El ceramista abre exposición con piezas creadas en stoneware y porcelana

Hugo X. Velázquez lleva su ''memoria geológica'' a la Casa Luis Barragán

Desea expandir esa técnica mediante ''la búsqueda del tamaño y la escala''

No sólo construye piedras del barro, sino de las que se encuentran en los caminos: Carlos Payán

MERRY MACMASTERS

El ceramista Hugo X. Velázquez sorprende, a la vez que se sorprende con su obra.

La sorpresa, de hecho, es el hilo conductor de Tornavuelta, exposición integrada por cerámica de alta temperatura (stoneware) y porcelana, con la que Velázquez retorna a la Casa Luis Barragán (calle General Francisco Ramírez 12, colonia Ampliación Daniel Garza) a partir de este sábado, a las 12 horas.

''Vuelve" porque en una visita que Velázquez realizó allí con su hija Bárbara, la arquitecta, de repente se topó con piezas suyas que Luis Barragán había adquirido con motivo de su primera exposición, efectuada el 5 de octubre de 1962 en la galería de Raúl Kamffer, donde acudió gracias a los buenos oficios de Chucho Reyes.

Con una trayectoria de 45 años, Velázquez retoma una frase del jazzista Dexter Gordon para referirse a la obra tan variada que integra Tornavuelta: ''Lo que quiero de la cerámica es expandirla. Todo esto es una búsqueda del tamaño, de la escala. Siento que cada forma ha pedido ese tamaño, que en la céramica es un desafío técnico también".

Inspiración en Pedro Páramo

Tal vez la sorpresa mayor de la muestra son sus piedras. El periodista Carlos Payán Velver escribió un texto para Tornavuelta, en el que expresa:

''Ahora Hugo nos muestra que ha llevado su empecinamiento, sus obsesiones, sus sueños, a construir no solamente piedras que salen del barro, sino que salen también de otras piedras, las que él ha ido encontrando en la vida, en los caminos."

Las piedras, señala Velázquez, son la memoria geológica: ''Creo que el primer monumento de la humanidad fue un montón de piedras para significar el alto en un camino o la muerte de alguien".

Amontonar piedras de cerámica se relaciona directamente con su lectura y relectura de Pedro Páramo, cuyo autor, Juan Rulfo, termina al decir ''dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras".

Una obra en particular, la instalación Flagstaff, Arizona, 36.12 norte, 111.38, oeste, rinde homenaje a una experiencia de Velázquez:

''Cuando tenía 20 años me fui en ferrocarril a San Antonio, Texas, y luego en autobús a San Francisco, California. Pero al llegar a Flagstaff, se bajaron muchas personas que eran indios de Estados Unidos. Pregunté qué pasaba y me dijeron que había un gran festival. Entonces, me bajé y fui a ver qué sucedía.

''Había 5 mil personas y en el punto central un cuadro como de ocho por ocho metros. Una o dos personas tocaban tambores y cantaban en un ritual impresionante. Otros hombres tenían arena de colores entre ambas manos y por el huequito de las palmas hacían diseños en la arena. Todo el tiempo cantaban de manera repetitiva.

''De pronto se quedaron viendo hacia dónde iba a salir el sol que, y cuando salió, entonces, pegaron un grito y desde las esquinas contrarias del cuadro corrieron y borraron el trabajo con los pies."

Realizada con piedras de barro, seccionadas y colocadas sobre grag (arcilla refractaria quemada y molida), la instalación recrea el diseño de un collar navajo.

Ahora, Velázquez trabaja mucho en porcelana, que es ''translúcida, etérea y de aspecto frágil".

Y cada vez que el artista abre el horno siente ''mariposas en el estómago", y eso lo motiva a proseguir su insondable quehacer creativo en cerámica.