Usted está aquí: jueves 27 de octubre de 2005 Cultura Impone récord mundial gigantesca espiral de libros en el Zócalo

La inusitada serpiente de papel y tinta se formó con 10 mil 90 volúmenes

Impone récord mundial gigantesca espiral de libros en el Zócalo

Se busca fomentar de manera lúdica la lectura, definió el promotor cultural Arturo Morell

Seis mil textos fueron donados a varios centros penitenciarios del país

ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen Panor�ca de la enorme l�a espiral formada por miles de libros, ayer, en la plancha del Z�o capitalino FOTO Jos�arlo Gonz�z Foto: Jos�arlo Gonz�z

Cerca de 4 mil volúmenes de materias, géneros y temas tan variopintos como autoayuda, superación personal, rezos cristianos, arte y clásicos de la literatura universal fue el ''capital inicial" con el que este miércoles por la mañana comenzó a formarse una gigantesca espiral de libros sobre el Zócalo.

Ambicioso, el propósito de los organizadores de esta iniciativa, el Proyecto integrArte, consistía en cubrir, con esa singular línea, la plancha de concreto al llegar las cinco de la tarde, hora en que finalizó el acto, y establecer así un récord mundial.

Finalmente, al cabo de nueve horas, sólo alcanzó a abarcarse la mitad de tal superficie, con un total de 10 mil 90 ejemplares, más de 6 mil donados en el transcurso de ese tiempo por la comunidad. Los otros fueron recabados en días anteriores.

La cantidad reunida, sin embargo, superó las expectativas y fue más que suficiente para marcar un hito, a decir del promotor cultural Arturo Morell, director de integrArte, quien, entrevistado, aclaró que con este proyecto se busca ''fomentar de manera lúdica la lectura", así como conmemorar el 400 aniversario de la publicación del Quijote.

Al final de la jornada, 6 mil de esos libros fueron donados a diferentes centros penitenciarios del país para crear bibliotecas y salas de lectura; 2 mil se destinaron al movimiento Libro Libre, que consiste en abandonar ejemplares en lugares públicos para que alguien los encuentre, los lea y los vuelva a liberar, y los restantes se repartieron en el Zócalo.

El Quijote, primero en la línea

Fue precisamente la obra de Cervantes el comienzo para dar vida a tan gigantesca serpiente de papel y tinta, con un ejemplar donado por el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, justo a las ocho de la mañana.

Le siguió Cumbres borrascosas, luego Azul, de Rubén Darío. La fila crecía con lentitud, pero con armonía, gracias a ocho personas que los colocaban en el piso. Por cada 400 libros se intercalaba uno del Quijote.

El asta bandera fue el punto de partida, y ante la amenaza de lluvia desde muy temprano, cada libro fue resguardado preventivamente en bolsas de plástico.

Olor a copal, a drenaje, a tamales, a perfumes en la atmósfera y cierto chipi chipi. Para gran parte de los transeúntes no pasó inadvertido ese inusitado acto, y, curiosos, había algunos que sólo observaban a distancia, otros tomaban algún libro y deseaban comprarlo, y también hubo los que, tras preguntar, se fueron y regresaron más tarde con un volumen o varios para donar.

Personal de limpieza y policías se sumaron a los voluntarios de integrArte y ayudaron a embolsar los volúmenes; dos oficiales, tras superar la vergüenza, pidieron que se les regalara un texto, a lo que accedieron los organizadores.

Ejemplares grandes, otros chiquitos, de colores chillantes, otros con portadas mortecinas y desgastadas, también uno que otro nuevo.

Paulo Coelho, Octavio Paz, Martín Luis Guzmán y Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Memo Ríos, Carlos Fuentes, Juan José Arreola, Samuel Ramos, José Agustín, Franz Kafka, Sergio Pitol y Goethe fueron algunos de los autores cuyos nombres podían leerse al internarse en ese laberinto.

Libros de todo y para todo: una tesis para titularse como ingeniero mecánico en el Poli, diccionarios de diversa índole, manuales de oficios varios, de texto, de chistes y albures, de filosofía, de hidroponia, constituciones políticas y códigos, en una línea circular que parecía infinita.

 
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