que propagó Trujillo en su mañanera aparición televisada. Los datos dados a conocer, basados en adquisiciones e ingresos en efectivo, dejan poco espacio a la interpretación adicional que pueda hacer cualquier ciudadano. Y, por lo que reflejan las encuestas de opinión publicadas (Reforma, 17/10/05), el equipo de Madrazo, y él mismo, estaban urgidos de un golpe que pudiera revertir la tendencia de caída que ha ido marcando, desde hace casi un año, la ruta madracista. Montiel le sacaba, apenas unos días atrás, considerable ventaja. Ventaja que bien podría ser definitiva dada la cortedad que los operadores de Madrazo previeron para la campaña de selección.

Una vez más, el tabasqueño da vivas señas de pretender derrotar a sus rivales por arte de otras mañas antes de exponerse, con entereza, al dictado de las urnas. La publicidad que paga en los diarios es una prueba adicional de las falacias que suele usar este priísta de viejas cuentas pendientes. Los miles de asistentes a sus mítines, que afirma acuden a su llamado, son una grosera invención que será, si no contraproducente, irrelevante en sus efectos. La derrota que ahora publicita orondo que le infligió a López Obrador cuando los dos contendieron por la gubernatura de Tabasco no fue, precisamente, un dechado de buenas maneras. En ella abundaron las malas artes y, sobre todo, el derroche de recursos. La disparidad de gastos entre ambos aspirantes fue total, y la documentada prueba del dispendio se paseó por varias procuradurías de justicia: la federal y la estatal, antes de perderse en el olvido de las complicidades rampantes que, con frecuencia inusitada, se dan en los oscuros rincones de la provincia mexicana cuando la gobiernan políticos rapaces.

La rendición de cuentas a que está obligado Montiel no puede ser soslayada. El electorado, sin duda, le cobrará cara la falta si este militante opta por el silencio y privilegia el olvido. Pero Madrazo ha sido también tocado por los infortunios que aquejan a su rival. Su mismo partido, el PRI, se resiente y cruje ante la crítica y los enojos colectivos. Las subsiguientes encuestas darán testimonio de ello. El voto duro priísta, otrora capaz de mantenerlo a la cabeza de las preferencias de la ciudadanía, no se ha materializado. De un sólido 35 por ciento ha pasado a un escuálido 25 por ciento. Aunque esta última cifra es un valor nada despreciable del cual partir, la tragedia para Madrazo, y para cualquier candidato del Revolucionario Institucional, es que tal porcentaje ya no garantiza, ni siquiera, lo que sería un decoroso segundo lugar.

Los priístas se equivocaron en sus pulsiones e intereses para elegir al abanderado que los reponga en la senda hacia el poder de la República. Tal como ha sucedido a los panistas -que no pudieron preparar una figura con la capacidad de disputar la segunda posición política (la jefatura de Gobierno del Distrito Federal) y vagan en busca de un alterno que los socorra-, el PRI no logró formar los cuadros de repuesto que le dieran el perfil de un partido renovado a cabalidad. Tal parece, entonces, que tendrán que esperar una segunda oportunidad dentro de varios años. La real dificultad del PRI le viene de su ineptitud para mostrar, ante la mayoría de los electores, un conjunto armónico de propuestas lo suficientemente atractivas que le permitan construir el imaginario colectivo buscado con ansias. Un horizonte que cimiente las esperanzas de un futuro de justicia y desarrollo para los mexicanos de hoy.

 
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